Andy Warhol fue el hombre que dijo que el siglo XX tiene de bueno que le permite a cualquiera ser famoso durante un cuarto de hora. Acaba de morir, famoso, en Nueva York, la ciudad que lo lanzó a la fama. Y su propio cuarto de hora le duró casi un cuarto de siglo: desde que a principios de los años sesenta su nombre hizo irrupción en el mundo del arte como uno de los "papas" del Pop Art hasta este domingo 22 de febrero de 1987, cuando la prensa del mundo entero registró unánimemente su fallecimiento.
Fue famoso de una manera muy sigloveintesca para un artista: no tanto como artista, sino como personaje. Mucho más conocida que su obra de pintor o de cineasta o de fotógrafo de propia cara: una extraña cara de adolescente albino embalsamado, que en las fotografías--muchas de ellas tomadas o retocadas por él mismo--parecía siempre mirar a través del frasco de formol del embalsamamiento. Y, por el contrario, su obra sólo es famosa cuando el tema que la inspira es ya famoso: la lata de sopa Campbell, por ejemplo, o el rostro de Marilyn Monroe. De ahí le vino su fama original: de haber sido el pintor que reproducía en sus cuadros, ad infinitum, imágenes ya conocidas ad infinitum por los espectadores que iban a verlas. En ese sentido, su posición artística entroncaba con uno de los postulados fundamentales del pop: que es posible hacer arte con los residuos de lo cotidiano, con los desechos de la civilización de consumo. Pero el parentesco de Warhol con los demás "papas del pop" era más aparente que de fondo. Su aportación al movimiento era más bien herencia de otro gran personaje del mundo artístico: Marcel Duchamp, el (entre otras muchas cosas) inventor de los readymade en los años veinte, con los cuales puso patas arriba las tradicionales definiciones del quehacer artístico, demostrando que arte es todo aquello que un artista decide que lo Andy Warhol se limito--sin conceptualizaciones teóricas, sino en la práctica: el movimiento se demuestra andando--a llevar a su extremo lógico esa idea seminal de Duchamp. Las obras de arte de Warhol ni siquiera necesitaban tener un artista por detrás; sino que les bastaba con tener por delante a un espectador decidido, o resignado, a aceptar que eran obras de arte. Y, claro está, a pagarlas en consecuencia (pues algo que ni siquiera el genio iconoclasta de Duchamp consiguió nunca fue subvertir del valor comercial del arte).Esa consecuencia volvió rico a Andy Warhol, del mismo modo que la premisa lo había vuelto famoso. Pero obtenidas ambas cosas, se encontró necesitado de una tercera: matar el tiempo. O, lo que en su caso viene a ser lo mismo, producir una obra. Y al hacerlo consiguió algo que parecía imposible: no contradecirse. Su obra siguió siendo siempre meticulosamente no-artística, y para serlo seguía necesitando a cada paso la aceptación del espectador complaciente. Sus peliculas--que ni siquiera eran realizadas por él, sipo por el equipo impersonal y anónimo de un estudio que bautizó "la fábrica" (the factory) --eran deliberadamente nopelículas. Un hombre dormido ocho horas--y la película al respecto duraba ocho horas. Un edificio alternativamente iluminado y apagado durante veinticuatro horas, tal como se apaga y se ilumina en su rutina cotidiana--y la película duraba veinticuatro horas. Lo explicó en alguna entrevista (buena parte de su obra estuvo representada por entrevistas de televisión o de prensa): --Cuando los críticos escriben sobre mí, sobre mis cuadros, sobre mis películas, me dan ganas de vomitar, porque son falsos, no saben lo que dicen. La verdad es que yo nunca he pensado en mi como un pintor de verdad, en serio, ni siquiera como un realizador de películas. No hago cine, sólo fotografío lo que veo.Si se mira la obra de Andy Warhol --superando el aburrimiento que produce: pero es un aburrimiento también deliberado--es para encontrar en ella, o a través de ella, respuesta a una cuestión que también es noartística: la razón de su éxito. Y ahí también es mejor volver al Warhol no-artista, al Warhol personaje, y concluir con él que hay que darle las gracias o echarle la culpa al siglo XX. --