Encomendarse a Dios es una práctica común entre los creyentes antes de comenzar el día y durante la jornada, bajo la esperanza de que cada actividad se desarrolle de la mejor manera. También para evitar los peligros que puedan estar asechando afuera como accidentes, el impacto de la naturaleza o (en menor grado) controversias laborales.
Para algunas personas, entregar el día a Dios o los santos de su mayor devoción es más que una costumbre, inclinada también cuando finaliza la jornada. Tanto las peticiones como palabras de agradecimiento suelen hacerse a título personal o en nombre de familiares y/o amigos.
Son varios los sitios religiosos que compilan oraciones para diferentes situaciones, mientras otras están fijadas en la Biblia a través de los salmos. Por ejemplo, uno de estos es el 17, reseñado por BibleGateway.
Salmo 17 para la protección
Oye, oh Señor, una causa justa; atiende a mi clamor; presta oído a mi oración,
que no es de labios engañosos. Que mi vindicación venga de tu presencia;
que tus ojos vean con rectitud. Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche;
me has puesto a prueba y nada hallaste; he resuelto que mi boca no peque.
En cuanto a las obras de los hombres, por la palabra de tus labios yo me he guardado
de las sendas de los violentos. Mis pasos se han mantenido firmes en tus senderos.
No han resbalado mis pies.
Yo te he invocado, oh Dios, porque tú me responderás; inclina a mí tu oído,
escucha mi palabra. Muestra maravillosamente tu misericordia, tú que salvas a
los que se refugian a tu diestra huyendo de los que se levantan contra ellos.
Guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme a la sombra de tus alas,
de los impíos que me despojan de mis enemigos mortales que me rodean.
Han cerrado su insensible corazón; hablan arrogantemente con su boca.
Ahora nos han cercado en nuestros pasos; fijan sus ojos para echarnos por tierra,
como león que ansía despedazar, como leoncillo que acecha en los escondrijos.
Levántate, Señor, sal a su encuentro, derríbalo con tu espada, libra mi alma del impío,
de los hombres, con tu mano, oh Señor, de los hombres del mundo,
cuya porción está en esta vida, y cuyo vientre llenas de tu tesoro; se llenan de hijos,
y dejan lo que les sobra a sus pequeños. En cuanto a mí, en justicia contemplaré tu rostro;
al despertar, me saciaré cuando contemple tu imagen.