La próxima semana estará en Colombia el músico Gustavo Santaolalla, ganador de dos premios Oscar a mejor banda sonora por sus composiciones para Brokeback Mountain (Secreto en la montaña) y Babel. Él y el cantautor uruguayo Jorge Drexler, ganador del Oscar por el tema Al otro lado del río, de la película Diarios de motocicleta, son los dos únicos latinoamericanos que han logrado ganar la estatuilla. ¿Qué tan cerca o tan lejos está cualquiera de los músicos colombianos consagrados en el mundo de lograrlo? El cine colombiano pasa por uno de sus mejores momentos y existen varios músicos colombianos dedicados a componer música para películas. Muchos de ellos se han especializado en film scoring en universidades como Berklee, en Estados Unidos. Pero las bandas sonoras en el país no parecen funcionar en el nivel comercial y mucho menos que tengan la opción de un Oscar.En estos días se estrenan dos películas colombianas y sus bandas sonoras muestran dos escenarios bien diferentes.En la radio el tema Mis dos amores, interpretado por Silvestre Dangond y los niños Camilo Molina (rey vallenato Infantil 2005) y el actual rey vallenato infantil, Dyonnel Velásquez, protagonistas de la película El ángel del acordeón, que se estrenó el pasado 11 de julio, pertenece a la banda sonora de la película, que también incluye canciones clásicas de Diomedes Díaz y los Hermanos Zuleta. Como quien dice, un éxito asegurado. En el caso de la película Yo soy otro, de Óscar Campo, que se estrenó el pasado 25 de julio, el lanzamiento del CD con la banda sonora aún está en veremos. La banda sonora está a cargo de Alejandro Ramírez (quien se encarga más de la música incidental con pianos, arpas y violines) y de Juan Pablo Carrascal y su grupo La Fábrica, una banda electrónica industrial caleña que lleva ocho años en la escena y cuya música se acopla perfectamente a la atmósfera de la película. Por ahora es posible descargar solamente dos temas en www.peliculayosoyotro.com. Pero en Colombia, donde no existe una cultura por la compra de bandas sonoras, incluso el caso de El ángel del acordeón está lejos de ser ideal porque, por lo general, no existe una coordinación entre ambos lanzamientos.En el mundo entero las bandas sonoras son parte esencial e integral del mercadeo de las películas. Y un gran negocio de la industria discográfica. Representan una entrada adicional para los productores de los filmes y para los músicos que en ella participan. En el caso colombiano es una simple teoría porque en la práctica no es así. De las decenas de películas que han salido en los últimos años, muy pocas bandas sonoras se encuentran hoy en las tiendas de discos. Ni hablar de las que ya llevan más de 10 años en el olvido. Porque las bandas sonoras en general son como el pan fresco: se venden, salvo en contados casos, cuando la película está en cartelera. En Colombia, las bandas sonoras salen, cuando salen, con varias semanas y hasta meses de retraso en relación con las películas. Y esto, naturalmente, afecta su venta. Existen excepciones como las películas de culto: Rodrigo D (no futuro) de Víctor Gaviria, que cuenta con una selección de bandas punk de Medellín de finales de los 80 (sólo en LP); las cintas que traen música incidental de corte clásico, sinfónico o electrónico y que perduran el tiempo, ya que la gente las busca por el compositor o por el intérprete (Edipo alcalde, con música de Blas Emilio Atehortúa, o La vendedora de rosas, con música de Luis Fernando Franco), o las que cuentan con canciones de artistas populares que, al haber sido compuestas exclusivamente para la película, sólo se consiguen en ellas: Soñar no cuesta nada, de Cabas para la película del mismo nombre, donde también participa Ilona con Morir, o Final feliz y Untados, ambas de Aterciopelados, para las películas Bolívar soy yo y Perder es cuestión de método, respectivamente. Pero bandas sonoras de películas relativamente recientes como Bluff, con música de Federico Lorusso, o Dios los junta y ellos se separan, con canciones de Andrés Cepeda y Julio Nava, son ya incunables porque prácticamente salieron de circulación.Y ni hablar de clásicos como La estrategia del caracol, con música de Germán Arrieta, o las varias bandas sonoras de compositores destacados como Olaf Roots, Jacqueline Nova, Luis Antonio Escobar, Blas Emilio Atehortúa o Francisco Zumaqué.No importa qué tan taquilleras sean las películas ni qué tan buena sea su música. Las bandas sonoras de El colombian dream, de Felipe Aljure (con música de De Lux Club, Coffee Makers, Camilo Montilla, Carlos Posada y Gonzalo de Sagarmínaga) o Perro come perro, de Carlos Moreno (con música de Superlitio, Mojarra Eléctrica y Malalma), por citar sólo dos casos recientes, no vieron la luz. O la vieron a medias a pesar de haber agotado boletería. Es posible conseguir la primera, por lo pronto, sólo a través de Internet (www.lagunarecords.net), y la segunda está apenas en proceso.¿Cómo ganan entonces los músicos? Salvo que les paguen de antemano por sus servicios como productores musicales o por hacer la música incidental (y en principio, debería haber siempre un presupuesto destinado para este oficio), las ganancias son relativas. Nicolás Uribe, quien ha sido editor musical y productor discográfico de películas como El colombian dream y Soñar no cuesta nada, y ha participado en cintas como El ángel del acordeón, La historia del baúl rosado y Como el gato y el ratón, ha logrado ver un dinero al ser el dueño en muchos de los casos de los derechos de la música que compone y lograr posicionarse como uno de los que mejor conocen el arte de mezclar imágenes con música. Otros como Juan Pablo Carrascal y La Fábrica lo hacen por puro amor al arte y porque representa una oportunidad para que la gente conozca su trabajo. Pero en todos los casos, existe un rubro que los compositores y los intérpretes están dejando de percibir, exista o no, véndase o no, su banda sonora. Y son los derechos por ejecución pública. Ahí habría un buen dinero para repartir. Pero negocio como tal, no existe por ahora en Colombia. La prueba es que muchos han cedido sus canciones para las bajadas gratis de los sitios oficiales de la película (De los Ríos, Turista y Gustavo Garcés en www.satanaslapelicula.com), deciden incluirlas en sus discos oficiales para recuperar la inversión (Fonseca y su tema Paraíso, que aparece originalmente en Paraíso travel y en su nuevo álbum, Gratitud) o las interpretan para promover su carrera de actores a través de la música (o al revés), como Naty Botero con el tema Fuego para la película Esto huele mal, y Verónica Orozco con Pasión asesina para Soñar no cuesta nada. Plata no hay, talento existe de sobra. Pero ¿está el cine colombiano aún lejos de poder ganar un Premio Oscar a la mejor banda sonora? En principio, sí. Aunque nunca se sabe. Catalina Sandino sorprendió a todos con su nominación a mejor actriz. Y con María llena eres de gracia, de hecho, se perdió una gran oportunidad en el nivel de banda sonora porque se concursaba en un circuito internacional. Sin embargo, se la encargaron a los argentinos Jacobo Lieberman y Leonardo Heiblum. En camino viene La Milagrosa, la nueva película del mexicano Rafael Lara sobre la guerrilla colombiana donde participa Aterciopelados, con el tema original Hijo de tigre. Por ahora, Shakira, quien compuso e interpretó La despedida para la película El amor en los tiempos de cólera, es en el nivel de bandas sonoras la colombiana que más lejos ha llegado con su nominación a mejor canción original en 2007 en los Premios Globos de Oro. Sin embargo, como se trata de una película norteamericana que entró en el circuito comercial del cine mundial, tuvo acceso a quienes votan las nominaciones a los premios Oscar, como les ocurrió a Santaolalla y a Drexler. ¿Oscar a la banda sonora de una película colombiana? Por ahora, soñar no cuesta nada.