Por: Emilio Sanmiguel Qué ironía. Pero el grupo colombiano Música Ficta, que lleva 30 años dedicado al repertorio del Renacimiento y primer Barroco, tiene más reconocimiento en el exterior que en el país. Han actuado en Europa, el Oriente Medio y Lejano, Estados Unidos, Argentina, México, Chile, Guatemala y un largo etcétera. Pero no son profetas en su tierra. De hecho, su concierto “debut” en el Teatro Mayor de Bogotá está anunciado para el próximo 7 de marzo. Fundado en 1988 por Carlos y Jairo Serrano –no confundir con el grupo homónimo español, de 1992–, se caracteriza por trabajar repertorio universal, pero relacionado con la realidad histórica latinoamericana. Le sugerimos: Dos estrellas le siguen Este repertorio conlleva una complicada investigación. Al fin y al cabo su nombre lo dice. Ficta significa técnicamente la solvencia para descifrar partituras que no siempre están en los sistemas tradicionales de notación; también resolver mediante la improvisación los vacíos que deliberadamente dejan los compositores y, en tercer lugar, elegir los medios, pues salvo raras excepciones, el intérprete debe elegir el instrumento. Y si a ello se agrega que la investigación de estos repertorios, especialmente los relacionados con América Latina, es relativamente reciente, todo lo que hacen resulta siempre novedoso. No sobra agregar que, al contrario de la música clásica y romántica cuyos intérpretes se consagran exclusivamente a un instrumento, los del Renacimiento y el primer Barroco tienen que ser versátiles, tocar varios y además cantar. Una de las facetas más importantes de la labor de Música Ficta es haber dejado, desde 1996, el testimonio de sus investigaciones en compactos que, sin excepción, han sido elogiosamente recomendadas por la crítica internacional, desde el primero, Romances y Villancicos de España y el Nuevo Mundo de 1996, hasta esta pareja que acaba de ver la luz. “Son discos hermanos, por el tipo de repertorio y por los nexos que tienen con América Latina”, dice Carlos Serrano. Discos hermanos, colombianos con diferentes nacionalidades, belga y española, que comparten el lugar de la grabación, la iglesia doctrinera de San Isidro Labrador en Chíquiza, Boyacá, y la ingeniería de sonido de Mauricio Ardila, que ha conseguido en ambas la atmósfera adecuada para una música que, en la práctica, no puede registrarse en estudios de grabación y si se hace así, fracasa. Le puede interesar: Contra viento y marea De Antequera sale un moro Giran alrededor del nombre de Juan de Navas, músico de la Capilla Real de Madrid durante el siglo XVII, con fuertes vínculos con la música latinoamericana de la época. El primero, Aves, tonos y estrellas, es del sello Lindoro Records, contiene además, obras de Gaspar Sanz y Claudio Voyenne. El segundo, Alado cisne de nieve es de la casa discográfica Etcétera, y trae, además de obras de Jean-Baptiste Lully, Gaspar Sanz, anónimos del siglo XVII y la primera grabación de la Segunda suite de Pierre Bucquet del siglo XVIII. Por tratarse de un repertorio tan complejo instrumentalmente hablando, en los dos, además de Julián Navarro y Carlos y Jairo Serrano, la lista de invitados incluye músicos como Regina Albanez, Johanna Calderón, Leonardo Cabo, Andrés Silva y Sebastián Vega; al igual que voces, percusiones, jaranas, tiorbas, flautas dulces, viola de gamba. El argumento para trabajar con sellos diferentes no es arbitrario: “Cada uno tiene diferentes países de distribución y eso nos permite llegar a un público más amplio”, declaró Carlos Serrano. Lo cierto es que la calidad de las grabaciones está a la altura del prestigio que se han ganado internacionalmente. Un esfuerzo que no ha tenido a la fecha el más mínimo reconocimiento de ninguna entidad del Estado relacionada con la cultura. Sí. Qué ironía.