Un 18 de septiembre de 1960, en la Iglesia Bautista de Caguas, un mensaje resonó a través del púlpito. El pasaje en cuestión era Marcos 10:13-16, y el orador se centró en responder a una pregunta fundamental: ¿Qué pide Jesús para poder entrar al Reino de los Cielos? Esta antigua prédica, aunque datada, sigue siendo relevante en su esencia, ya que toca aspectos fundamentales de la fe y la espiritualidad que siguen siendo atemporales.

Santo Rosario. | Foto: Nyul - Getty Images

Indignación como reflexión de valores

El pasaje bíblico se inicia con una nota de indignación. Jesús, en ese momento, se enoja porque los discípulos están impidiendo que los niños se acerquen a él. Esta indignación se interpreta como una manifestación de la preocupación de Jesús por el comportamiento humano y la pureza de la adoración. En ese momento, los mercaderes habían convertido el templo en un lugar de negocios y lucro personal, y Jesús los echó con un látigo, citando: “Mi casa, casa de oración será llamada, y vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”. Aquí, la indignación de Jesús se dirige a la falta de autenticidad en la adoración, enfocándose en la importancia de que la adoración sea pura y sincera.

Además, Jesús se indignó ante los fariseos hipócritas, quienes priorizaban las ceremonias religiosas vacías sobre las necesidades humanas genuinas. En estos ejemplos, vemos que lo que provocaba la indignación de Jesús era la hipocresía y la maldad de los seres humanos, en lugar de las ofensas personales. Esta distinción resalta la pureza de sus motivaciones y su enfoque en lo que realmente importa en la vida espiritual.

Algunos creyentes dejan todos sus deseos bajo el poder de Dios. | Foto: Getty Images

1. La actitud de un niño: Jesús destacó la importancia de acercarse a Dios con la humildad y la pureza de un niño. En este contexto, ser como un niño significa ser dependiente de Dios, sin orgullo ni autosuficiencia. Para entrar al Reino de los Cielos, debemos despojarnos de la arrogancia y la autosuficiencia, y abrazar la humildad y la dependencia en nuestra relación con Dios.

2. Receptividad y curiosidad: Los niños son naturalmente curiosos y receptivos a nuevas ideas y experiencias. Del mismo modo, para entrar al Reino de los Cielos, debemos ser receptivos a la verdad espiritual y estar dispuestos a aprender y crecer en nuestra fe. Mantener una mente abierta y estar dispuestos a recibir las enseñanzas divinas es fundamental.

3. Indignación ante la injusticia: El mensaje también nos recuerda que Jesús se indignó ante la injusticia y la hipocresía. Esta indignación se traduce en un llamado a no ser indiferentes ante las injusticias que afectan a los demás. Para entrar al Reino de los Cielos, debemos ser sensibles a las necesidades de los demás y estar dispuestos a tomar medidas para abordar las injusticias en el mundo.

Algunos creyentes prenden velas mientras oran. | Foto: Getty Images

4. Autenticidad en la adoración: El mensaje señala la importancia de la adoración pura y sincera. Jesús se indignó cuando vio que el templo se había convertido en un lugar de negocios y lucro personal en lugar de ser un lugar de adoración genuina. Esto nos recuerda que la adoración auténtica es un requisito para entrar al Reino de los Cielos. Debemos adorar a Dios con sinceridad y devoción, evitando la hipocresía y las prácticas vacías.

Para poder entrar al Reino de los Cielos, Jesús nos pide que seamos como niños en nuestra actitud: humildad, dependencia, receptividad y una indignación justa ante la injusticia. Además, nos insta a adorar a Dios de manera auténtica y sincera. Estas lecciones atemporales nos guían en nuestro viaje espiritual y nos recuerdan que la fe genuina se basa en la relación con Dios y en el compromiso con la justicia y la verdad.