En Jordán Sube, enclavado en el Cañón del Chicamocha, que vive del cultivo de la tierra, donde sus habitantes no pueden nacer porque no hay hospitales y no pueden descansar en paz porque no hay cementerios, hay historias de vida que hacía falta contar y un lugar de muchos matices, inspiradores y complejos por revelar.
A primera vista, cometiendo el error de asumir, se puede creer que son aburridas. Pero, al mirar de cerca, al ponerse en los zapatos de estas personas, conocer y compartir sus rutinas y vistas, se descubre el escenario fascinante (visual y humano) de un pueblo único que vivió la prosperidad, atraviesa ahora una realidad difícil, y subsiste por el empuje y espíritu de los locales.
En este municipio, en el que ahora viven poco más de mil personas, sumido por décadas en la violencia, la pobreza y el extenso mandato de una sola familia, se desarrolla la tercera temporada de la premiada serie El Cubo. Humanamente y visualmente, un trabajo imperdible en RTVC Play.
Mientras en sus dos temporadas iniciales planteó caminos de ficción, El Cubo aborda ahora un formato documental. Este implica un acuerdo tácito de que se está contando la verdad. Esto llevó a la producción a sumar todo lo aprendido en sus dos temporadas anteriores, ponerlo al servicio de la historia y simplificarlo al máximo. “No se hizo nada que no fuera una consecuencia de lo que propone la historia”, cuenta su director Juan Baquero. “Es tal vez como lo que hizo Steve Jobs con los computadores, y es tratar de hacer la cosa tan intuitiva que parezca simple, pero con una propuesta de interactividad, con un trabajo bestial de diseño y estrategia para que sea así: súper intuitiva”.
Las historias cuentan a Jordán Sube; las historias de su gente, que en 95 por ciento vive en la ruralidad; las vidas y rutinas de personas como Yenny Delgado, Diego Sarmiento, Soledad Silva, Juan de Jesús Estévez y Guillermo Prada, cuyas historias fueron escogidas pues representan valores y expresiones como el amor, la fe, el arte, la valentía y la libertad.
La visual también cuenta una parte de la historia y presente de Jordán Sube, a través de las increíbles imágenes que registra y presenta con un bello trabajo de edición. Así, este lugar ignorado por la mayoría de colombianos se va revelando un potencia destino turístico, porque goza de cercanía con el río Chicamocha, de quebradas cercanas y de majestuosos abismos. El paisaje es asombroso, y El Cubo se encarga de transmitirlo.
Juan Baquero, su director (y director de la plataforma RTVCPlay), explica así cómo llegaron a la idea. “Nos parece muy importante que los medios de comunicación no solamente se concentren en contar lo que ocurre en las grandes ciudades, en donde, en teoría, todo ocurre. Es nuestro deber como medio público contar todo Colombia, en especial un municipio como este, apartado, olvidado, con gentes que viven sus vidas y han apostado todo por quedarse allí. Uno no los puede dejar olvidados”.
Es nuestro deber como medio público contar todo Colombia, en especial un municipio como este, apartado, olvidado, con gentes que viven sus vidas y han apostado todo por quedarse allí
En este caso, Jordan Sube está representado por varios personajes, a quienes la producción asignó un valor a exaltar. En primer lugar, Yenny Delgado, bachiller, catequista, única hija de un matriarcado compuesto por su mamá y sus cuatro tías, quien a sus 38 años se identifica y representa la ‘libertad’. En primer plano también está Soledad Silva, concejal y agricultora de 34 años, que para los productores de la serie representa la ‘valentía’, pues “en medio de un huracán en el que parece imposible ver, ha redescubierto su propia fuerza”.
A ellas se suman Diego Sarmiento, de 39 años, agricultor, conductor y músico, que debe decidir si seguir su pasión o pagar las cuentas. Un descendiente de la carranga, Diego espera que el tiempo y dinero sean le alcancen para lograr sus aspiraciones de vida. Diego, para la producción, es ‘arte’. Otro personaje de a vida real es Juan de Jesús Estévez, sacerdote, que representa ‘fe’. A sus 35 años es el párroco del municipio siente ocasionalmente que tiene que mover montañas para hacer cambios importantes. Y él se propone dos misiones complicadas, quizás dignas de un ingenuo, un loco o un visionario.
Por último, El Cubo sigue en Los caminos de Jordán a Guillermo Prada, un pescador, agricultor y sobandero de 77 años que cada noche se despierta para espantar mosquitos como si fueran miedos (o a espantar miedos como si fueran mosquitos). Su historia de belleza, cuidado y fragilidad le significan representar el ‘amor’.
Jordán Sube estuvo dominado por el interés de un gamonal, una sola familia que por décadas se apoderó de la política y los presupuestos del municipio. Pero, sin resignación sus habitantes siguen dejando todo por sacarlo adelante.
“Yo no digo que ellos estén atrapados, pero sí inmersos en este universo que se mueve tan lento por cuenta de su historia. Jordán Sube es como un país chiquito, olvidado, sujeto a los episodios históricos de violencia que no les han permitido seguir adelante, con problemas de corrupción y en el que la gente toma la decisión de irse y buscar un mejor futuro en otras partes. Nos parece que es un espejo de Colombia en el que vale la pena mirarnos y ojalá reconocernos”.
Sobre la naturaleza de esta producción y sus intenciones, Baquero añade que contar esta historia es rendirle tributo al pueblo y a toda la Colombia olvidada. “Escogimos Jordán porque hacer El Cubo exige unas condiciones muy específicas, estábamos buscando una historia en la que estuvieran por lo menos cinco personajes cuyas vidas se cruzaran naturalmente a lo largo del tiempo y aquí ocurre eso, en la fiesta de la virgen patronal”.
Sobre El Cubo, un proyecto esencial
“El Cubo es una exploración respecto de cómo la interactividad puede abrir nuevas posibilidades de contar historias, bajo el entendido de que cuando uno está en ambientes no interactivos, lo que recibe es una versión única narrada por el contador de las historias. La premisa en las tres temporadas ha sido entregar una baraja completa de posibilidades al usuario para ser navegada al acomodo de cada uno”, explica Baquero.
En la primera temporada, la serie examinó una historia teatral hecha por Fabio Rubiano; en la segunda exploró una historia cercana al cine hecha por Valencia producciones y escrita por Mauricio Navas, y en esta tercera explora la misma idea, pero en el terreno documental. Y mientras que en las dos primeras se contaron historias de ficción, aquí se cuentan historias reales. “La idea ha sido respetar eso siempre, acercarnos con las herramientas propias del documental para ver cómo podía funcionar dentro de una idea como la de El Cubo”, dice Baquero.
Esta tercera temporada es el resultado de 10 meses de trabajo y más de 70 personas, un trabajo arduo que Baquero se propone hacer y contar por “algo muy esencial y profundo: el mundo está cambiando y las comunicaciones están caminando a una velocidad increíble, y si los medios no se lanzan a hacer presencia en esos otros espacios que se están generando, donde se están empezando a cocinar cosas, a crear contenidos para las nuevas audiencias que están apareciendo, uno corre el riesgo, como empresa y como medio de comunicación, de desaparecer, de dejar de ser relevante. Estamos haciendo presencia, abriendo camino. Con proyectos como este estamos innovando, proponiendo y afianzándonos en el imaginario de los colombianos como una opción moderna y relevante en términos de contenido”.