Si el artista no incomoda, confronta o suscita reflexión, no cumple su papel. La maestra Beatriz González lo ha hecho por más de cinco décadas. La relevancia de su obra y la discusión que ha disparado sobre los colombianos, sus imágenes, sus líderes y sus víctimas, la hacen la artista viva más importante del país. Por eso resulta tan paradójico que mientras el mundo la mira con ojos de admiración en Colombia haya que luchar por preservar su obra.

González ha vivido un 2019 de retrospectivas y homenajes. Museos de distintas latitudes han exaltado su obra, que además ha sido objeto de una fascinación creciente en Estados Unidos. Su huella ha resonado en el Pérez Art Museum de Miami, en el ‘Shed’ de Nueva York y ahora en Houston, que, acoge hasta el 20 de enero de 2020 la primera exposición a gran escala en ese país. Además de su reconocimiento internacional, el Museum of Fine Arts –donde tiene lugar la muestra– la destaca como “una de las pocas representantes vivas de la generación de “mujeres radicales” de Latinoamérica. La producción pionera de González abarca más de seis décadas de investigación intensiva”.

APOCALIPSIS CAMUFLADO, 1989 La obra de González se hizo más oscura en un punto en el que reír no fue posible. Luisa Ungar, curadora del Salón Nacional de Artistas, invitó a González a su curaduría con Auras anónimas. Asegura que la obra de la santandereana se alimenta del imaginario popular colombiano y ha revisado la relación entre el público y la imagen reproducida. “González abrió el país a mirar las imágenes que ya existían como inspiración, como punto para reflexionar sobre la violencia y la muerte”, asegura. Estos temas son cruciales y transversales a la muestra, que presenta más de 100 obras que datan desde principios de los años sesenta hasta el presente. Entre estas hay pinturas, dibujos, serigrafías, cortinas, muebles tridimensionales reciclados (camas, cunas, mesas, armarios) y objetos cotidianos (bandejas, televisores, cajas de cigarros), de su colección personal y de varias colecciones privadas en Colombia, Europa y Estados Unidos.

Pasos y temáticas González, radicada en Bogotá, nació en Bucaramanga en 1938. En varias de sus primeras obras interpretó pinturas de Diego Velázquez y Johannes Vermeer, luego viró hacia las fotografías, primordialmente de periódicos, como base. Este trabajo arrojó tres versiones de Los suicidas del Sisga, el retrato de dos jóvenes provincianos enamorados que se suicidaron juntos. La curaduría del museo menciona que “la artista se interesó por el carácter formal austero, sin sombras y abstracto de la imagen original del periódico, resultado de la pobre calidad de impresión”. Entre los sesenta y setenta, amplió su repertorio de imágenes encontradas al azar, con copias comerciales baratas de temas populares, religiosos, artísticos y nacionalistas, así como escenas de crímenes, personajes políticos y la realeza británica publicadas en los medios.

LOS SUICIDAS DEL SISGA, 1965 Es la joya de esta muestra. La obra marcó un punto de inflexión en la obra de González. La han exhibido museos como el Tate Modern. A principios de la década del setenta, González comenzó a apropiarse de imágenes de los maestros del Renacimiento y modernos. Las pintó sobre muebles baratos y objetos del hogar desde su interés en investigar “el gusto” de la clase media y el afán popular por consumir las obras consagradas del arte europeo. Le interesó que esas imágenes europeas de las que se apropiaba usualmente se apreciaban a través de copias impresas de mala calidad. Por esta razón las consideró una manifestación sociopolítica de la economía, del valor y la marginalidad cultural que identificó como particularidades vinculadas al “subdesarrollo” de América Latina.

GRATIA PLENA (TOCADOR), 1971 En los años setenta pintó en muebles baratos obras de maestros europeos para mirar el valor y la marginalidad cultural. Más allá de sus exploraciones sobre el gusto y la cultura popular, el arte de Beatriz González está anclado a la turbulenta política de Colombia y a su guerra eterna. En los años sesenta y setenta trató con humor e ironía la inestabilidad y la imprevisibilidad en la cultura colombiana. A partir de los ochenta cambió su estrategia pues se abrieron paso la corrupción, el caos político y la violencia. Desde entonces su arte y la protesta política fueron uno. Manteniendo su enfoque en comunidades indígenas y rurales, a lo largo de los noventa la maestra siguió haciendo la crónica de una violencia perpetuada. La serie Las Delicias se basa en el ataque a una base militar por el grupo guerrillero Farc donde aproximadamente 27 soldados resultaron muertos y otros 60 secuestrados y mantenidos en cautiverio durante casi un año. Se enfocó en el sufrimiento de las madres de estos soldados.

LA PESCA MILAGROSA, 1992 En 2018 esta obra viajó a Bordeaux, luego al Museo Reina Sofía de Madrid. En 2019 sigue su marcha por Estados Unidos. Su producción más reciente presenta múltiples imágenes de gente llevando ataúdes. En la serie Los cargueros ilustra a hombres que llevan cuerpos exhumados en cabestrillos a modo de hamacas. En la serie Los desplazados alude a la migración de venezolanos indocumentados por la frontera colombiana y los capta con sus pesadas pertenencias a la espalda.

CEREMONIA DE LA CAJA, 2010 De la serie ‘Sin fin’, mira al doloroso proceso de entrega de cuerpos. González abordó la política con una serie enfocada en Julio César Turbay Ayala, presidente de Colombia entre 1978 y 1982. Se autodenominó “pintora (no oficial) de la corte” y produjo dibujos y objetos que documentaban las actividades del político partiendo de cómo aparecían en los diarios.

LOS PAPAGAYOS, 1987 Una de las muchas obras que dedicó a las figuras del presidente y de los altos mandos.

Debates bogotanos En 2007, González intervino los columbarios del Cementerio Central y así dio vida a Auras anónimas, un monumento único, dedicado a las víctimas del conflicto y a sus memorias. En 2019 el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural declaró a los columbarios y a Auras anónimas bien de interés cultural del ámbito nacional, un hecho que llevó al alcalde Enrique Peñalosa a entrar en cólera por lo que consideró una decisión errada que irrumpía en sus planes de hacer un parque en los terrenos ocupados por los columbarios.

Peñalosa quiso derrumbar los columbarios del Cementerio Central que González intervino para ‘Auras anónimas’. Claudia López los protegerá.

Frente a esa guerra que le planteó el distrito, González expresó que era posible hacer un parque, una obstinación de Peñalosa, sin intervenir esos lugares y arrasar su obra. A revista Arcadia le expresó también temor de no conseguir un apoyo para mantener la obra. Al respecto, la alcaldesa electa de Bogotá, Claudia López, dijo a SEMANA: “En nuestro gobierno la protección del patrimonio material de la ciudad estará articulada con el espacio público y con los parques en equilibrio para el derecho ciudadano al disfrute del arte y la cultura. La obra ‘Auras Anónimas’ de Beatriz González es contundente: nos habla de miles de vidas perdidas por la guerra. Además, los columbarios dialogan con el Centro de Memoria. Es urgente restaurarlos pues están en riesgo de caerse y restituir la importancia de la obra de la maestra”. Nuevos vientos auguran, por fortuna, algo más de sensatez. n