Bogotá puede tener a la fecha solo un vagón de metro y un tráfico que exige la paciencia y el autocontrol de un maestro zen, pero también tiene sensibilidad para las bicicletas y un romance innegable con el rock. Por eso tiene una ciclovía admirable y, desde hace más de 25 años, un evento cultural en torno al rock que se volvió hito musical en el resto del planeta.

Rock al Parque (RAP), ese evento público que algunas administraciones han abrazado más que otras, pero del que la población siempre está pendiente, es una postal continental sonora de la música en vivo, un ícono vivencial de la ciudad. Y regresa este año con fuerza y un ímpetu particularmente inclusivo. La organización puede sacar pecho por conjugar un cartel tremendo en 2022, que ostenta 87 artistas (algunos de recorridos extensos, otros de caminos cortos y promisorios) de altísimo nivel y de amplio rango en sus propuestas y sonidos.

En constante evolución, esta edición reparte a estos talentos y agrupaciones a lo largo de cuatro jornadas en su casa natural, el Parque Simón Bolívar, los fines de semana del 26 y 27 de noviembre y del 3 y 4 de diciembre. Confeccionar estas jornadas exige el tacto de reconocer que, dependiendo del día y de la noche, hay públicos más abiertos que otros a la exploración. Este festival representa mucho para incontables tribus urbanas unidas por el rock y la música, y respetar el espacio que ahí disfrutan como suyo es un acto de reconocimiento. El día del metal será el día del metal; el día del ska/punk será el día del ska/punk, pero se agradece que, a lo largo de varias jornadas, también se abren muchísimas puertas a géneros que con el rock comparten la aventura de transgredir, de agitar fundamentos.

1280 Almas
AFROTRONIX

Esa división “espiritual” en la programación se refuerza desde la imagen misma del festival. Este año no hubo un afiche solitario, hay cuatro, y cada uno ilustra una deidad de la región. A Chía, Malegua, Bachué y Pitao Bezelao se les redescubre desde el prisma del rock y su asociación con el tono de la música predominante en la jornada que representa. El festival mira a las deidades y ratifica que no es mito que los muchos artistas del continente y del planeta que se han podido subir a su tarima jamás lo olvidan. Eso le aseguró en su momento Andreas Kisser a esta revista, en eso han insistido figuras como Rubén Albarrán.

Pero si ese honor se justifica es porque el honor lo sienten primero las bandas locales que demuestran que el género se rehúsa a desaparecer.

Los recorridos

Vale empezar con el alma fundacional del evento. El rock colombiano clásico tiene fuerte representación con 1280 Almas, que regresa al festival solo para celebrar sus 30 años (y sonaron muy bien abriendo a Pixies hace pocas semanas); a las Almas las acompañan otras agrupaciones icónicas como I. R. A., Krönös, Peste Mutantex y Masacre, y bandas de trayectoria como Blasfemia, Nepentes, Herejía o K-Rroña, De Bruces a Mí, Dafne Marahúnta, Ra La Culebra y Salidos de la Cripta. En este RAP, además, se presenta por primera vez Titán, la agrupación de los miembros originales de Kraken.

Otro rubro vital es el de las agrupaciones clásicas del continente. Entre estas se cuentan en esta edición Bersuit Vergarabat, La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio (sin Sax, pero con muchas ganas de rendirle homenaje), Catupecu Machu y Lucybell, que suelen dejar aquí entregas poderosas y sentidas.

Desde España, Christina Rosenvinge traerá su voz y los mil pedazos de su corazón que volaron por toda su habitación; ella, junto a muchísimas mujeres y cantantes, llevarán las notas femeninas por lo alto (esta es una de las apuestas generacionales del festival, y se siente fuerte en 2022). Y no es menor que en 2022 debuten agrupaciones de renombre y culto como Bajofondo y Love of Lesbian.

El nicho es corazón

En lo que a propuestas por descubrir se refiere, del continente vienen actos como Las Ultrasónicas, de México; Ilegales, de España; Scalene, de Brasil; Sekta Core!, de México; Frank’s White Canvas, de Chile; Airbag, de Argentina, y Cuatro Pesos de Propina, de Uruguay. Y si todas estas bandas son tan buenas como las mexicanas, no hay de qué preocuparse.

En el ámbito local, el cartel se nutre de varios grupos representativos de la movida alternativa de la capital como Oh’laville, The Kitsch o Los Niños Telepáticos. Junto con ellos, propuestas como Andrés Guerrero y Las Luces, Balthvs, El Alcalde Morcilla, Buha 2030, Hello Yak, Boca de Serpiente, Sharon Tate y Sus Invitados y Yooko, además de otras que poco a poco se dan a conocer en Bogotá como Las Tres Piedras, de Pasto.

El metal, componente esencial de Rock al Parque este año, tendrá su espacio con Watain, Asagraum, Vitam Et Mortem, Batushka, Frantic Amber, The Scum, Crypta, Epica, Ynuk, Evile, Pressive, Ursus, Total Death, The Warning y Destroy. Los acompañan otros sonidos como el hardcore de Billy The Kid, Control HC y N. O. F. E., y el punk de bandas como Discharge, Desakato, Rattus Rattus y Sin Pudor.

Christine Rosenvinge
Catupecu machu
MNKYBSNSS
ultrasónicas

Del otro lado del espectro habrá experiencias musicales diferentes, están los sonidos únicos de El Columpio Asesino, Enjambre, San Pascualito Rey, Lucio Feuillet y el show intenso de Elis Paprika and the Black Pilgrims, en contraste con puestas en escena para una audiencia más amplia como Okills, Cielito Drive, Las Ligas Menores, Francisca Valenzuela, Lao Ra y las estrellas Ximena Sariñana y Miranda!, la particular propuesta argentina que repite en RAP.

Afrolegends, Kumbia Queers y MNKYBSNSS sumarán, por su parte, las notas más bailables, y a las propuestas vanguardistas, quizás las más retadoras para el público tradicionalista. Al evento se suman Afrotronix, Las Áñez, Catnapp, Dat García, HO99O9, Iphaze y VVV[Trippin’you].

En últimas, es notable que el abanico es supremamente abierto desde los géneros. En este Rock al Parque 2022, nadie se quedó por fuera.

Las venas paralelas

En este momento y hasta el 2 de diciembre, el festival desarrolla su faceta por fuera de las tarimas con una programación diversa y atractiva. En esta se ofrecen shows láser, películas que giran en torno a la música, como La noche de la bestia, de Mauricio Leiva-Cock, y documentales como Décadas de ska bogotano, de Christian Plazas, y Mi vida entre las hormigas, de Chema Veiga y Juan Moya. Asimismo, hay videoinstalaciones y conversatorios que abordan temas relacionados con los géneros del festival (como ‘Religión y estética en el black metal’) y muestras virtuales sobre el trabajo de los VJ.

Estas tienen lugar en espacios como el Teatro México y el Teatro Faenza de la Universidad Central, la Cinemateca Distrital, el Planetario de Bogotá, Casa Kilele, Mad Radio, La K-Zona. Así, se reparte el festival por la geografía de la ciudad, más allá del parque.