El precio que la pintora expresionista colombiana Débora Arango ha debido pagar por todo su trabajo es muy alto. El mismo que pagan los artistas "malditos", proscritos por la sociedad que no sabe digerir la realidad de sus obras. Sus entierros han sido en vida y así mismo la pintora Débora lo ha entendido porque "el arte es asesino, es pasión y venganza". Quizás por esa forma distinta de ver, es que la pintura se confunde con su vida. Como ya lo diría el poeta Oscar Wilde: "Todos nosotros recorremos el camino de la vida buscando su secreto: pues bien, el secreto de la vida está en el arte". Y ese camino de la vida marcado por la idolatría de los colores, le ha dejado algo en claro y es que "el color es también la intensidad de un dolor".La primera exposición en la cual Débora Arango ganó el primer premio de pintura fue auspiciada por los Amigos del Arte y realizada en el Club Unión de Medellín en el año de 1939. El fallo del jurado fue un rotundo escándalo en la ciudad austera de las montañas, y sus "desnudos paganos" le merecieron toda clase de críticas y comentarios, especialmente provenientes de la prensa católica. Como los del periódico La Defensa que, en noviembre de 1939, desató la jauría moralista al reseñar la exposición del Club Unión. Sobre las obras de Débora Arango Pérez, pintora alumna del Maestro Eladio Vélez y Pedro Nel Gómez, se comento: "con una negación de valor que hace pensar que la artista sólo quiso dar a su obra únicamente los brochazos lúbricos que encierra la llamarada cantarina de la rosa, obra impúdica que firma una dama y que ni siquiera un hombre debiera exhibir, pero ni aún pintar". La pintora respondería a la polémica desatada diciendo que "el arte como manifestación de la cultura nada tiene que ver con los códigos de la moral. El arte no es amoral ni inmoral. Sencillamente su órbita no intercepta ningún postulado ético".Desde entonces, Débora Arango fue desterrada y durante 40 años sufrió la segregación y el encierro en su casa de Envigado. Por eso, cuando le fue otorgado un premio de la Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia a las Letras y las Artes, que la reconocía como uno de los principales valores de la plástica, Débora exclamó: "Los que no quisieron ver ya no verán". Y un volcán en secreta erupción estalló en llanto. "Con todo, mi esperanza es muy grande. En ella me refugio. Me tengo fe y espero el tiempo que viene, con verdadera tranquilidad. Pero me fui por un lado distinto".Durante todo este largo período de tiempo su reclusión fue tal, que el nombre de Débora Arango desapareció en la segunda edición del Diccionario de Artistas Colombianos de Carmen Ortega. En el año de 1940 se trasladó a Bogotá, para exponer en el Primer Salón de Artistas Colombianos bajo el patrocinio de la Extensión Cultural del ministerio de Educación. La exposición de acuarelas de la pintora Débora Arango fue oficialmente inaugurada por el entonces ministro de Educación Dr. Jorge Eliécer Gaitán en el Teatro Colón y con palabras de presentación del poeta Eduardo Carranza y el doctor César Uribe Piedrahita. El doctor Piedrahita, diría en la presentación oficial: "Quién iba a suponer que de un rincón de la montaña austera, de un ambiente timorato e hipócrita viniera una niña artística, pintora de grandes figuras, expuestas en atrevidos desnudos e iluminados con la clara luz de la naturaleza inocente".No así hablaría de la exposición el senador Laureano Gómez quien, en un debate del Congreso de la República en octubre de 1940, hallaba que los cinco fundamentos de una verdadera patria (Dios, fe, derecho, seguridad y bien) habían sido irrespetados por los gobiernos liberales. Alegaba como una de las conspiraciones contra ellos, "las exposiciones pictóricas de índole pornográfica que se han hecho en el Teatro Colón".Por eso hoy, en 1984, cuando el Museo de Arte Moderno de Medellín presenta para toda Colombia las 205 imágenes que poblarían el silencio de Débora Arango, ella sigue admitiendo el solemne augurio de una gitana andaluza: "El futuro no existe, es nuestra ceguera interior quien nos cierra, cual compartimientos, el eterno presente tatuado ya en nuestras líneas y diseñado en el matemático y riguroso movimiento de los astros".