Ya estan en el aire los primeros resultados del plan de Focine que permite ver en televisión obras realizadas por cinematografistas. Ya han sido programados "San Antoñito", "Aquel 19", "Aroma de muerte" y "El papá de Simón" que pasará el miércoles 26.Yo pensé que "Aquel 19" iba a convulsionar un poco el ambiente por lo interesante del tema y la forma cruda con que está contado. Cruda pero muy poética en el ambiente del Cali años 60, de los jóvenes que quieren romper unas reglas sociales, intención de ruptura que no es producto de análisis retóricos sino de una vivencia. Porque Rosa y Alberto no quieren sino amarse, esa es toda su fuerza e interés, lo que explica que sin patetismos tomen la decisión de morir después del amor, y que su muerte provoque esa reacción entre sus amigos.Al terminar de ver la creación de Umberto Valverde y Carlos Mayolo se tiene la vivencia, como la hemos tenido todos ante muchos programas, de lo que pasó ya y que no se volverá a programar y que uno quisiera recomendarle a los amigos: no se lo pierdan, como hacemos con las películas y las obras de teatro. Ahí está todavía en cartelera "Amadeus" y es tiempo de ir el que no la haya visto. Pero en televisión no, en televisión lo que pasó, pasó. En la pantalla chica no se volverá a ver la historia de Rosa y Alberto, dos jóvenes caleños de los años 60 que se amaron, hicieron el amor y murieron, o la historia de un grupo de jóvenes caleños de los años 60 que comprendieron --al ver la muerte de Rosa y Alberto- toda la fuerza de protesta y rebeldía que hay en un acto de amor.El primer impacto de "San Antoñito" son los rostros nuevos, tantos actores nuevos a la vez, pocas veces se había visto en T.V. El segundo fue ese costumbrismo de Carrasquilla construido con detalles en la imagen: el despertar del pueblo visto a través de las pequeñas acciones que ejecuta diariamente misiá Aguedita. La forma de ir presentando los personajes y las relaciones entre ellos. Damiancito, el joven con cara de santo del cual pronto comienza uno a sospechar: ¿serán ciertos los benditos y alabaos que le lanzan las mujeres por las calles o las dudas que expresan los hombres? ¿Sería casual el encuentro con las mujeres que se bañan en el chorro de la quebrada? Así va avanzando el primer episodio de "San Antoñito" (guión de Pepe Sánchez y Dunav Kuzmanich, dirección de Pepe Sánchez), mezclando el costumbrismo con una intriga tenue pero lo suficientemente fuerte como para despertar el interés en algo que se convierte en la pregunta clave: ¿qué será Damiancito, un santo o un avivato? ¿Qué irá a hacer cuando llegue a Medellín? Los problemas comenzaron en el segundo episodio. Quizás lo más molesto fue la imagen. Me dicen que la copia es perfecta y que el problema fue de emisión, o sea de la graduación en el momento de emitirla al aire. Lo cierto es que a veces no se distinguía quién era el que estaba hablando o cuál de las mujeres de la pensión era la que venía por el corredor. Y eso incomoda mucho al televidente. Ahí habría que discutir algunos factores de color y de encuadre que no interesan mucho aquí. Pero no fue solo cuestión de imagen sino de desarrollo: pasados los primeros momentos en que se conoce el nuevo ambiente, Medellín y la pensión de las señoritas del Pino, el costumbrismo comienza a agotarse, a hacerse repetitivo y fácilmente el espectador siente que no está pasando nada, que la obra no avanza. En realidad sí está avanzando, sólo que el interrogante planteado en el primer episodio cambió: ahora lo que interesa es esa atmósfera de tensión sexual en las mujeres, sobre todo en Fulgencia y en Candelaria, la criada. Una atmósfera hecha de miradas, de pequeñas acciones muy sutiles. Algo que se va percibiendo como trasfondo de ese espacio cerrado y rutinario de comidas y rezos. El problema estuvo en abandonar tan radicalmente el interrogante sobre la personalidad verdadera de Damiancito y en haber prescindido de situaciones que hicieran avanzar la obra en el terreno del argumento. Extraña mucho esto en un autor como Pepe Sánchez con tanta experiencia en televisión, pero se puede justificar pensando que "San Antoñito" se planeó más para cine que para televisión. Yo creo que la obra vista en cine gana muchísimo porque se perciben mejor esos detalles que son los que construyen la fuerza y el interés de los episodios segundo y tercero, que fueron los que presentaron el bache.En el tercer episodio están los momentos fantásticos de las clases de preceptiva literaria que le da Damiancito a Lucero, la hija de doña Rebeca, la protectora del aspirante a santo (al menos aparentemente). El cuarto episodio recupera la dinámica al retomar el problema de la identidad de Damiancito y descubrirnos que se trataba de un vividor que tuvo engañadas a sus benefactoras durante años.La obra en ningún momento se queda en lo costumbrista. Se puede analizar como expresión de los valores de una época, como historia del paso por la adolescencia en un tiempo en que lo religioso pesa fuertemente, como estudio de las funciones señaladas por una sociedad a los hombres y a las mujeres. Ese es uno de sus meritos, junto con el de haberle dado vida a uno de los personajes clásicos de nuestra literatura, el Damiancito del cuento de Carrasquilla, y haberlo hecho de una forma creativa, interpretándolo, sin calcar la descripción y el desarrollo que se encuentra en las páginas del cuento original."Aroma de muerte", de Heriberto Fiorillo, tiene el valor del experimento, de lanzarse a probar lo difícil, lo que corre el riesgo de chocar con los mecanismos acostumbrados mediante los cuales el televidente reconoce lo que se le está contando. En otras palabras, lo que le exige al espectador. Juega con los tiempos sin utilizar los recursos que explicitan cuándo estamos en presente y cuándo en pasado.Es la historia del agente Mendoza y el sargento que averiguan por qué la casa de Arcesio huele a muerto. Pero es también la historia de la muerte de Arcesio después que don Chema le entregó a su hija, Inesita, para que la tomara por mujer. O la historia del inspector de Cascajal que renuncia a sus funciones, al experimentar que su lógica no tiene nada que hacer con las leyes jamás escritas que imperan en esa región de la costa. O la historia de un pueblo que comienza a rebelarse contra esas leyes que les han controlado sus vidas y posesiones durante mucho tiempo.Todo es interesante, muy interesante, pero... volvemos al problema del cine y la televisión, que parece muy abstracto pero que a la hora de la verdad tiene repercusiones muy concretas: en la pantalla de televisión molesta muchísimo que no se vean las caras, no saber quién es el que está ahí (a no ser que se note que es intencional, que se pretende ocultar la identidad del personaje como parte del misterio o suspenso). Causan esos silencios prolongados del sargento y el agente que recorren el pueblo sin que haya ninguna información nueva, nada que haga centrar la atención en la imagen. Fastidia también ese tipo de diálogo literario, calculado. Muy discutible también ese "realismo magico caribeño" creado a la fuerza, con base en expresiones en sí mismas "mágicas" que se vuelven como especie de adivinanzas y acertijos. O esa preocupación por los diálogos críticos que salen de personajes que no han sido definidos como para que digan esas frases analíticas sobre la realidad política o económica del país. Sin embargo, y no es para endulzar la pildora, me parece que estos problemas pierden importancia ante el aporte del lanzarse al riesgo, a probar formas narrativas. No quiero decir que esto se lo estén enseñando los cinematografistas a la gente que desde hace años trabaja en televisión, sino que es muy bueno y saludable que lleguen refuerzos.--Hernando Martínez Pardo