Hace casi cinco años, Chile vivió un estallido social, donde millones de personas salieron a las calles para exigir, entre otras cosas, más igualdad social y económica. “La tercera edad estaba en un abandono muy complejo; estaban empezando a haber muchos casos de suicidio de adultos mayores”, recuerda Malicho Vaca Valenzuela.
En medio de las revueltas, llegó la pandemia por covid 19 y los chilenos se tuvieron que confinar en sus casas. Pero la situación para los adultos mayores no mejoró: fueron instaurados como población de riesgo. Aquello hizo que el teatrista se cuestionara sobre su responsabilidad, en especial con las personas más cercanas que tenía: sus abuelos. Así que tomó la determinación, en agosto de 2020, de desarrollar una experiencia virtual que llamó Reminiscencia.
Decidió construir un ensayo documental biográfico y político, donde sus abuelos y las revoluciones chilenas son los protagonistas. Sin buscarlo, al fusionar ambas narrativas, la pieza se convirtió en una revolución de la ternura. “Lo que va quedando es la historia de amor de mis abuelos”.
SEMANA: ¿Qué le dijeron sus abuelos al ver la pieza?
Malicho Vaca: Más que retribución, han expresado un profundo amor porque se sienten validados y pertenecen a algo que nunca imaginaron. Mi abuelita siempre quiso ser famosa y ahora parece que lo está logrando. Ella quería ser actriz, pero se casó a los 14 años. Mis abuelos fueron padres adolescentes; tuvieron siete hijos y fueron muy sacrificados. Y esa es la vida de muchas de nuestras madres y abuelas. Entonces se sienten muy contentos y orgullosos de que su historia haya transcendido.
Una historia que a su vez dialoga con los territorios que habitamos y que pone en evidencia nuestra relación con los archivos digitales que colgamos en internet. En la obra, Vaca recurre a Google Earth para profundizar en las imágenes relacionadas con distintos espacios de Chile, mientras va narrando y enfatizando en sus propios archivos. “Entonces empieza a aparecer la capa de la cartografía de la ciudad, pero también la cartografía de las emociones, la infancia y la revolución”.
En Reminiscencia hay un collage de fotografías que, al principio, respondía al contexto de ese momento, a la imposibilidad de salir a las calles. “Ahora responden a la idea del gran archivo, a que hay cosas colgadas en Internet, a que todo está mapeado”.
SEMANA: ¿Cómo logra interpelar a la memoria colectiva no solo chilena sino latinoamericana?
M.V.: Nosotros llevamos cuatro años haciendo la pieza y lo que más me llamó la atención fue que había una identificación en otras culturas, en otros países, con otras idiosincrasias. En Holanda, por ejemplo, hubo mucha gente que lloró y me esperó al final de la función. Pasó algo con la pieza que hace que haya una identificación universal.
Este año, Malicho Vaca ha tenido la oportunidad de corroborar que lo que habla y muestra en su obra produce una identificación latinoamericana. “No se trata de mi historia personal, sino de la historia de un territorio, de Latinoamérica, un poco”.
En febrero, Reminiscencia se presentó en Lima (Perú) y, luego, partió a Quito (Ecuador). La pieza no siempre se ha mostrado en lugares convencionales, en escenarios donde la gente está sentada esperando a que ocurra algo. En el caso de Chile, ha estado en espacios como el desierto de Atacama y afuera del Centro Cultural Estación Mapocho. Es la tercera obra chilena en la historia del Festival de Aviñón, Francia, que ha sido invitada a ese encuentro.
Aunque durante la función, Vaca está frente al ordenador narrando, lo cierto es que aparece poco dentro de la obra, a diferencia de sus abuelos y las revoluciones en las que ha participado y documentado. Este revolucionario actor artista, que muestra todo ese archivo de ese tiempo, también muestra la relación de ternura y admiración profunda con sus abuelos, que han habitado 80 o 90 años este territorio (Chile), “porque hablamos desde el territorio y lo elevamos a un lugar de orgullo, de justicia”.
Y es que, para el artista, hay desconocimiento sobre la Latinoamérica del siglo XIX. “Se sabe poco cómo en ese siglo nos convertimos en el patio trasero de otros países o continentes, o cómo estas tierras latinoamericanas se convirtieron en estos feudos y terminamos de esta manera tan patriarcal y hegemónica distribuidos en nuestra tierra”. En parte, por eso, la memoria es algo que siempre lo ha inquietado, que le ha permitido desentrañar cómo se constituyeron las cosas.
A su obra la considera “un ejercicio de memoria a través de la ternura”, uno que ha provocado que, al finalizar la función, los espectadores se le acerquen a abrazarlo. “Uno tiene que estar dispuesto a escuchar una historia breve y sensible. Entonces, cuando la gente sale de la obra siente que ya me conocen, que ya les he abierto mi intimidad”. Ellos también se atreven a abrir la suya. “Yo no conocía a mis abuelos y no sé qué es tener, pero gracias a ti puedo imaginar lo que significa; siento que tus abuelos son míos”, le dijo alguien una vez.
Hay gente que también se traslada al pasado con Reminiscencia, pues les ha evocado a sus seres queridos fallecidos y se ha arrepentido de lo que se pudo hacer, pero no se hizo. “No sé cómo no grabé a mi mamá. Mi mamá cantaba tanto”, han dicho. Otros se han sentido identificados con momentos particulares de la pieza, como cuando la abuela de Malicho Vaca pregunta si acaso existen personas que se amen tanto como su esposo y ella. “Yo con mi esposo también nos amamos de esa manera”, le dijo, en Perú, una señora mientras lo abrazaba.
El artista es consciente de que el territorio latinoamericano atraviesa una serie de cambios sociales y cree que su pieza puede ayudar a suscitar preguntas esenciales. “¿Qué es lo relevante acá? ¿Qué estamos haciendo?”, son algunas de ellas. “Yo valoro mucho el teatro y me encanta actuar y hacer performance, pero a veces no basta, se queda corto, más con los cambios sorprendentes que atraviesan nuestro territorio. Pienso que hace falta un poco de humanidad, menos ficción”.