En esta época de cambios fuertes en la televisión, Netflix no aprecia a quienes comparten contraseñas, HBO Max dejará de lado el HBO de su nombre y Disney vuelve a venderles contenido a sus competidores. Todo cambia, nada cambia, con hechos que para muchos marcan el final de la era gloriosa de la televisión y el streaming, que desde finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI se elevó a lo más alto como forma artística. Ahora, en medio de una justificada huelga de escritores, ha dado paso a fusiones y a recortes y a producciones que no tienen el tiempo de madurar en hitos.
Habiendo superado el final de Better Call Saul, y mientras vuelven producciones como Black Mirror y The Bear (y claro, The Crown, la única producción de Netflix que habría entrado a esta lista de haber terminado en esta época, y no en noviembre, como lo tiene planteado), vale reconocer tres series únicas en su especie, las cuales cerraron casi simultáneamente después de un mínimo de tres temporadas de antología, que dejan vacíos fuertes.
Succession, HBO Max
Mucho se ha dicho, y con razón, sobre esta serie de una familia al frente de un emporio mediático, su patriarca, sus tres hijos, su hija, el marido de su hija y todo un ecosistema empresarial de víboras de lengua voraz, rápida, veloz, o a su servicio, o compitiéndole. A todos estos personajes se les conoce en un momento delicado, pues el patriarca dejará la empresa, y eso eleva la pregunta de quién se hará cargo. Y mientras sucede, brota televisión arquetípica.
Por su impulso narrativo único e inclemente, en el que el poder otorga un derecho incontestable para humillar, ridiculizar, engañar, pisotear, engatusar, negociar, en estas páginas se habló con Brian Cox, con Jeremy Strong, sus dos personajes principales. ¿Cómo no? Esta serie de cuatro temporadas, que terminó en un punto notablemente oscuro, como bien obedecía, es una ácida obra maestra que supo no extenderse demasiado y cumplir su premisa (muy al estilo de sus creadores británicos, que prefieren dejar la obra en un punto alto en vez de llenarse los bolsillos rindiéndola). Succession no se traicionó, cerró sacando los ataúdes de los baúles y dándole todo el sentido a su nombre. Porque, primero, fue la historia de una sucesión truncada por la lógica y la ambición, y luego, para cerrar, tuvo lugar la sucesión forzada, como suele suceder en la vida, con hechos duros que dinamizan y sacan a relucir las prioridades de cada uno de sus personajes.
En esta creación de Jesse Armstrong, que ya demostraba su talento desde una incómoda pero hilarante brillantez de serie de comienzos de siglo XXI llamada Peep Show, todos los ingredientes la hicieron el hito que fue. Desde la banda sonora de su presentación (que nadie osa adelantar, porque negarse ese placer es absurdo), pasando por la escritura que se eleva en manos del talentoso reparto, hasta personajes detestables e irresistibles del mundo familiar y corporativo. En su mayoría, jugaron siempre el juego del interés personal, monetario, apelando a la mezquindad sin tanto reparo, realineando sus propiedades, posturas y estrategias, para solo verlo todo caer. ¿Quién gana aquí? El televidente.
Ted Lasso, Apple TV+
Como una especie de antídoto necesario para contrarrestar la maldad y la densidad de los tiempos, las tres temporadas de Ted Lasso en Apple TV+ fueron benditas en muchos sentidos, especialmente, desde su capacidad de deshelar corazones. Y tiene ese poder, el de convertir amargados en creyentes, que lloran de alegría y humanidad.
Se debe agradecer una serie así, capaz de hacer reír de tonterías alrededor de un equipo de fútbol y tocar temas serios y urgentes de estos días; una serie que cuenta un cuento del deporte rey en la Premier League de Inglaterra desde una perspectiva gringa, abiertamente optimista, ¡y vence el escepticismo asociado a esa premisa! Ted Lasso triunfa con una escritura jocosa pero sensible, que hasta en su melosería se ríe de sí misma y que sabe marcar muy bien cuando habla en serio, porque lo hace. Y es en ese proceso que produce lágrimas emocionales, reflexiones profundas y sensaciones conflictivas desde la aceptación.
Protagonizada por Jason Sudeikis, se alimenta de un extenso reparto de personajes reconocibles desde sus rasgos y emociones, como Rebecca Welton, interpretada por Hannah Waddingham, cuyo arco es inspirador y emocionante en lo que respecta al empoderamiento femenino (y cuyas expresiones faciales son tan masivas que cada sonrisa ilumina el mundo y cada ceño fruncido se siente en el alma). Desde muchos puntos de vista, de rivalidad, de camaradería, se adoptan las vicisitudes de un club pequeño de la capital inglesa.
En últimas, además de una comedia y un drama humano sobre relaciones de pareja, de familia, de trabajo, de equipo, de vida, Ted Lasso ha sido el mejor caballo de Troya para abordar la existencia en este tiempo pandémico y en una era humana en la que las conversaciones y perspectivas alrededor del deporte y la vida cambian y hace falta ponerlas sobre la mesa. En la “manera Lasso”, se va en contravía a “la letra con sangre entra”, y se habla de tolerancia, de aceptación, de depresión, de salud emocional, se confronta el machismo, se defiende una bandera de feminismo desde personajes usualmente pormenorizados. Bajo el disfraz de una comedia absurda, integra geografías y tonos del Reino Unido y Estados Unidos, sumándoles aires latinoamericanos, africanos, europeos, norteamericanos y más. Lasso es global y única en aprovechar una ciudad como Londres, donde coexisten todas las culturas, para abordar esos roces y abrazos, y establecer que ser un humano empático es clave para sobrevivir en este mundo.
Capítulos brillantes, además, como el tercero de esta última temporada, filmado en Ámsterdam, son joyas que a la vez aligeran el espíritu y profundizan en pensamiento, una virtud de enormes series que logró mantener hasta su final.
The Marvelous Mrs. Maisel, Prime Video
Muchas de las apuestas del streaming de Bezos han ido por el lado de la ciencia ficción y la acción, pero esta producción de época, de la pareja creativa de Amy Sherman-Palladino y su marido, Daniel (ella creó Gilmore Girls), confirmó la capacidad de Prime Video para ofrecer televisión de primer nivel, de prestigio, de inteligencia y de enorme valor estético.
La historia es la de Miriam Maisel, una joven mujer, esposa, madre, hija, nuera, que se rehúsa a vivir la vida común que se supone debe vivir para seguir su impulso y su talento en la comedia stand-up. Conocida como Midge, la vemos sortear el camino sinuoso de una mujer con opiniones y puntos de vista sustentados y muy graciosos en épocas de machismo rampante. Y, en ese proceso, parece multiplicarse para cumplir como la exesposa de Joel Maisel, la hija de Abe y Rose Weissman (pareja de padres judíos obsesivos), la madre de Esther y de Ethan, la nuera de Moishe y Shirley Maisel (padres judíos controladores), el ama de casa en la Nueva York de los años cincuenta y sesenta, y la compañera de aventura de su mánager y descubridora, Susie Myerson.
En sus cinco temporadas, que recién terminaron, la serie se prueba magnética por su incesante ritmo en los diálogos, en los hechos, en los movimientos de cámara y de personajes. Pero antes que marear a su público con tanto dinamismo, atrapa, lleva al televidente al viaje que se entiende y se vive coreografiado in extremis, y que es único por ello.
La serie parte de un guion inteligente, llevado a la vida por actuaciones sostenidamente loables de un reparto que mezcla talentos probados, como los de Tony Shalhoub, Marin Hinkle y Kevin Pollak, con el de actrices fuertes e hilarantes, como su protagonista Rachel Brosnahan y su colega Alex Borstein. Un hecho no menor es que esta serie es un gusto estético, un Mad Men en sobredosis de color. Porque ofrece, y seguirá ofreciendo a los curiosos que le den la oportunidad, un arte notable desde la paleta de colores que distingue sus etapas, desde los sets, la ambientación y el increíble vestuario.