En las Sagradas Escrituras más exactamente en el evangelio de Juan en el capítulo 16 versículo 33, Jesucristo le dice a sus discípulos: “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo”, haciendo referencia a diferentes situaciones que podrían enfrentar, entre ellas, complicaciones de salud.

En este sentido, la muerte y resurrección de Cristo no sólo perdonó los pecados de la humanidad sino incluso en ese acto de amor y salvación, hubo sanidad, tal y como lo manifiesta el profeta Isaías en el capítulo 53: 5:

“Él fue traspasado por nuestras rebeliones y molido por nuestras iniquidades. Sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz y gracias a sus heridas fuimos sanados”, señala.

De hecho, una vez Cristo inició su ministerio aquí en la tierra sanó a muchos enfermos: “Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas noticias del reino y sanando toda enfermedad y dolencia entre la gente. Su fama se extendió por toda Siria y le llevaban todos los que padecían de diversas enfermedades, los que sufrían de dolores graves, los endemoniados, los epilépticos y los paralíticos, y él los sanaba”, se puede leer en Mateo 4:23-25 de la Nueva Versión Internacional (NVI).

Orar hace parte de la relación con Dios. | Foto: Getty Images

Por eso, el creyente cree que el único que puede hacer milagros -incluso de sanidad- es el Señor, tal y como lo cuenta la historia de la mujer que buscó a Cristo para que la sanara de una hemorragia que no cesaba por más de 10 años, pese a buscar diferentes instancias médicas de la época.

“Había entre la gente una mujer que hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho a manos de varios médicos, y se había gastado todo lo que tenía sin que le hubiera servido de nada, pues, en vez de mejorar, iba de mal en peor. Cuando oyó hablar de Jesús, se acercó a él por detrás entre la gente y tocó su manto. Pensaba: «Si logro tocar siquiera su manto, quedaré sana». Al instante, cesó su hemorragia y se dio cuenta de que su cuerpo había quedado libre de esa aflicción”, registra Marcos 5: 25-29.

Las Sagradas Escrituras hablan de cómo Cristo sanó a los enfermos. | Foto: Getty Images

Es entonces que a lo largo del texto bíblico se pueden encontrar diferentes versículos sobre sanidad, los cuales el creyente se puede apropiar en momentos difíciles.

Varios salmos hablan del poder de Dios. | Foto: Getty Images

Salmo para pedir por salud

El salmo 41 fue escrito por el rey David, en el cual los versículos 1 al 4 hablan del poder de Dios sobre la enfermedad:

“Dichoso el que piensa en el débil; el Señor lo librará en el día de la desgracia. El Señor lo protegerá y lo mantendrá con vida; lo hará dichoso en la tierra y no lo entregará al capricho de sus enemigos. El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor; cuando caiga enfermo lo restaurará”, dice.

Línea seguida, dice: “Yo he dicho: «Señor, ten piedad de mí; sáname, pues contra ti he pecado»”, añade.