Título original: Visages villages País: Francia Año: 2017 Director: Agnès Varda y JR Guion: Agnès Varda y JR Duración: 89 min En el año 2000 la directora Agnès Varda estrenó un documental maravilloso titulado Los espigadores y la espigadora. En ese momento, resultaba un ejemplo refrescante de lo que una inteligencia despierta podía hacer con una tecnología que permitía viajar sin problemas, encontrar y acercarse a la gente sin incomodarla, hacer chistes cinematográficos (tenía un ‘baile del cubrelentes’ con imágenes de una cámara que quedó accidentalmente encendida) y, en general, transmitir diáfanamente una voz particular.

Era un cine en primera persona que era al mismo tiempo ligero e incisivo, juguetón y comprometido. Este Rostros y lugares, por su parte, intenta actualizar esa misma sensibilidad, aunque ahora la cineasta de 88 años, como es lógico, no despliega la independencia de hace casi 2 décadas. La acompaña un coprotagonista y codirector llamado JR, un tipo alto, flaco, con sombrero y lentes oscuros que se dedica (aparentemente con éxito económico) al arte callejero y que no habla tanto, pero que resulta ser una presencia jovial y relajada al lado de Varda. La columna vertebral de la película se construye con el contraste entre los dos: ella, bajita y redonda; él, alto y alargado; ella, cargada de historia(s); él, relativamente joven; ella, cineasta; él, fotógrafo y muralista. “Lo que me gusta de este proyecto es que es una aventura espontánea”, dice ella antes de partir en una camioneta, que lleva al costado una imagen de una cámara fotográfica, por distintas partes de Francia, conociendo gente como en aquel documental de 2000, aunque con una gran diferencia: los juegos formales se han reducido y la esperanza ante el futuro y presente de lo que encuentran también. La esperanza de la que hablo es bien particular, y en la película original tenía que ver con encontrar alguna clase de contrapeso o de alternativa viable a esa aplanadora que ha resultado ser la globalización. En ese entonces en sus recorridos veía algo alentador en la cultura del reciclaje, pero acá no hay nada similar. Los dos emprenden una búsqueda de singularidades locales, gente a la cual retratar para luego hacer grandes murales en diversas paredes, con papel pegado con engrudo, que hablen de esos entornos, de las historias de vida que se han dado ahí, pero el resultado, después de tres o cuatro paradas, se revela tan monótono como la globalización. El arte de JR es un arte fácil aunque cuidadoso, llamativo, que tiene la virtud de inspirar más selfis que reflexiones (en cuanto a selfis, su éxito es indiscutible). Es un arte que sabe aprovechar el desconcierto de ver figuras humanas ocupando paredes enteras, pero que, al usar una y otra vez el mismo tipo de imágenes monocromáticas impresas granulosamente, acaba con cualquier singularidad de paisaje, locación o personas. Es una película alegre, que subraya las breves interacciones con los locales como indicadores de un posible futuro en el que el individualismo dé paso a un espíritu colectivo, aunque sin notar que su recorrido va dejando una estela de obras genéricas. En ese sentido, termina siendo una muestra, quizás no premeditada, del abismo que hay entre la aspiración de articularse con el contexto y la capacidad de hacerlo. CARTELERA The Disaster Artist, obra maestra *** James Franco y sus amigos reconstruyen el rodaje de una película legendariamente mala de 2003. Una mujer fantástica *** El chileno Sebastián Lelio hace el retrato de un transexual que debe lidiar con la muerte repentina de su pareja. Una selfi con Timochenko **1/2 Película extraña que se balancea entre la información institucional y el humor autorreflexivo, centrada en un partido entre víctimas. El hilo fantasma **** Exquisita película de Paul Thomas Anderson que retoma elementos clásicos de Hollywood para retratar una relación de pareja.