Su nombre se oyó con fuerza en Colombia cuando empezó a dirigir varios capítulos de series de HBO como ‘Six Feet Under’ y ‘Carnival’. Poco después se supo mucho más de él con películas como ‘Cosas que diría con solo mirarla’ y ‘Nueve vidas’, que empezaron a darle un lugar dentro del cine independiente de Estados Unidos. El tema de las mujeres era un sello en sus trabajos. Después alternó con más series y más películas. Ahora regresa con ‘Los últimos días en el desierto’, una película en la que, como suele hacerlo, es director y guionista.   Semana: Casi todas sus películas eran sobre relaciones interpersonales entre mujeres, pero de repente cae en un episodio en la vida de Jesús. ¿Por qué? Rodrigo García: Cambié de lugar físico, de mundo y de época pero es una película sobre el mismo tema: las relaciones interpersonales y sus complicaciones. Aunque tomé figuras religiosas, la película no tiene un discurso religioso. Me interesaba mostrar la relación entre padre e hijo, tocar el tema del destino y también el de la muerte. Sí es una película diferente, pero no tanto en su tema. Semana: Pier Paolo Pasolini, Martin Scorsese y Nicholas Ray, entre otros, también abordaron el tema del evangelio, Jesús y la tentación… R. G.: Sí, pero todas son muy diferentes. La que me gusta más es la de Pasolini, muy lírica, bella y apasionada, hecha con campesinos italianos. La de Scorsese también, pues es la desgarradora guerra interna de Jesús entre ser hombre y ser Dios. El tema, en fin, es inagotable. Semana: ¿No podrían calificar a su película como blasfemia? R. G.: Siempre pensé y lo he confirmado con las críticas: para un sector del público evangélico conservador y fundamentalista, una película no es buena o mala, simplemente la ignoran. He leído muchos artículos en las revistas cristianas que se han conectado con la película. ‘Los últimos días en el desierto’ no tiene escenas provocadoras, como sí en ‘La última tentación de Cristo’, de Scorsese, donde aparece Jesús bajándose de la cruz. Eso sí que daba de que hablar. Semana: ¿Por qué el interés en esta película por las relaciones entre padre e hijo? R. G.: No sé por qué, me llegó esta idea de golpe: Jesús se sale de sus 40 días de ayuno, de plegaria y de reflexión en el desierto, todavía inseguro de su misión, y llega a una casa donde pasa tres noches y descubre que padre e hijo tienen un conflicto. Él, entonces, empieza a mediar en el conflicto. Así era la idea original. Semana: ¿Y qué pasó? R. G.: Cuando la escribía era claro que el tema entre el padre y el hijo era importante. Pero Jesús tiene un padre omnipotente y todopoderoso, pero silencioso. Una relación donde hay muchas preguntas y pocas respuestas. Por eso la película comienza con una pregunta de Jesús: "¿Dónde estás?" El deseo de ayudar a aquel padre e hijo se convierte en un deseo de él mismo de aclarar la relación entre él y su padre. Semana: Un Jesús que en la película no se llama Jesús…. R. G.: No, se llama Yeshua (su nombre en hebreo). Porque me permitía tener un poco más de distancia, que no se sintiera como un evangelio. El nombre de Jesús es demasiado poderoso y tiene muchas implicaciones. Semana: ¿Por qué su Jesús sufre, ríe y tiene inseguridades? R. G.: Jesús tenía dos mitades: una divina y una humana. La divina es imposible de dramatizarla. Por eso me centré en su lado humano, por lo que atraviesa, por sus dilemas e inseguridades. Y si me concentro en su lado humano también debe tener sentimientos. Semana: ¿Por qué Jesús y el demonio tienen la misma imagen, en este caso Ewan McGregor? R. G.: No quería darle una imagen sobrenatural al demonio, pues esta no es una película de monstruos. Y si este demonio hace todo lo posible por desestabilizar a Jesús, pues no hay mejor manera que aparecérsele con su misma cara. Semana: Los que la vieron destacan la belleza de la película… R. G.: Hicimos la película en Anza Borrego, Colorado, un lugar bello, pero muy duro y áspero, con gran silencio y sin refugio. Luchamos mucho con Emmanuel Lubezki (su director de fotografía y dos años consecutivos ganador del Oscar) para que fuera bella, pero no de postal de fotos del desierto en vacaciones. Semana: ¿Es esta su mejor película? R. G.: Las quiero a todas por igual. De ‘Los últimos días en el desierto’ me conmovió el trabajo de Ewan McGregor y de los demás actores, de la música y de muchas otras cosas que no dependían de mí. Hay que tener mucha suerte cuando se hace una película en la que todo cuadra. Y de esta no hay un solo aspecto que no me guste. Semana: ¿Por qué decide venir usted mismo a presentarla a Colombia? R. G.: Además del gusto, estas películas son cine arte y son difíciles de promover y distribuir. De joven y de niño estuve en Cartagena, pero nunca en el Festival de cine (Ficci). Me invitaron muchas veces y no había podido venir, pero este año tengo la película y parte del festival está dedicado a Gabo. No me podía resistir. Semana: Usted hizo en Estados Unidos primero series… R. G.: Sí, me tocó la época en la que HBO iba hacia arriba con series como ‘Carnival’, ‘Six Feet Under’ y ‘The Sopranos’. Entonces, todos me preguntaban: “¿Por qué haces televisión?”. Y ahora todos quieren hacer televisión porque las series son mejores que la mayoría de las películas. Semana: ¿Por qué la televisión le gana ahora al cine? R. G.: Todavía hay buen cine, algunas obras maestras, pero lo que hacen los estudios está dirigido al espectáculo, al superhéroe, a los desastres, a la ciencia ficción que no siempre es inteligente. La apuesta de los estudios es hacer megaproducciones y que dejen mucho dinero. Semana: ¿Su papá, Gabriel García Márquez, qué tanto vio sus películas? R. G.: Las vio todas, menos esta. Le encantaban mis películas. Sus comentarios no me eran útiles, porque todos eran positivos. Las presumía y se las pasaba a sus amigos. Esta la filmé hace un año, pero él no alcanzó ni a ver el guion porque ya tenía dificultades para leer. Este proyecto no lo conoció. Semana: ¿Usted tenía otra opción distinta a ser escritor o director? R. G.: Crecí en un mundo donde se contaban historias, se leían libros, se veían películas y se escribían guiones. Esa era nuestra vida en la casa.