La vida cotidiana tiene un afán de llegar a una meta a corto, medio y largo plazo, que hace que muchos vean que todo pasa a gran velocidad y en una carrera contra el tiempo. Esta situación hace que se pierdan los momentos de cada día.
Por esta razón, el Salmo 146:5 invita a darse cuenta de que quienes son los que encuentran la felicidad y la plenitud en la vida son aquellos que la encuentran en Dios.
El tiempo pasa y al final nadie se lleva nada, por esto hay que encomendar el camino al Señor, para poder ver aquellos que pasa en cada instante, pues el tiempo no se detiene y se va agotando.
Otra de las formas de leer y aprovechar este salmo es cuando se aferra a las cosas materiales y a vivir por los demás, dejando a un lado la felicidad propia. Es aquí donde hay que hacer un alto en el camino, hablar con Dios, reencontrarse con un mismo y buscar la felicidad, la plenitud y aquello que puede traer valor a la vida para no arrepentirse al final del camino.
Los salmos son, según el portal especializado Aleteia, para admirar la bondad y la divinidad de Dios con sus hijos. Es una forma de demostrar esa alegría de tener al Señor en la vida y darle gracias por todo aquello que les brinda a sus creyentes.
Salmo 146
“¡Aleluya! Alaba, oh alma mía, a Jehová.
2 Alabaré a Jehová en mi vida; cantaré alabanzas a mi Dios mientras yo exista.
3 No confiéis en los príncipes ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación.
5 Bienaventurado aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios,
5 Bienaventurado aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios,
6 que hizo los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que guarda la verdad para siempre,
7 que hace justicia a los agraviados, que da pan a los hambrientos. Jehová suelta a los prisioneros;
8 Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos.
9 Jehová guarda a los extranjeros; al huérfano y a la viuda sostiene, y el camino de los inicuos trastorna.
10 Reinará Jehová para siempre, tu Dios, oh Sion, de generación en generación. ¡Aleluya!”.