En contravía de la “inteligencia” del séptimo arte, liderada por Martin Scorsese y secundada por Jane Campion, una contendora fija en los Óscar 2022, Paul Thomas Anderson osó expresar una opinión pragmática sobre las películas de superhéroes: “Queremos que la gente vuelva al cine, y Spider-Man va a llevar gente a las salas. No veo el problema”. Anderson, quien dirigió Boogie Nights, lo ganó todo con la magistral There Will Be Blood y pronto estrena Licorice Pizza, sabe que se puede nadar contra la corriente o se puede tratar de aprovecharla como túnel de viento.
Porque eso es Marvel, un disparador. La preventa récord para esta película (producida por Sony) lo ratifica, especialmente después de meses largos y extraños que vieron a Marvel expandirse hacia las series en streaming (Loki, WandaVision, las arriesgadas y trascendentes) y al mundo olvidarse por largo tiempo de los cines. Gracias por nada, pandemia.
Así pues, poco después de que Tony Stark murió en el universo de Marvel y el mundo lo lloró, la covid se tomó el mundo real, las salas cerraron (entre otras consecuencias más dolorosas) y se lloró más fuerte. Por eso, después de casi dos años, este estreno marca un regreso a la expectativa en masa, porque Marvel ha estrenado cintas interesantes con nuevos héroes como Shang-Chi y Eternals, pero el Hombre Araña es tan conocido como aquella gaseosa, o más (y no demandaría a las arañas).
La pregunta es entonces si el peso de la expectativa le permite a esta película entretener, sorprender y emocionar. ¿La respuesta? Lo hace con creces. Jon Watts entrega lo que los seguidores habían soñado y no sabían cómo rayos podía suceder, y ese no es un logro menor. Además de cerrar la saga ya establecida en dos cintas previas, centrada en el héroe arácnido, su novia M. J. (la sensación, Zendaya), su amigo (Jacob Batalon) y la tía que le marca el paso (Marisa Tomei), a esta parte del relato se suma la contribución caótica del Doctor Strange de Benedict Cumberbatch. El personaje es ácido y espectacular en las posibilidades que ofrece. La premisa de ‘Sin camino a casa’ se desarrolla entonces desde esa paleta de líneas de tiempo distintas y universos paralelos que entran en contacto cuando este personaje trata de “ayudar”.
A manera de ‘recorderis’, la cinta anterior dejó a Peter Parker recién desenmascarado por el antagonista que venció (Mysterio), que lo dejó en esa muy incómoda situación. Su cara es ahora la más famosa del universo y, cuando esto afecta a sus seres queridos, acude al místico mago. Para fortuna de los seguidores, esta “ayuda” se sale rápidamente de control y de repente entran en escena antagonistas clásicos que lucharon contra hombres araña de sagas pasadas. Y como toda cinta es tan interesante como sus villanos, no deja de ser gratificante volver a ver a estos pesos pesados encarnando personajes llenos de contradicción. Vuelven el Doc’ Ock de Alfred Molina y el Green Goblin de Willem Dafoe, un actor que sin importar el género o el personaje quita la respiración. Y desde ese punto, la película lanza una sorpresa tras otra y las pone a todas a interactuar en un intenso ejercicio de arquitectura narrativa llena de efectos bien logrados, caídas frenéticas, explosiones, portales y distintos tipos de telarañas.
A muchos de los lemas clásicos que marcan la leyenda de Spider-Man, como el memorable “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” del tío Ben del cómic original, se suma un dicho en esta entrega sobre las expectativas. “No espere nada y no saldrá decepcionado”, repite el personaje de M. J. una y otra vez, pero en un punto deja de decirlo porque deja de creerlo. La parábola se asemeja a la del espectador, que querrá evitar la decepción al principio y luego, a pesar de las bobadas (que las hay), entiende que solo debe dejarse llevar, que no hay nada que perder y mucho por gozar. La cinta, que conjuga todo lo bueno hecho en el pasado con lo que se ha venido proyectando desde la visionaria Into the Spider Verse (ganadora del Óscar 2019 a mejor cinta animada), es un triunfo, una máquina de spoilers y, en ese sentido, nada importa excepto verla, sentirla, recordar los mejores momentos personales con el personaje e incluirla. Lo merece.