Doctor en literatura y académico consumado, Rodrigo Bastidas Pérez se tomó todo el tiempo necesario para que los lectores de El tercer mundo después del sol (Ed. Planeta) apreciaran la ciencia ficción que se escribe en Latinoamérica. Bastidas considera que, en este continente, este género presenta mundos posibles donde lo comunitario cobra sentido y los conocimientos ancestrales que acompañan su geografía se recrean y se consideran esenciales.
El autor habla con gracia de su antología, y con razón. En ella combinó su pasión por la ciencia ficción (ya había publicado dos antologías de ciencia ficción en Colombia) y la posibilidad de darles un espacio a autores que estaban conectados al género por medio de sus visiones y letras . Por mucho tiempo, a la ciencia ficción se la asoció a otras latitudes, y si algo prueba este libro es que ya no hay por qué hacerlo.
Nada se dejó al azar. El orden de los cuentos, los autores, los temas que se trataron y las ideas que se tocaron, todo tiene una razón de ser en la cabeza de Bastidas. Esta le fue clara desde que recibió los 14 cuentos que la componen, y entre los cuales le es difícil elegir un favorito: “Todos los días cambia”, asegura el compilador.
El tercer mundo después del sol le abre la puerta a la imaginación y la pone a volar territorios conocidos y desconocidos, y a los mundos en los que solo la ciencia ficción tiene potestad. En ese sentido, vale la pena leer y releerlo. Al respecto de semejante trabajo, Bastidas Pérez habló con Semana sobre su proceso y las ideas que tuvo mientras configuraba esta antología.
¿Qué le motivó a realizar la antología?
Yo había trabajado con Editorial Planeta en dos antologías de ciencia ficción colombiana: Relojes que no marcan la misma hora (2017) y Cronómetros para el fin de los tiempos (2017). Mi motivación en ese momento fue darme cuenta de que en el país había una gran cantidad de autores que se estaban moviendo en círculos cerrados, que no estaban interactuando con la literatura central dispuesta por la academia y la crítica, y me parecía que recopilar esos autores dispersos en todo el país en un solo tomo podía dar cuenta de como se estaba viviendo la ciencia ficción en el país.
De nuevo me acerco a Planeta porque me doy cuenta de que esto no solo pasa en Colombia, sino que se vive a nivel continental. Y entonces mi intención era, por un lado, dar a conocer otras visiones de mundo que se estaban dando en Latinoamérica y, por otro, compartir un interés personal por la ciencia ficción como el camino para que las personas se pudieran acercar a una literatura no tan atada al realismo.
¿Qué significa el lograr vincular su afición por la ciencia ficción con una antología?
El significado está profundamente relacionado con el hecho de que esta antología sea parte de la Colección Minotauro. Este sello editorial, que ahora es de Planeta, nace en los años 50 con uno de los más importantes editores latinoamericanos que ha existido, Francisco, Paco Porrúa, que construye a Minotauro como la primera editorial de ciencia ficción en la región.
Esta editorial se convirtió en una especie de ícono continental porque gracias a ella pudimos tener acceso a los grandes autores de ciencia ficción. Ursula Le Guin, Philip Dick y William Gibson formaron parte de este sello y el hacer parte de Minotauro permite sentar una especie de participación política de América Latina dentro de la construcción del género de la ciencia ficción.
La idea de que este libro esté en Minotauro funciona como una voz de identidad latinoamericana a través de un género que, por lo general, ha sido identificado como un género propiamente de los países anglosajones y soviéticos.
Por Minotauro tuvimos acceso a los grandes autores de ciencia ficción. Ursula Le Guin, Philip Dick y William Gibson formaron parte de este sello y el que esta antología se parte de Colección Minotauro permite sentar una especie de participación política de América Latina dentro de la construcción del género de la ciencia ficción
¿Cómo fue el proceso de “El tercer mundo después del sol”? ¿Cambió en algo este libro la forma en la que vive la literatura?
Hay algo muy particular en mí como sujeto, la primera tesis que hice en mi vida fue sobre ciencia ficción. Esto me permitió ver una posibilidad de construcción de la literatura nacional y continental desde las lindes. Desde ese momento, mi visión de lo literario parte de lo limítrofe o de los vestigios de la literatura para convertirse en los ejes estructuradores de como yo la vivo. Esta antología ratifica mi visión y me dice de nuevo que la literatura se construye desde los bordes, desde los géneros no hegemónicos.
Y, al ratificarla, retomé el trabajo que venía haciendo desde hacía un tiempo con diferentes autores de ciencia ficción y lo combiné con las ideas que tenía sobre esta antología. Primero, que en la compilación tuvieran lugar relatos provenientes de países como Ecuador, Perú, Uruguay o Bolivia, países que por lo general no se asocian con la ciencia ficción; y segundo, que fuera un ejemplo de la importancia de la escritura de las mujeres en este género, por lo cual tuve particular cuidado en que tuvieran un espacio.
Esta antología ratifica mi visión y me dice de nuevo que la literatura se construye desde los bordes, desde los géneros no hegemónicos
Mi trabajo consistió en buscar voces representativas que tuvieran una propuesta estética e ideológica en relación con la ciencia ficción. Esto me llevó a crear esta antología con autores que tuvieran una gran obra, muy bien estructurada, pero que además hicieran un tipo de propuesta dentro de sus textos académicos y sus formas de pensar sobre cómo la ciencia ficción estaba transformado ciertos paradigmas dentro de la literatura.
¿Cómo se lee Latinoamérica a través de la ciencia ficción?
Se lee como un lugar que concibe la ciencia desde otras posibilidades de comprensión. Por lo tanto, produce ciencia ficción diferente. Esta idea se amplía a través de lo que planteaba René Rebetez cuando hablaba de tener unas formas de identidad y orgullo sobre el adjetivo culposo de ser parte del tercer mundo. Ya que ser parte de este mundo trae consigo unas particulares formas de comprender, que nos hacen únicos. Por eso la ciencia ficción que se produce acá es particular.
El libro cuenta con reflexiones de sus autores... al leerlas tuve la sensación de que la ciencia ficción funciona como gritos de desahogo en Latinoamérica ¿qué piensa sobre esto?
La ciencia ficción no se queda en el grito de desahogo, si pensamos que ese grito se queda en la inmovilidad. La ciencia ficción imagina mundos y el hecho de imaginarlos, los convierte en posibilidades o en potencia de futuro.
En realidad, lo que proponen los cuentos de esta antología son potencias de mundos posibles que se reconfiguran como ideas a futuro, como construcciones de deseos que tienen una realización dentro de lo literario, pero esa realización abre una puerta para que existan dentro del futuro.
Entonces más que un grito, es la imagen de potencia de futuro partiendo de una posibilidad de poder de transformación de lo real.
Para estas posibilidades de futuro ¿es necesario repensar el pasado?
No solo es necesario, sino que en medio de mis reflexiones pospandémicas me he encontrado con que la ciencia ficción está cambiando el concepto mismo de futuro. Es decir, a nosotros se nos ha enseñado que el tiempo es lineal, que tenemos un pasado, presente y futuro y que en ese futuro nos vamos a encontrar con el desarrollismo. Pero ¿qué pasa si no es así? La ciencia ficción posibilita esos otros futuros desde el presente en donde, estoy seguro, la ciencia y tecnología tienen que ver.
La tecnología y las culturas tradicionales convergen en este continente de desigualdades. ¿cómo impactan estos elementos los relatos de ciencia ficción de la región?
Más que impactar, los relatos reflejan las formas en que concebimos la tecnología, entendiendo que nosotros como sujetos latinoamericanos no producimos tecnología, sino que la consumimos.
Lo que se propone desde la ciencia ficción es que nosotros hackeamos culturas, tecnologías y ciencias que nos llegan para adaptarlas a nuestro quehacer diario y en esto hay una apropiación y una transformación. Estos relatos muestran como este hackeo cultural de lo tecnológico, conlleva a un hackeo narrativo. Cuentos que se basan o retoman ciertos elementos de la ciencia ficción foránea como Cyberpunk pero cuando llegan a Latinoamérica se convierten en otras cosas. Entonces hay múltiples posibilidades.
Por otra parte, nos podemos encontrar con el Cyberchamanismo. Este se basa en la idea de que si los hackers lo que hacen es conocer un sistema informativo para transformar las cosas, podemos igualar a los chamanes con hackers que conocen el código de la naturaleza y pueden transformarse, por eso un chaman se puede convertir en jaguar.
Entonces, en los relatos se igualan dos formas de ver el mundo: los sistemas computacionales con los saberes de lo tradicional y en ambas se tratan de formas de romper códigos y transformar lo real.
El gran experimento ilustra algo que se dice mucho de Colombia: que la realidad supera la ficción, ¿qué le muestra a usted?
Esta pregunta para mí es difícil porque yo soy mucho más de la visión de que la realidad copia la ficción. Que primero se imaginan los mundos y la realidad se arma a través de los mundos imaginados que se construyen desde el arte.
Cuando nosotros hablamos de superación, la pregunta inmediata es ¿en qué la supera? entonces pienso que no hay una competencia. Antes de que lo real sea lo real hay una construcción narrativa sobre la cual se construye la realidad.
Yo soy mucho más de la visión de que la realidad copia la ficción
¿Sobre qué temas recurrentes reflexiona la ciencia ficción en Latinoamérica? ¿En el mundo?
La ciencia ficción latinoamericana tiene tres temas sobre los cuales reflexiona de manera constante: 1) la identidad a través de lo espiritual, 2) la ecología como un llamado de urgencia ante un manejo de recursos y la posibilidad de salvación o catástrofe, y 3) lo político como una construcción crítica ante las dictaduras.
En el mundo se tocan estos temas, pero desde sus visiones, por eso la literatura de ciencia ficción en América del Sur es tan particular.
¿Qué le recomendaría a un lector en busca de nuevas experiencias literarias?
Además de los 14 autores disponibles en la antología, recomiendo al colombiano Cristian Romero con su libro Después de la ira, que es un ejemplo claro del tema de los recursos y de como cualquier cambio en el ecosistema puede llevar al desastre, Karen Reyes con Zen’no, un libro que combina lo espiritual y la tecnología y Maximiliano Barrientos con En el cuerpo una voz, que lo súper recomiendo.