Caída la noche, Thomas Mars pidió a la producción encender las luces amplias para poder ver a su masivo público en Colombia antes de hablarle...
Mars es cantante de Phoenix, la banda francesa que, en inglés y con su especial de mixtura de indie rock, synthpop y toques de “músicas del mundo”, se hizo un fenómeno global del siglo XXI, consolidándose como la banda de rock más grande del país galo.
Lucía visiblemente emocionado, y el público no era ajeno al momento. Transmitía por su lado electricidad y anticipación notables, esperando corear las enormes canciones “viejas” como “1901″, a las que no les pasan los años, y las grandes canciones nuevas que mueven genuinamente el esqueleto (escuchen “Ti Amo”, si tienen duda alguna).
Después de todo, había pasado una década desde que los europeos habían tocado en este país por primera vez, en el marco del mismo Festival Estéreo Picnic (que, en ese entonces, tenía lugar en el Parque 222 y ofrecía dos escenarios).
Ese 3 de abril de 2014, la banda cerró la primera jornada de una de las mejores ediciones de la historia del evento (siguiendo a Nine Inch Nails). Y, ¡Oh, sorpresa!, en 2024 regresó para hacer lo mismo: sumar su poderosa cuota en hacer de la edición una inolvidable. Y sí que lo fue, por conciertos como este, el viernes 22 de marzo, en la enorme Plaza del Parque Simón Bolívar dispuesta como nunca antes pero rockeando al máximo como tantas otras.
Mars pidió las luces y se iluminó la vasta congregación en el Simón, entre la cual se sentía un enorme alivio. Pocos minutos atrás, se habían superado los inconvenientes técnicos que obligaron a la banda a detenerse tras su primera canción, su megahit “Lisztomania”. La pausa, por obvias razones, generó zozobra entre banda y público. Pero no duró, y quizá sirvió para apreciar mucho más lo que vino.
El cantante se pronunció después de “Lasso”, cuando a la gente ya le había vuelto el alma al cuerpo y a la banda ya le había regresado el audio a sus oídos. Cuando ya ambos sabían a qué tipo de concierto se atenían, uno increíble, lleno de energía, cargado de éxitos y de nuevas composiciones que, lejos de apagarlo, encendieron más el ambiente.
“Hace diez años tocamos acá; y era menos gente pero fue genial. Ahora volvemos al concierto más concurrido en el que hemos tocado. ¡Gracias por venir!”, dijo el francés entre aplausos y vítores.
Y entonces no paró nunca más, la banda, desde la voz de Mars, desde las baterías emocionales en golpes y acentos de Thomas Hedlund (baterista sueco), los bajos tramadores y ondulantes de Deck d’Arcy y desde el tándem de guitarras de los hermanos Laurent “Branco” Brancowitz y Christian Mazzalai.
Entre sus rasgados y sus punteos de melodías finas, estos dos crean un tapiz sonoro virtuoso, más apreciable aún en vivo. “Branco”, además, suma incursiones en pianos que se suman a los del teclista para ofrecer más y más capas y matices increíbles a la música.
En últimas, en el corazón de Bogotá, Phoenix ofreció una fiesta musical llena de baile rock pop, caras felices, talento excepcional y visuales asombrosas y variadas. Porque estas abarcaron a veces lo teatral retro, con imágenes de un castillo estilo Versalles, de donde son originarios, y también los llevaron a sumar en escena un hombre de capa oscura y máscara (salido de la película Eyes Wide Shut). La mayor parte del tiempo, sin embargo, ofrecieron pasajes de un colorido maravilloso, ostentando un despliegue luminoso impresionante.
La pista inicial del su LP más reciente sonó genial
Al final del concierto, en medio de la emoción y de la catarsis, Mars buscó a su público para adentrarse en él. Se propuso caminar entre la gente y también encima de la gente. No pisotearles, no, caminar apoyándose en hombres y mujeres de todas las edades, que lo llevaron y lo cuidaron con su marea colectiva. Y, al fin, después de mucho intentar, logró erguirse en pie entre la masa y le pidió a la plaza entera que se expresara con los brazos arriba, dejando un momento para el recuerdo.
Después de los inconvenientes, el ave Fénix batió las alas de su música sin respiro y llevó a la gente al júbilo con su increíble setlist. Lo hizo, además, sin afán alguno de dejar el escenario, porque recuperó los minutos que perdió en el percance inicial (lo cual, en 2014, no hizo Nine Inch Nails). La banda gozó del momento tanto como lo hizo el público, y quienes lo presenciaron y participaron jamás lo van a olvidar.
Los hermanos Brancowitz/Mazzalai
Antes de este show espectacular que entregaron en el Festival Estéreo Picnic 2024, tuvimos la oportunidad de sentarnos con los guitarristas de la banda, en la zona de comidas en la que aguardan al momento de tocar.
Quizá por ser hermanos, quizás por su oído complementario, estos dos consigue una simbiosis admirable. Mientras Laurent “Branco” Brancowitz suele pasear con su guitarra o su pequeño organito el piso rítmico incesante de su hermano, Christian Mazzalai rasga su guitarra con entretenido y virtuoso frenesí.
Sobre Colombia, los conciertos y la música hablamos con ellos. Esto nos dijeron.
SEMANA: Vinieron a Colombia en 2014, a otro Estéreo Picnic, ¿qué memoria particular les dejó ese concierto y este país?
“Branco”: Me quedaron tres tipos de recuerdo. El primero, que las frutas aquí son magníficas. Y nosotros adoramos las frutas, las consideramos regalos de la naturaleza. La segunda memoria que se me viene a la cabeza es que hicimos un concierto genial que nos exigió tener tanques de oxígeno cerca, algo que fue extrañamente entretenido. Y recuerdo también que el público estaba loco...
Christian: Fue casi peligroso ese concierto. Fue demasiado efusivo, demasiado “Waaaah”. Fue genial.
SEMANA: Han estado de gira por casi tres décadas, ¿han visto cambios en la escena para bien?, ¿para mal?
Christian: Cuando empezábamos, cuando éramos adolescentes incluso, nos sentimos levemente desconectados del resto de la escena. Y, la verdad, eso no ha cambiado con el paso del tiempo. Ahora, creo que en los festivales, desde hace un par de años, vemos a más bailarines que cantantes, y es algo curioso.
SEMANA: Es un mundo distinto, de mucha apariencia... hablando de eso, ¿qué tal les va en el juego de las redes sociales?
“Branco”: Creo que lo jugamos bastante mal, pero hay cosas por aprender de lo que ha sucedido con las redes. Porque nos gusta cuando los intermediarios desaparecen, cuando las relaciones son más directas con la gente. Más allá de eso, no somos muy fuertes en las redes nos parece ligeramente deprimente esa escena.
Christian: Y también sería muy deprimente ver que las cosas no cambian, que todo sigue igual...
SEMANA: Tocan en contados minutos. Cuéntenos sobre cómo arman la lista de canciones entre sus muchos éxitos y su material más reciente; ¿alguien se encarga?, ¿la hacen todos juntos?
“Branco”: Es el único tema sobre el cuál podemos chocar, pelear...
SEMANA: ¿Este?, ¿en serio?
Christian: Nos peleamos fuerte en Argentina, ¡por una canción! Una canción fue suficiente para encender la disputa…
SEMANA: ¿Quién perdió?
Christian: ¡Yo perdí!
“Branco”: Todos perdimos... jaj
SEMANA: Radiohead es reticente a tocar “Creep”, su primer superéxito global, ¿qué relación tienen ustedes con sus éxitos?, ¿qué tanto quieren “Lizstomania”?
“Branco”: Tenemos la fortuna de apreciar nuestras canciones más célebres. Nos gustan mucho, y sabemos que no es el caso para todos los artistas. Por eso, es una fortuna, porque debe ser difícil tener que tocar una canción que no se sienta o cierta o justa. Comprendo a Radiohead—lanza con leve ironía—, ¡debe ser terrible sentir eso! Por otro lado, creo que “Lizstomania” nos presenta muy bien, y nos pone contentos sentirla así.
Christian: ¡La tocamos todo el tiempo! Es la canción que hemos tocado siempre desde que la escribimos.
“Branco”: Miles de veces...
Christian: ¡La adoramos! Y cuando hacemos nuestra prueba de sonido, es la canción que tocamos. La habremos tocado unas dos mil veces...
SEMANA: ¿Qué les da satisfacción de ser artistas en este siglo XXI?, ¿qué los tira para abajo?
“Branco” (lo piensa unos segundos): El placer de la creación sigue intacto. Crear implica mucha presión, suele ser difícil, pero cuando funciona se siente muy bien. Y, ubicándome desde el lado de quien escucha, siento que el poder de la música también sigue intacto.
SEMANA: ¿Qué música de estos días los mueve?
“Branco”: Te daré un contraejemplo. En el vuelo que tomamos de Chile a Argentina, vimos un documental sobre Antonio Carlos Jobim y Elis Regina, Elis & Tom, porque estos días veo películas casi que exclusivamente en los aviones. Y me pareció fantástico el docu. Mientras se desarrollaba, caía en cuenta de que para mí no hay emoción más profunda que la que entrega la música. Sé que depende de cada persona, para algunos es el deporte, para otros es montar a caballo, pero, para nosotros que crecimos juntos, es la música. Y noté que el documental me ponía la piel de gallina permanentemente. Fue una maravilla, y me alegró sentir eso, porque sin sentirlo la vida sería muy triste.
Para mí no hay emoción más profunda que la que entrega la música
Christian: Cuando llegábamos acá, al Parque, me llamó la atención un adolescente escuchando música mientras esperaba el bus en la calle. Me quedé viéndolo, moviendo sus piernas al ritmo de lo que escuchaba, y pensaba que para alguien así, joven, como lo fuimos nosotros, la música vale oro. Sin la música, la vida sería horrible. Recuerdo mi vida en ese momento, de adolescente, y la potencia con la que me impactaba lo que ponía a sonar. Y eso no ha cambiado mucho, es diferente en las formas pero el sentimiento es el mismo.
Sin la música, la vida sería horrible. Recuerdo mi vida en ese momento, de adolescente, y la potencia con la que me impactaba lo que ponía a sonar
SEMANA: Las bandas son como los matrimonios, algunas funcionan, algunas no, y en otras hay que trabajar las dinámicas para que puedan seguir adelante. ¿Han cambiado mucho sus formas de componer como banda?
“Branco”: Hemos afinado un proceso. Convenimos escribir juntos todas las canciones y compartir el momento de creación. Es decir, primero tocamos juntos sin mucho pensarlo, luego escuchamos lo hecho y partimos de ahí.
Nuestro proceso de composición es muy largo, pero guarda un poco el espíritu de composición del free jazz. Y creo que ese es el secreto de nuestra longevidad, que compartimos ese momento y eliminamos la decepción
Es un proceso muy largo, pero guarda un poco el espíritu de composición del free jazz. Y creo que ese es el secreto de nuestra longevidad, porque, en el fondo, no hay lugar para ese momento en el que uno de nosotros llega con una idea y el resto le diga que no es suficientemente buena. Eso pasa en muchas bandas. Evitamos esa decepción. Con nuestro método, sentimos los momentos en los que conectamos, esperamos que la emoción colectiva suceda para seguir.
SEMANA: ¿Llegaron a este método o lo decidieron desde el principio?
“Branco”: Fuimos llegando...
Christian: Nos tomó unos cuántos álbumes... dos o tres...
SEMANA: Si sus versiones jóvenes los vieran ahora, músicos haciendo discos y giras mundiales, ¿qué pensarían?
Christian: Justo ayer, mientras cenábamos, hablamos de esto, de cómo estamos viviendo el sueño que tuvimos de adolescentes. Y eso implica conocer un país del otro lado del planeta; eso nos implica a nosotros venir a Colombia desde Francia, no simplemente como turistas, venir con una misión.