Anthony está en la cocina. La cocina que conoce. En la radio suena Casta Diva (La Scala, 1960); siempre al límite de romper los cristales, la voz de María Callas vibra alto. De buen ánimo, Anthony deja la bolsa de lo que recién compró en la mesa, pero siente algo. Apaga la radio, va al corredor y pregunta si hay alguien ahí, insistentemente. Podría jurar que había alguien ahí.
Esta es de las pocas escenas de The Father que muchos podemos entender porque la hemos sentido, vivido. No por eso deja de ser tensa. The Father (El Padre), una película tan desconcertante como brillante, seis veces nominada al premio Óscar, se estrenó en salas de Cine Colombia.
Un juego dramático
The Father nació como una obra de teatro en la mente de Florian Zeller, un prodigio del teatro francés e internacional. Le Père fue un éxito en Francia y también cosechó premios en sus adaptaciones en Inglaterra y Estados Unidos. El resto de sus obras (suma más de diez), han sido muy exitosas, y algunos críticos llamaron a Avant de s’envoler (2016) la mejor obra del siglo en curso. Pergaminos no le faltan a un creador nato.
En su primera película, el parisino de 42 años aborda la demencia senil, una condición que, con el paso del tiempo, se hace más difícil para quienes la padecen y para quienes los adoran y rodean. Por eso, Zeller pone sobre el tapete esas decisiones duras que estos deben tomar para seguir con sus vidas. Puesto así, el proyecto toca las bases obvias para las películas sobre un padecimiento, pero, por la manera en la que lo hace, The Father rompe el molde. Es mucho más que eso.
El director la plantea como una “experiencia” antes que un tratado sobre la demencia: así evita que se encasille a su obra y, a la vez, propone un juego narrativo. Este tiene lugar, especialmente, en un apartamento. ¿Uno? Quizá son dos, más, o quizás ya ni es apartamento.
Con sensibilidad artística y control total de autor (porque nadie más en ese set entendía bien lo que sucedía), esta producción conjuga tonos dramáticos y toca humores negros (quizás más obvios para quienes detectan un humor ácido, casi absurdo). En esta obra de arte cinematográfico mayor percibimos fluctuaciones bruscas y momentos de gracia que dan paso a arrebatos de alteración y dolor; es el tipo de cinta que, al verse más de una vez, no garantiza respuestas o certezas pero sí una experiencia amplificada. Nació a prueba de spoilers por que una experiencia no se cuenta, se vive.
El crédito enorme para Zeller, quien hizo exactamente la película que quería hacer, plano a plano y dejó una vara altísima en su filmografía. Esta continúa ahora con su segunda película, la adaptación The Son, que ya confirmó a Hugh Jackman y a Laura Dern. No son Anthony Hopkins y Olivia Colman, pero Zeller ya probó ser capaz de elevar el juego de actores que no parecían tener más techo por quebrar. La expectativa es alta, y esa es su culpa.
Un sentido de destino
Si se considera el reparto de The Father, la trayectoria artística de su director, y se suman sus nominaciones pesadas al Óscar y sus triunfos en los Bafta y en los premios Óscar (ceremonias en las que se llevó los premios a Mejor Actor y Mejor Guion Adaptado), es fácil dar el camino de esta película por sentado. Pero, como relata Zeller en esta entrevista con SEMANA, casi nadie se atrevió a financiarla. De no ser por un empujón que vino en los premios Óscar de 2019 y comparte con nosotros, esta obra de autor no hubiera visto la luz.
Zeller proyectó su historia en el cine pensando en Anthony Hopkins, por eso rebautizó en el guion el personaje de su obra. Casi treinta años después de recibir su premio Óscar por el icónico Hannibal Lecter en Silence of the Lambs, el actor británico entrega un personaje asombroso. Se espera la grandeza, se sale con el asombro y la conmoción. Olivia Colman es un tren que carga cinco pianos encima con dolorosa sutilidad, y el resto del reparto brilla en como suman a gran confusión y tensión.
Palabra de Zeller
Confeso devoto de la música, Florian Zeller escribió novelas que no lo enorgullecen y obras que le permitieron pulir y explotar su talento. En el teatro atrajo a los actores más relevantes de Francia, en el cine atrajo ya a dos de los más grandes del mundo actual. Y en la base de su arte, un contrato de juego y percepción con la audiencia. Esa línea suena vacía hasta ver lo que consiguió en la pantalla grande. Con mucha amabilidad, paciencia, y sensibilidad, esto nos contó al respecto.
Vi su película dos veces, esa fue mi reacción. Cuéntenos de la reacción de la gente a su película...
Es difícil responder y te diré por qué. Solo pude ir a una proyección de la película con público, justo antes de la pandemia, en el festival de el Festival de Sundance en 2020. Esa fue la primera y última vez que compartí la sala con la audiencia. Desde entonces, las reacciones han sido virtuales.
Lo que pasó en Sundance fue poderoso para mí. Cuando muestras tu trabajo por primera vez estás muy nervioso. Allá sentí algo fuerte, una sensación física de que, en ese lugar, se habían compartido emociones. Y todo el punto de haber hecho esta película es ese, compartir emociones. Para mí, fue un momento de júbilo poderoso.
Por eso me emociona mucho que los teatros estén regresando, volviendo a abrir sus puertas, aquí y allá, y se nos permita compartir esas emociones de nuevo.
Quizá Francia no suele estar tan pendiente de los premios Óscar, pero usted tiene una película con seis nominaciones, está en el tren. ¿Qué memoria asocia a esta entrega de premios?
Tengo muchas memorias, de hecho. Es difícil ser un apasionado del cine y no estar pendiente de los Óscar. Pero a un nivel personal, diría que la primera memoria que me viene la de Olivia Colman ganando su premio Óscar hace dos años (a Mejor actriz, por The Favorite). Esto porque fue justo antes de filmar The Father. Esta es una película independiente británica, y no fue fácil financiarla incluso sin ser un filme costoso y ya contando con el reparto.
Eso sorprende mucho de una cinta que tiene a Anthony Hopkins y Olivia Colman...
Sí, sorprende, pero es la realidad. En Europa y en el Reino Unido es cada vez más difícil financiar una película. Recibí varias llamadas de productores diciéndome “Esto no va a suceder”... Así que, cuando Olivia Colman ganó su Óscar, ayudó muchísimo a que nuestra cinta fuera financiada. En Francia, los Óscar pasan en la madrugada, yo estaba durmiendo. Pero en la mañana recibí un texto de Anthony Hopkins diciendo, “¡Lo hizo!”.
Hay fiesta en los Óscar, pero en todo el mundo los sectores culturales protestan por el descuido al que han sido librados. ¿Qué lección le saca de este tiempo de pandemia? Tiendo a ser negativo, ¿lo es usted?
Resultó muy obvio para todos durante este momento lo importante que es el cine en nuestras vidas. No solo el hecho de contar historias y de que nos cuenten historias. También el hecho de compartirlas. Porque sí, se podían ver algunas por streaming, pero hacía falta compartir espacio y momento con gente que no conoces. Y, son extraños, de una manera, pero cuando vives esa experiencia emocional a su lado, dejan de serlo. Para eso se hace arte, para hacerte recordar que la idea de “extraños” no significa nada. Eso es lo que más me hace falta.
Frente a lo que viene, si bien no lo soy a menudo, me siento optimista. Creo que la gente va a aprovechar la oportunidad de regresar a los teatros y las salas de cine apenas pueda, incluso con más gozo y curiosidad que antes. Eso creo, o eso espero.
Es una cinta que lidia con decisiones muy duras cuéntenos sobre las decisiones duras que tuvo que tomar al hacer esta película...
The Father fue primero una obra de teatro, la escribí hace diez años. Y quería hacer todo menos filmar una obra. Quería hacer algo cinematográfico, algo que solo pudiera hacerse en cine. Y cuando empiezas a pensar en esa adaptación del teatro al cine, tus primeras ideas son sobre escribir en exteriores, aprovechando que puedes hacer cosas “afuera”. Yo tomé la decisión opuesta. La de quedarnos en ese espacio para hacer de ese un espacio mental. Y quería transmitir esto de una manera cinematográfica. Ese fue el reto total de esta película.
Cuando comencé a escribir el guion, hice un layout del apartamento, como si se tratara de uno de los personajes principales y decidí muy temprano filmar en un estudio, pues te permite hacer lo que te venga en gana: quitar un muro, cambiar proporciones y colores, y jugar con el mobiliario...
Y quería usar todas esas posibilidades para jugar con la sensación de desorientación de la audiencia. Tomar el set como si se tratara de un laberinto, no como una manera de dar trasfondo para los personajes. Se trataba de contar la historia a través del set y de la metamorfosis del set.
Quería que The Father no fuera solo una historia, sino también una experiencia. La experiencia de lo que puede ser perderlo todo, incluso su propia lógica, como espectador. Quería poner a la audiencia en esa posición única de navegar ese laberinto y cuestionar todo y jugar con todas las piezas del rompecabezas. Llevarla a tratar de encontrarle significados, de tratar de hacerlo combinar bien. Porque se trata de dudar de qué es cierto y qué no, como si, de una manera, experimentaras la demencia, como si estuvieras en la mente de Anthony.
El reto de este filme es contar la historia de la demencia desde dentro. No desde el exterior y quedarse en una cinta gentil y conmovedora. Quise hacer algo más exigente, más crudo, como una experiencia real.
Hay un sinnúmero de temas para interpretar... las ventanas, las cortinas, las puertas...
Esto se da porque tuviste suficiente tiempo para reconocer esos elementos, te familiarizas con esas puertas y corredores. Pero, al mismo tiempo, no es el mismo lugar. Sientes que sabes donde estás pero no estás seguro de dónde estás o de dónde dejaste de estar… es una manera de jugar con esa desorientación.
Háblenos de la música, nos topamos con las voces de Maria Callas, de Cyrille Dubois en grande piezas, y un gran compositor de la banda sonora que de poco hace muchísimo...
Adoro la música, y Anthony también adora la música. Así que, hablando sobre la película nos veíamos hablando mucho sobre música también. Poca sorpresa, ahí. Y descubrimos que ambos estábamos enamorados de esta Aria que sale de una ópera de Bizet. Y la interpreta Cyrille Dubois en el filme.
Y me contó la historia de cómo descubrió esta Aria. Hace unos 50 años, en algún lugar del Reino Unido, Anthony andaba de gira con una obra teatral. De repente, escuchó esta música, y quedó tan conmovido por ella que corrió de vuelta a su hotel, donde había un piano, y tocó ese piano para tratar de recordar la melodía antes de que se le evaporara. Enloqueció a todo el mundo con esa idea, tocó dos días seguidos sin interrupción, es un hombre obsesivo…
Me contó la anécdota y me dijo que tenía el sueño de actuar en una película que tuviera esta música. Así que pude cumplir su sueño, y él, sin duda, cumplió el mío: hacer esta película con él. Por esa razón usamos esa pieza, tres veces, esa voz. El resto de la música la compuso uno de los grandes compositores en el mundo, a mi manera de ver, Ludovico Einaudi (Italia, 1912). Fue genial trabajar con él, un ser muy humilde, la marca de los más grandes. De esas personas que no está ahí para que la película le sirva, más bien para servirle a la película.
La idea era esta. Le dije, como recién te dije a ti, que este set era un laberinto. Y busqué ese hilo que todo lo une en el laberinto. Ese hilo dorado en el laberinto se convirtió en un sonido en la imaginación de Ludovico. Este violín, uno, una cuerda, muy frágil, como si se pudiera romper a cada rato. Ese se convirtió en el sonido de la cinta. La “casi nada”, como la estética que queríamos lograr.
Prepara ahora “The Son”, ¿planea hacer “The Mother” también? ¿Considera incursionar en proyectos transmedia o instalaciones, más allá del teatro y del cine?
No lo sé, eso te puedo decir. Lo más importante es seguir tu deseo, cuando eres lo suficientemente afortunado para poderlo hacer. No sé cuál vaya a ser mi deseo en unos años, así que no sé si haré The Mother después de hacer The Son. Hoy, ahora, ya sé que hacer una película es la suma de muchísimo trabajo y de muchísimos sueños. No se puede hacer una película sin saber por qué la quieres hacer. Te exige que necesites contar la historia, porque hay una gran desproporción entre el trabajo que te pide y la contraprestación. Y es bueno que así sea. Y si cierro mis ojos y pienso en la historia que hoy necesito contar, es la de The Son.
Háblenos de ese reparto liderado por dos actores tan reconocidos, y de la huella que para usted marcan las grandes actuaciones...
Yo vengo del teatro. Gran parte contar historias y trabajar con actores. Me son muy importantes, los amo a los actores, los admiro y adoro admirarlos. El casting de esta película me llevó a pensar mucho, a ser muy preciso, y corrí con mucha suerte. Todos fueron la primera opción en sus papeles. Todos dieron el sí, probablemente porque querían trabajar con Anthony. Y esa fue la parte más compleja, convencerlo a él.
Ahora, no fue tan difícil. Cuando escribí el guion pensaba en él. Quería que fuera él y cuando se lo decía a mis amigos, todos de burlaban amablemente. “¡Eres francés, y él es Anthony Hopkins!”. Pero traté. Si decía que no, era no, pero hasta que no dijera que no, era un sí probable. Un día su agente me llamó, me dijo que había leído el guion y quería verme. Así que me monté en un avión de París a Los Ángeles para desayunar con Anthony Hopkins. Fue una conversación de dos horas sobre la película, mi visión. Al final me abrazó y me dijo “hagamos tu película”. Fue muy generoso, así es él, y en todo el proceso se dedicó a la cinta que yo quería hacer, exactamente, cuadro a cuadro, lo que tenía en mente así todo el resto del set estuviera perdido y yo fuera el único en poder decir “Sé donde estamos”.
¿Ha visto algunos de los filmes que le “compiten” en los Óscar? ¿Alguno le gustó?
Algunas no las he visto porque no han llegado a Francia, o recién las van a estrenar en cines, y tampoco están en streaming, y me parece bien que así sea. Ahora, Sound of Metal es un filme que disfruté mucho. Darius Marder, su director, es muy bueno dirigiendo, también escribiendo, hace unos años escribió una película que me gustó mucho “The Place Beyond the Pine”. Esa es una de mis favoritas, sin duda.
Mark Gattis (Sherlock) entrega algo muy particular en su papel pasivo agresivo no tan pasivo...
Es difícil hablar de papeles, pues muchas veces son dos actores en el mismo rol, o algo así, no sabemos. Estamos en la posición de Anthony, esperando que alguien entre al cuarto y, en un mundo racional, lógico, sería alguien distinto al que recién apareció. Así que sí perturba, pensamos en quién es él. ¿Es alguien más? Una fuente de ansiedad y miedos, sin duda. Eso me llevó a trabajar con Mark, él es capaz serte amable con una sonrisa pero entiendes que te podría moler a golpes en cualquier momento con esa misma sonrisa grande que tiene. Creo que fue perfecto y no puedo tomar crédito por haberlo dirigido, solo tuve que decirle: “Dale”, y él va y lo hace. Es así en la vida real.
Para despedirnos, quería que nos hablara de una escena. Anne (Olivia Colman) le ayuda Anthony a ponerse su saco, con el que está teniendo mil problemas. Es una escena en la que le agradece a su hija y parece tan improbable...
Fue de las primeras escenas que filmamos no mucho después de empezar y fue el momento en el que pensé: “Wau, qué actriz enorme es Olivia”. Prácticamente no está haciendo nada, le ayuda a su padre con su pullover. Él le agradece, de manera muy británica, y entonces ella se voltea y lo mira y le sonríe. Pero vemos detrás de la sonrisa. Vemos que está exhausta, que está triste. A él la sonrisa. Pero tú, espectador, no ves la sonrisa, ves las capas de complejidad que hay detrás de este tipo de situación. Y brillan en la pantalla gracias a ella, a su talento. Y no es que lo piense, es puro instinto, es puro talento.