Pier Paolo Pasolini cumpliría 100 años el 5 de marzo. Poeta, escritor, cineasta, dramaturgo, crítico, actor, periodista, Pier Paolo Pasolini (“PPP”) dejó un corpus profuso, marcado por la investigación formal y el compromiso político. Una especie de evangelio escrito por un apóstol agnóstico, marxista y gay.
“Ante todo hemos perdido un poeta, y no hay tantos poetas en el mundo”. Fueron las palabras de su amigo Alberto Moravia, autor de Desprecio, durante el funeral oficial el 5 de noviembre de 1975, tres días después de su muerte.
En veinte años de actividad artística, Pasolini, comparado a menudo con Jean Cocteau o Jean Genet, provocó violentas controversias por sus críticas a la burguesía, la censura cristiana y la amenaza neofascista.
Sus versos, su prosa, su teatro, sus películas y sus múltiples crónicas constituyen una poética oscura en la que el amigo de Jean-Luc Godard y Federico Fellini cuestiona la modernidad de una Italia a la vez milenaria y adolescente.
Aún rural y pobre, el país comenzaba a descubrir los electrodomésticos, la televisión, el automóvil individual, pero también el desempleo, los barrios marginales, el lumpen.
“Lincoln abolió la esclavitud, Italia la restableció”, sentencia el protagonista de Accattone, su primera película realizada en 1961 sobre un proxeneta de los suburbios, con la que retrata el “milagro económico” desde el punto de vista de los rezagados y marginados.
“Buscó durante toda su vida un mundo arcaico, pre-industrial, pre-globalizado, que consideraba inocente”, explicó a la AFP su amiga, la escritora italiana Dacia Maraini, coautora del guion de Las mil y una noches (1974).
“Escandalizar es un derecho”
Pasolini gozaba de notoriedad en su país por sus colecciones de poemas (El ruiseñor de la Iglesia católica, La mejor juventud y sobre todo Las cenizas de Gramsci) cuando fue conocido en el exterior a través del cine.
Pasó del realismo (Accattone, Mamma Roma) a la adaptación simbolista (Boccaccio, Sófocles, Sade). Realizó en total 23 películas, incluyendo la transgresora Salò o los 120 días de Gomorra, una libre adaptación del libro del Marqués de Sade, ambientada durante la Segunda Guerra Mundial, y lanzada tres semanas después de su asesinato.
Dirigió también El Evangelio según San Mateo (1964), gran premio del jurado en el Festival de Cine de Venecia, Teorema (1968), Medea (1969) con Maria Callas, El Decamerón (1971), premiado en Berlín.
Sus novelas (Muchachos de la calle, Una vida violenta) hablan de su fascinación, su atracción por los jóvenes, por el particular lenguaje de los arrabales romanos que le recuerda la lengua materna de la región del Friuli y sus inicios como poeta dialectal. En “Teorema” desmonta una familia burguesa, con lo que ofrece un ejemplo de todo lo que le aterraba.
Su ciclo de novelas termina con la inacabada Petróleo, cuyas revelaciones contenidas en un capítulo supuestamente perdido podrían haberle costado la muerte, según una de las tantas teorías.
En su última entrevista, concedida en París a Philippe Bouvard, el 31 de octubre de 1975, Pasolini resume su credo: “Escandalizar es un derecho. Escandalizarse es un placer”.
Martirio o crimen político
Pasolini fue asesinado la noche del 1 al 2 de noviembre de 1975 en una playa de Ostia, cerca de Roma. Italia vivía los “años de plomo”. Terroristas rojos y terroristas negros perpetraban asesinatos y atentados.
Un joven prostituto de 17 años, Pino Pelosi, fue el único condenado al año siguiente por ese crimen. Sostuvo que se peleó con Pasolini porque rechazó sus insinuaciones sexuales. Años después cambió su versión, a la que nunca en Italia le dieron mucho crédito. ¿Delito de pandilleros aterrados o asesinato político-mafioso? Tal vez los dos a la vez. El enigma permanece intacto.
“Hubo dos interpretaciones simultáneas de su muerte, o un martirio totalmente acorde con su poesía y el lado oscuro y suicida de ciertos textos, o un crimen político”, analiza para la AFP el escritor francés René de Ceccatty, su biógrafo y traductor.
En cualquier caso, se lo reduce: “Convertirlo en una víctima política lo envejece, transformarlo en una víctima sacrificial empobrece su obra, porque supone un trabajo muy negro mientras que está llena de una desesperada vitalidad”, explica.
Se le rendirán muchos homenajes en los próximos meses, tanto en Italia como en el extranjero. Una retrospectiva de sus películas ha sido programada en Los Ángeles hasta el 12 de marzo gracias a un acuerdo entre Cinecittà y el Academy Museum of Motion Pictures.
Er Pecetto, el guardián del legado de Pasolini
*texto de Kelly Velásquez
Entre fotos, recortes de prensa, cuadros, libros raros y sobre todo recuerdos, Er Pecetto, de 79 años, hijo de un zapatero, se considera en Roma el fiel guardián de la memoria del poeta, escritor y cineasta Pier Paolo Pasolini, quien cumpliría 100 años el próximo 5 de marzo del 2022.
El pequeño taller de Silvio Parrello, más conocido con el apodo de Er Pecetto, amigo desde niño de Pasolini, es en realidad un santuario dedicado al gran intelectual italiano cuyas películas son constantemente estudiadas, diseccionadas y sus textos cada vez más analizados y traducidos en todo el mundo.
Situado en la ladera de la colina Monteverde, en el barrio Donna Olimpia, Er Pecetto declama con afabilidad capítulos enteros de la primera novela de Pasolini, “Ragazzi di vita”, (Muchachos de la calle, 1955), sobre la vida en los años 50 en los suburbios de Roma, con la que inició su exitosa carrera de narrador y ensayista.
“Conocí a Pasolini aquí en el campo de fútbol, porque él, cuando tenía algo de tiempo libre, venía siempre a jugar fútbol. Es que vivía a trescientos metros de nuestra casa, en via Fonteiana, 86″, cuenta Parrello mientras señala una pila de fotografías amarillentas en blanco y negro.
En medio de sus delicadas y alegres pinturas de arte naif, Parrello rememora la jungla de personajes del primer libro de Pasolini, en el que figuraba como uno de los muchachos pobres de esa Roma invadida por gente hambrienta de toda Italia, que intentaba salir de la miseria dejada por la guerra.
“Fue alguien muy importante para la cultura italiana, para la cultura mundial.... Supo adelantarse en al menos medio siglo a los acontecimientos. La vida que estamos viviendo ahora la había descrito varias veces. La escribió y reescribió”, explica.
Er Pecetto junto con otros niños como él veían a Pasolini escribir en un cuaderno sentado al borde del campo de fútbol, donde jugaba con ellos o los acompañaba a pasear por el Tíber, cuando el río todavía se podía atravesar.
“Cuando salió el libro la gente del barrio quería golpearlo para darle una lección, pero logramos explicarles que denunciaba una realidad, que nos ayudaba”, cuenta.
Un pequeño Pasolini
En este año de conmemoraciones, este “chico” de casi 80 años, apasionado por el ciclismo y que los domingos llega a recorrer hasta 150 kilómetros, siente que es el único en la capital italiana que conserva y difunde la memoria de Pasolini, ya que el centro de documentación dedicado a su prolífica obra se encuentra en Bolonia.
Era una “persona incómoda para el poder”, resume Parrello, que si bien no tiene títulos de estudio, conoce a fondo los planteamientos de Pasolini contra la economía dominada por especuladores, multinacionales, agencias de calificación, la modernidad individualista, denuncias que sostiene le costaron la vida.
“El crimen de Pasolini fue un crimen de Estado, había denunciado y divulgado los nombres de los instigadores de los atentados de entonces y del asesinato de (Enrico) Mattei”, el fundador de ENI, la empresa de petróleos estatal, que competía entonces con las poderosas multinacionales.
“Claro que fue un crimen político”, comenta Er Pecetto, quien se unió al coro de voces que en 2010 pidió la reapertura de una investigación sobre el brutal asesinato del reconocido poeta y cineasta en una solitaria playa de Ostia, por el que fue condenado un joven homosexual de 17 años con el que había tenido relaciones sexuales.
“Mis denuncias fueron todas desestimadas”, dice Parrello, quien estuvo en el lugar del crimen y está convencido de que Pasolini fue asesinado en una emboscada premeditada ese fatídico 2 de noviembre de 1975 y no por su homosexualidad.
“Yo tengo el coraje de Pasolini. Por supuesto que no tengo su mente, de lo contrario ya me habrían matado. Soy un pequeño Pasolini”, confiesa con el mismo tono con el que el poeta y cineasta escandalizaba tanto a los católicos como a los comunistas con su crudo realismo.