Puede que la experiencia se disfrute más o se sienta más cercana si se trabaja en un restaurante o se es un apasionado de la gastronomía, pero no se necesita ser un conocedor de la cocina para devorar estos recomendados. Desde perspectivas distintas, con narrativas intensas que encienden debates, esta película y esta serie rondan la cocina, ese espacio de dinámicas sociales, negocio, amor y arte, en el que se complace una necesidad básica, pero se proyectan sufrimientos y satisfacciones.
Menú y disección
Del lado más crítico, aparece El menú, de Mark Mylod, que llegó a cines y que quizá le apelará si es capaz de cenar en un restaurante sin tener que tomarle fotos al plato.
Mylod ha pasado por series como Game of Thrones y Succession, producciones que expresan distintos tipos de brutalidad en sus guiones, y aquí ofrece una trama retorcida en torno a una experiencia gastronómica de lujo, excluyente por su naturaleza misma. Ralph Fiennes, Anya Taylor-Joy y Nicholas Hoult encabezan su elenco, pero brilla todo el reparto, incluyendo a experimentados como John Leguizamo y a Judith Light.
La película ofrece algo distinto en plantear la cocina como un escenario de arte, comentario y disección social. Se narra desde un humor negro bien ejecutado y, en ese sentido, le va mejor con la sal que con el dulce (y una inesperada dosis de dulce encuentra). En cuanto a los platos de elaboración detallada y de las dinámicas casi militares, se siente la asesoría de la chef Dominique Crenn.
La trama sigue la llegada de varios personajes de considerable poder adquisitivo al bote que los llevará a la isla restaurante donde Ralph Fiennes (el chef Slowik) es visionario, tirano y rey. La cena de 1.250 dólares por silla en esa isla es el marco para una performance sobre el caos y el hastío. Y si bien su cierre no es su clímax, su agudo comentario no pierde fuerza: se opina sobre los restaurantes, sus críticos especialistas, los comensales de alto poder adquisitivo, el “usted no sabe quién soy yo”, la idea de la influencia y del influencer.
Es una fantasía foodie que se vuelve pesadilla desde que se les pide no tomar fotografías de la comida porque “el chef cree que la naturaleza efímera hace parte de su obra”. Y más allá de los giros, que los hay varios e intensos (y casi la suscriben al género de misterios de esos que Hércules Poirot resuelve en una noche), la película deja muchas preguntas en el aire. ¿Cuánto se han rendido los chefs al mercado de alta exigencia y de influencers? ¿Hay retorno?
Reinventarse para salvarse
Por otra parte, The Bear, una serie de ocho capítulos ágiles, disponible en Star+, sigue a Carmy (Jeremy Allen White), un chef joven, pero recorrido, cuya historia se revela de manera fragmentada.
Se sabe que su hermano muere, se quita la vida, y le deja su restaurante de sándwiches en Chicago. Carmy se forjó en las cocinas más finas del planeta, pero por algo se alejó de ellas. Y mientras trata de entenderlo todo y procesar la pérdida familiar, se propone salvar el establecimiento que heredó poniéndolo a “caminar”. Para estos efectos, implementa algunas lecciones que aprendió en sus trabajos más exigentes, pero evita replicar otras, para no barrer la esencia del local y no propagar toxicidad.
El día a día en el local es voraz, la tensión entre lo que fue y la transformación que quiere conseguir Carmy es palpable y lleva a choques con los empleados. Dueño y chef de un local destinado a la quiebra, Carmy debe lidiar además con las deudas que le heredó su hermano con un capo influyente de la ciudad. Este joven transita, a gran velocidad, un camino de espinas. Sus trabajadores, acostumbrados a las maneras más caóticas del pasado, lentamente van apreciando al chef al que, en principio, se resisten.
Y, por eso, todo estalla, pero no puede reconfigurar los pedazos solo. Sydney, una joven chef que quiere trabajar con él, que respeta ese local como la institución gastronómica y comunitaria que es, y sabe que no subsistirá sin cambios. Y ella también necesita entender su lugar e importancia para aportar lo que el local necesita.