Título original: La villa Año: 2017 País: Francia Director: Robert Guédiguian Guion: Robert Guédiguian y Serge Valletti Actores: Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin, Gérard Meylan Duración: 107 min La mayoría de las 20 películas de Robert Guédiguian transcurren en Marsella y esta sucede no muy lejos de allí (hay un viaje en bote en el que se ven sus costas), en un pueblo que parece paradisiaco, aunque en realidad refleja la profunda crisis por la que pasa Francia (y Europa) actualmente. Yo, desde mi trinchera de prejuicios, si escucho hablar de una película francesa con inmigrantes y ancianos cansados de la vida, tiendo a decir que no, que gracias, que ya lo he visto demasiadas veces y cada vez con menos inteligencia, interés y ganas como para repetir la experiencia. Le sugerimos: Somos campeones. Pero acá el prejuicio resultaría pésimo consejero porque en La casa junto al mar, a pesar de inmigrantes y ancianos cansados de la vida, hay inteligencia y no de cuaquier clase, sino de esa rara, fina y delicada, que dan ganas de celebrar cuando llega. Hay varios temas que se entretejen con cuidado acá, pero básicamente Guédiguian ha construido un retrato del encuentro de tres generaciones en una casa de este pueblo situado en una bahía del Mediterráneo. Primero están los ancianos que llegaron a ese sitio en medio de la nada y lo colonizaron y lo cargaron de sentido, levantando casas de tres pisos que miran al mar. Una segunda generación, con gente en sus sesenta, vuelve ahí como refugiándose del exterior, cansados y desilusionados de lo que se puede hacer durante una vida, de su fracaso para moldear un mundo mejor. Y luego están los treintañeros que no tienen ni el espítitu que mostraron los ancianos ni la melancolía de los sexagenarios, sino que ven en cualquier lado posibilidades de negocio, como si hubieran interiorizado el capitalismo y su ideal del lujo y consumo como la única vida digna de ser vivida. Parte de la fuerza de esta película radica en mostrar la lógica interna de cada generación, evitando los choques explícitos, las acusaciones y recriminaciones. La convivencia y el cambio resultan inevitables y en ese diálogo, que no es diálogo sino yuxtaposición, el tono dominante es el de la generación de sexagenarios: melancólico, desencantado, confundido por un presente que no reconocen del todo y al que llegaron sin saber bien cómo. La trama comienza con el derrame cerebral de un hombre mayor que mira la bahía desde su terraza, lo que precipita la reunión de sus tres hijos (colaboradores usuales de Guédiguian desde los años ochenta): Angéle (Ariane Ascaride), Joseph (Jean-Pierre Darroussin) y Armand (Gérard Meylan). Le sugerimos: Bárbara A pesar de la desazón que cada uno de los tres vive a su manera, no se trata de una película triste ni paralizada por el pesimismo. Situados entre un presente incierto y un futuro homogeneizado que no luce muy atractivo, los personajes encuentran una salida en pequeños actos de solidaridad que les permiten reencontrarse con lo más básico de su humanidad. Ahí tienen un papel fundamental un reducido grupo de inmigrantes, que, en su angustia y desvalidez, ponen en perspectiva la indolencia de los jóvenes, la derrota de los del medio y el cansancio de los mayores. 

Un pequeño favor  **½

Dos madres de familia se hacen amigas, y cuando una desaparece, la otra intenta encontrarla, en esta película estadounidense llena de giros. Nos vemos allá arriba **½ Un caramelo visual con personajes caricaturescos que cuenta la historia de un dibujante desfigurado en la Primera Guerra Mundial. Somos campeones **½ Película española sobre un equipo de baloncesto conformado por personas con discapacidad cognitiva, que se ha convertido en un gran éxito en su país. Bárbara **½ Retrato biográfico de una cantante francesa, que se concentra no tanto en su vida como en la aproximación del director y la actriz a este proceso.