Título original: The Age of Adaline País: Estados Unidos Año: 2015 Director: Lee Toland Krieger Guion: J. Mills Goodloe, Salvador Paskowitz Actores: Blake Lively y Michiel Huisman Duración: 112 min Estamos acá ante un cuento de hadas no como los de antes, con sus oscuridades y crueldades, con su imaginativa sed de sangre, sino con una versión inocentona, más tranquilizadora que cualquier otra cosa. Hasta el elemento sobrenatural que le sirve de punto de partida resulta explicado por una voz en off, grave y masculina, que le da un barniz científico como para que nadie se sienta molesto con la idea de que los eventos inexplicables existen y, por definición, lo hacen sin necesidad que nadie los justifique o los pueda entender. Así, antes que hablar de un milagro, la película prefiere hablar de un “principio de compresión de electrones en ácido desoxirribonucleico” que se descubrirá en el año 2035 para justificar el fantástico hecho de que Adeline (Blake Lively), la protagonista, haya dejado de envejecer en 1937. En otra película u época, esto podría haber sido causado por una bruja o un talismán poderoso, pero acá tenemos que contentarnos con una teoría científica del futuro que le permite a la protagonista andar relativamente tranquila por la vida, sin buscar brebajes u otras brujas que contrarresten el encantamiento, porque esas cosas no existen. Aunque no hay magia, sí hay incomodidades burocráticas que resultan inescapables: cada década debe cambiar de nombre y ciudad, para no despertar las sospechas de algún organismo gubernamental interesado en gente inmortal. Hay una segunda incomodidad más personal: está sola, algo que, como han señalado décadas y décadas de comedias románticas, es lo más triste que le puede suceder a alguien. Una hija que ahora parece su abuela pone el dedo rudamente en la herida. “No tienes que estar sola por siempre”, le dice. “¿No extrañas tener a alguien a quien amar?”. Pero, a pesar de haber vivido tanto, Adeline responde más como una veinteañera que como un sabio centenario: “No es lo mismo cuando no hay futuro”. Lively tiene una belleza clásica, salpicada de melancolía, que le da algo de plausibilidad a la fantástica premisa de la película. Y el escenario donde ocurre –el San Francisco del presente– se ve hermoso y lleno de historia, bañado permanentemente por la luz cálida del atardecer, sin relación con turbulencias tecnológicas o fortunas ligadas a internet. La única referencia a esto último es Ellis Jones (Michiel Huisman), el príncipe azul que se le aparece en el camino a Adeline y que la obliga a replantearse su resignación a una soledad eterna. Jones resulta ser un tipo barbudo, sensible y musculoso quien, además de haberse vuelto millonario gracias a un algoritmo, disfruta de empañetar las paredes y tender las redes eléctricas de su gigantesco apartamento. Hay algo dulce en la premisa de El secreto de Adaline, que logra por momentos crear un ambiente de ensoñación benigna y transmitir una tristeza etérea. Pero el hecho de que la única cualidad que puede imaginarse para su personaje centenario sea ganar en un juego de trivialidades históricas, hace evidente que estamos ante una visión terriblemente limitada. Cartelera **** Excelente  ***½ Muy buena   *** Buena   **½ Aceptable  ** Regular  * Mala Ella *1/2 Cinta colombiana que retrata a los pobres como seres lastimeros sin recursividad ni sentido común. No confíes en nadie *** Un daño cerebral hace que una mujer olvide cada mañana lo sucedido el día anterior en este thriller efectivo con Nicole Kidman. Las nubes de María *** La relación entre una actriz famosa de 40 años y su asistente sirve para que Olivier Assayas explore las dificultades de no ser tan joven. Gente de bien ***1/2 Película colombiana sobre las tensiones sociales que nos rodean a través de la relación entre un carpintero, su hijo y su patrona.