Las ocho obras de gran formato, que desde mañana y hasta octubre interactuarán con la gente y los visitantes de la capital italiana, forman parte de la colección privada de Fernando Botero. Según comparte su hija, Lina Botero, curadora de la muestra Botero a Roma, su padre “muy inteligentemente las conservó y tuvo la disciplina de crear una colección muy importante de su propia obra. Muchas de sus mejores obras nunca las quiso vender”. Para Lina, la muestra será la primera de muchas, “porque nuestro compromiso es de continuar a promover el extraordinario legado artístico de mi padre”.
Estas impresionantes y monumentales esculturas de Botero serán expuestas por primera vez, juntas, para un efecto incomparable en el marco de esta exhibición. Las obras habitarán el corazón de Roma, capital del país que tanto amó el artista y que tanto influyó en su trabajo. Y todo es posible gracias a una idea de una editorial (Il Cigno) y a los esfuerzos de la Fundación Fernando Botero, que crearon sus hijos para promover el legado del maestro, honrar su memoria y llevar su obra a todos los rincones posibles del planeta.
Sobre esta faceta artística que en Bogotá y su natal Medellín se puede percibir hoy en día, y que ahora Roma vivirá en profundidad, Fernando Botero comenzó a trabajar la escultura en 1973 como una extensión natural de su trabajo y de su estilo volumétrico. Poco a poco su actividad como escultor adquirió la misma importancia en su trabajo que la pintura y el dibujo.
A comienzos de los años ochenta, fue por primera vez a la ciudad de Pietrasanta, en Toscana, cuna de grandes artesanos que a lo largo de las generaciones trabajaron el bronce y tallaron el mármol que proviene de las minas de Carrara, a tan solo unos kilómetros de distancia. Botero reconoció inmediatamente el talento y la maestría de los artesanos que fundían el bronce, de aquellos que realizaban la pátina, de los que trabajaban la cera, moldeaban las formas y tallaban el mármol, y por ellos sintió desde entonces un enorme respeto. Pietrasanta se convirtió casi inmediatamente en un lugar importante para él y para su trabajo. Tanto así que en 1983 compró la casa en la Via della Rocca en la que creó su estudio de escultura.
Con motivo de Botero a Roma, la primera gran muestra del maestro luego de su fallecimiento, en septiembre de 2023, conversamos con Lina Botero. Esto dijo.
SEMANA: Cuéntenos, ¿cómo nace esta muestra que se abre en Roma esta semana y cómo la describe?
LINA BOTERO: Esta exposición nace como una invitación que nos hizo la Casa de Ediciones Il Cigno, que traduce “El cisne”, aquí en Roma, junto con la Alcaldía de la ciudad. La invitación nos llegó a comienzos de enero, para exhibir las obras de mi padre en la ciudad. Y esa, obviamente, nos pareció una oportunidad extraordinaria para traer las esculturas monumentales de mi padre y presentarlas por primera vez como una exposición conjunta de esculturas en esta ciudad.
Nunca antes la ciudad había organizado una exposición de esculturas en todo su centro histórico
Ya habíamos exhibido una de estas esculturas en Roma, El caballo, aproximadamente en 2017, cuando se llevó a cabo una gran exposición de Fernando Botero, pero esta es la primera vez que se realiza una exposición de un conjunto de esculturas monumentales en el centro histórico de la ciudad. Y es una oportunidad extraordinaria porque nunca antes la ciudad había organizado una exposición de esculturas en todo su centro histórico.
Y realmente son lugares y plazas muy prestigiosas donde se encuentran las esculturas hoy en día: El caballo está ubicado en la Via del Corso, uno de los lugares más frecuentados, que cruza justamente con la calle de la Via Condotti, que conduce a la Plaza de España; Una mujer sentada sin cabeza y sin brazos, que mi padre siempre consideró una de sus mejores esculturas, está ubicada en la continuación de la Plaza de España (la Piazza Mignanelli), junto a la gran columna.
El gato está ubicado en la Piazza San Lorenzo, al frente de la iglesia, y hay otro gato monumental, maravilloso, en el centro histórico de Roma. Tenemos Otra mujer sentada con la mano en alto ubicada en la Piazza San Silvestre. Y dos esculturas se instalarán esta noche al frente de una de las iglesias de la Piazza del Popolo, se trata de Adán y Eva, y dos mujeres reclinadas se encuentran en la Terraza del Pincio, un mirador que forma parte del parque de la Villa Borghese, un lugar muy frecuentado también.
Anoche, que estuvimos ahí hasta las 3:30 a. m., me di cuenta de que este parque, al contrario de muchos de los más importantes en otras grandes ciudades, es muy seguro. A esa hora, en ese lugar muy iluminado, había un grupo de jóvenes tocando música. Por la misma temperatura de Roma estos días y los calores tan impresionantes que se dan a mediodía, la gente sale mucho más de noche, y el parque tenía muchísimo público a esa hora. Así están dispuestas las ocho esculturas.
Este es el primer evento importante que realizamos después del fallecimiento de mi papá, y es un motivo y una ocasión extraordinaria de celebrar su legado artístico. Justamente, el 16 de septiembre de este año, dentro de poco, vamos a inaugurar otra gran exposición en Roma, de pintura, dibujos y pasteles de Fernando Botero, en el Palacio Bonaparte, ubicado también en el centro de la ciudad, en la Piazza Venezia. Esa exposición, junto con esta otra, que seguirá en la ciudad hasta inicios de octubre, constituirán un gran evento Botero a Roma.
SEMANA: Compártanos detalles del proceso de curaduría y sobre los retos que le implicó…
L.B.: Esta ha sido una de las exposiciones más difíciles que hemos organizado, porque Roma es una ciudad muy complicada. Cada sector de la ciudad tiene un superintendente independiente, así que no hay una persona con una autoridad central que toma decisiones, sino que, al contrario, son tomadas de manera muy independiente. Fue muy complicado lograr los permisos necesarios para exhibir las esculturas. Adicionalmente, como estamos en el marco del año de prejubileo (en 2025 es el jubileo del Vaticano), muchos de los permisos dependían del vicariato y de la Iglesia, en Roma, y curiosamente esta no quería que se exhibieran figuras o masculinas o femeninas desnudas al frente de las iglesias. Y bien sabes, hay una iglesia en cada esquina de Roma, entonces fue realmente complejo. Pero el resultado final es lo que cuenta, y nunca antes se había logrado una exposición de esta envergadura en ese centro histórico.
SEMANA: ¿La ausencia de una figura tan importante como su padre se sobrelleva con esta posibilidad de perpetuar su huella artística?
L.B.: Absolutamente. Es una de las cosas que más me reconfortan y que más llenan el vacío que siento por la ausencia de mi papá, que es absolutamente enorme. Hacer esto es sentir la satisfacción profunda de continuar su legado artístico, saber que estamos asumiendo la responsabilidad que nos ha caído encima de perpetuar su nombre, de perpetuar su trabajo llevando exposiciones de gran envergadura a diferentes rincones del mundo. Y estamos en proceso de crear la Fundación Fernando Botero, de la cual formamos parte mis dos hermanos (Fernando y Juan Carlos) y yo. Desde que mi padre murió, nos cayó encima un tsunami de trabajo. Y este no solamente implica organizar el estudio, el material y las obras que quedaron allí, sino también completar el trabajo de su catálogo y dar respuesta a las diferentes invitaciones que estamos recibiendo para llevar a cabo exposiciones en diferentes lugares y museos.
Precisamente, el año entrante, en mayo de 2025, haremos otra gran exposición de esculturas. Serán 14 esculturas monumentales desplegadas en el centro de la ciudad de Basilea, Suiza, en el marco de Art Basel, una feria que es la cita más importante en el mundo del arte. Luego, en octubre de 2025, estamos invitados a llevar a cabo una gran exposición de esculturas y de cuadros, una especie de retrospectiva en el museo que diseñó Zaha Hadid, la arquitecta fallecida en Bakú, Azerbaiyán, el museo más importante de ese rincón del mundo. Muchas personas de esa región acuden a ese museo.
Estamos cumpliendo con diferentes fronteras, con diferentes aspectos del trabajo de mi papá, y definitivamente nos enorgullece y nos produce una satisfacción enorme cumplir con esa responsabilidad que tenemos.
SEMANA: Sobre estas esculturas monumentales, a su parecer, ¿qué las hace tan expresivas y únicas? Es difícil no reaccionar y dedicarle un buen tiempo a estas obras en gran formato…
L.B.: Lo que ha hecho única la obra de Fernando Botero en términos generales es su estilo único y universalmente reconocible. Para Fernando Botero, la belleza, la sensualidad en el arte, radican en la exaltación del volumen. Y él ha llevado esta exaltación a un límite sin precedentes en la historia del arte. Fernando Botero creó un estilo único y esto le implicó, en muchos momentos de su vida, nadar contra las corrientes predominantes en el mundo del arte, como lo fueron el expresionismo abstracto y el pop art. Fue un artista figurativo, comprometido con sus convicciones artísticas, que trataban de darle importancia al volumen. Ese estilo es su contribución más importante al mundo del arte.
Mi padre siempre decía que era importante llevar el arte a los espacios públicos, llevar el arte a la gente. Y obviamente, una de las mejores formas de hacerlo ha sido a través de estas exposiciones de esculturas monumentales, que se han llevado a cabo en más de 25 ciudades y capitales del mundo, y en sus lugares más icónicos. Fue el caso en 1992, cuando se hizo una exposición en los Campos Elíseos de manera absolutamente triunfal. A partir de ese momento, se llevaron a cabo en Park Avenue, de Nueva York; en Constitution Avenue, de Washington D. C., frente a la Casa Blanca; en Rodeo Drive, en Los Ángeles; en el Gran Canal de Venecia; en la Piazza Signoria, de Florencia; en la Puerta de Brandemburgo, de Berlín; en el Paseo de los Recoletos, en Madrid; en Jerusalén; en Shanghái; en Singapur; Hong Kong, y muchísimos otros lugares del mundo.
Uno de los placeres más grandes para mi papá era ver cómo la gente se acercaba a su obra, y las acariciaba y gozaban del mismo placer táctil que él había experimentado en el momento de su creación. El regalo más grande que mi papá podía obtener era ver la sonrisa que sus obras producían en los espectadores, porque decía que el humor era una parte muy importante de su obra, una pequeña puerta para que el espectador pudiera penetrar ese mundo, ese universo boteriano de su trabajo.
SEMANA: Su hermano Juan Carlos nos dijo hace poco que venía actualizando su libro sobre el arte de Fernando Botero, y aseguró que se trataba de un artista tan conocido como incomprendido, ¿lo cree también así? ¿Qué cree que debería saber la gente sobre su padre?
L.B.: Creo que Juan Carlos se refería al hecho de que muchas personas se preguntan por qué pintaba gordas Fernando Botero. La respuesta que mi papá tuvo toda su vida fue que jamás pintó una gorda en su vida. Su obra no es un comentario sobre el cuerpo humano, ni sobre la gordura; su obsesión, su interés, su fascinación tuvo siempre que ver con el volumen y su exaltación, como mencionaba antes. Eso es lo más importante que el público debe saber.
Pensar que su arte se reduce a un comentario sobre la gordura o la flacura es un acercamiento banal. Y esa tendencia hacia el volumen nació en él de manera innata. Él mismo nunca llegó a explicar de dónde venía esa tendencia, porque se ve y está presente aun en sus primeras obras. Tenemos dentro de la colección acuarelas que él pintó cuando tenía apenas 17 años, cuando no había salido de Medellín, y ya se sentía esa redondez, ese volumen en sus obras. Sucede en acuarelas, como por ejemplo La mujer llorando.
Pero llegó a Europa en 1952 y pasó un año en Madrid dentro del Museo del Prado, copiando todos los días las obras de los grandes maestros, tratando de aprender sobre técnica y composición. Dijo que una noche salió del museo y pasó frente a la vitrina de una librería, vio un libro abierto, mostrando un fresco de Piero della Francesca, y sintió en ese momento una especie de relámpago, una verdadera revelación, ante la fuerza, ante la belleza, ante la composición de esa obra maestra, La adoración de la cruz.
Su obra permite una comunicación directa con el espectador porque no se trata de racionalizar la obra, se trata de sentirla y de gozarla
Al día siguiente regresó, compró el libro y a los muy pocos días tomó la decisión de cambiar el rumbo de su vida. Meses después, partió a Florencia en una Vespa con un amigo, en un viaje que les tomó más de dos meses. Y ahí se radicó dos años a estudiar pintura del quattrocento y también a leer los textos del gran crítico de aquel periodo, Bernard Berenson. Y gracias a eso pudo racionalizar, intelectualizar, comprender su inclinación innata hacia el volumen, que, como mencioné, está en sus acuarelas más tempranas. Entendió que la belleza y la sensualidad en el arte radican en la exaltación del volumen. Y su obra permite una comunicación directa con el espectador, porque no se trata de racionalizar la obra, se trata de sentirla y de gozarla.