Aunque Sebastián Eslava (Bogotá, 1985) es reconocido en Colombia por su protagónico en La niña, con la que ganó el India Catalina a mejor actor (2017), son muy pocos en el país, al menos entre los de su generación, los que conocen quién fue el revolucionario artista del que heredó su sangre. De hecho, ni él mismo lo conoció. Sebastián tenía solo 2 años cuando José Humberto Eslava Cáceres, su padre, nacido el 16 de marzo de 1935 en Honda (Tolima), perdió la vida desempeñando el arte que aprendió desde niño, siendo un “veterano” y consumado maestro, de apenas 52 años de edad.

Con una omnipresente figura paterna, que en ese entonces el país idolatraba de manera unánime, Sebastián creció entre fotos, trofeos, recortes de prensa y armarios con trajes de luces y trastos de torear del único matador de toros colombiano en tomar la alternativa en la Maestranza de Sevilla, y también en encontrar la muerte en los cuernos de un toro al que debía matar en el ruedo, ante una plaza llena de público. Las imágenes de su sepelio, aún conservadas en cintas tres cuartos en los archivos de los noticieros de la época, dan testimonio del impacto que supuso su muerte, “Tragedia nacional”, según los recortes de prensa del 17 de agosto, días en los que la vida se podía perder a la vuelta de la esquina, con el sonido de carrobomba.

Una multitud se acercó a despedirlo en la Plaza de Toros, agitando pañuelos blancos y gritando “¡Torero, torero!”, imagen inédita en el centro de Bogotá, pero conmovedor preludio de las caravanas fúnebres que pasaron, meses después, también a pocos metros de La Santamaría, las de cuatro candidatos presidenciales asesinados.

La del torero sucedió el 19 de julio de 1987, cuando Pepe Cáceres, con 30 años de carrera profesional, volvía a encabezar el cartel de la Feria del Sol y del Acero, en La Pradera de Sogamoso, plaza de toros que él mismo había inaugurado, como tantas otras, dos décadas atrás, el 20 de julio de 1968.

Rico, famoso, con edad de merecer descanso o jubilación por el alto riesgo de su oficio, ninguna necesidad tenía de ganarse la vida arriesgándola.

Cáceres seguía sometiéndose a la tortura del miedo por pueblos y ciudades, solo para defender su sitio de ‘número uno’ de Colombia, incluso ante toreros con 30 años menos, caso del bogotano César Rincón, con apenas 21.

Sebastián “conoció” desde ese día a su padre, a quien describe como “un ser humano que demostró que los sueños sí se pueden cumplir”, sin aparentes oportunidades, al surgir desde lo más ‘hondo’, por llamar de alguna forma al puerto tolimense, a la orilla del río Magdalena, donde nació.

Por la época en que lo demostró, José Humberto Eslava Cáceres podría considerarse el primer colombiano en haberlo hecho, al cometer el “sacrilegio” de abrirse paso en la más española de las fiestas de España.

Rivalizó con figuras del toreo y del jet set como Luis Miguel Dominguín, padre de Miguel Bosé; hizo amistad con Cantinflas, el nobel Ernest Hemingway y el pintor Pablo Picasso, quien le regaló algunos cuadros.

Y hasta conquistó el corazón de la mujer más bella del mundo en 1958, la Miss Universo Luz Marina Zuluaga, amor al que decidió renunciar por su profesión, y del que toda Colombia hablaba en años en los que nadie atisbaba la revolución de las redes sociales, medio siglo después.

Revolución, la de Pepe Cáceres por toda Colombia, en días en que conservadores y liberales no daban tregua a su violencia, cuando encabezó cuadrillas de toreros y atravesó trochas y caminos de herradura para llevar una sonrisa a los colombianos de cientos de pueblos donde nunca ha habido un teatro o una sala de cine.

Lo descubrió Sebastián, tras 16 años de investigación de la vida de su padre, que inició cuando tenía 21, en Los Ángeles, en la Academia de Actuación y Teatro de Stella Adler, mentora de Marlon Brando, donde nació la idea de llevar al cine el legado de Pepe Cáceres, y el sueño de interpretarlo, como el protagónico que diera razón a su vida. Desde hace seis años se conocían noticias, al menos en Honda, del rodaje de una cinta en homenaje al más célebre de los nacidos en la “ciudad de los puentes”, paralizada entonces por la presencia del que había sido protagonista de La niña.

Sebastián Eslava pensó en Andrés Baiz, director de Satanás (2007), Roa (2013) y de la serie Narcos (Netflix), quien al ver el guion le aconsejó: “No dejes que nadie la dirija, tienes que ser el director”.

Pepe Cáceres, obra con la que Eslava se estrena como director, combinó un elenco de actores profesionales (Valeria Galviz, Nicolás Coronado, Sara Casasnovas, Néstor Rojas) con actores naturales, todos ellos toreros colombianos, como el niño Cristian Restrepo o Luis Miguel Castrillón. La película se exhibió el 19 de enero.

Tras miles de horas detrás de la cámara como director, y otros cientos frente de ella como actor, lloró tres veces la primera vez que la vio en pantalla gigante y sonido 5.1, como espectador. “Se dejó el alma”, dijo a SEMANA.

Lo que nunca imaginó Sebastián Eslava es que la producción de la película fuera también un homenaje al recio carácter de su padre, el que lo llevó a superar las cornadas de los toros, 19 antes de la de Sogamoso, y las también dolorosas de la pobreza, la explotación y la discriminación, que tuvo que sortear en Europa solo por haber nacido en Colombia.

El actor bogotano quiso tirar la toalla varias veces, por las volteretas que sufría en busca de financiación y apoyo a su proyecto, por el natural rechazo que en el siglo XXI produce una película de toros.

No lo hizo, ni cuando le picó el mismo “bicho” que había picado a su padre, por haberse metido tanto en la investigación del personaje: ser torero.

“No es una película de toros”, dice Eslava, quien jamás imaginó “lo titánico” que resultó producirla. “Es el drama del corazón de un hombre que llegó muy lejos, en una época en la que parecía casi imposible, sobreponiéndose a todo en la vida”.

Si en la tauromaquia “bautismo de sangre” hace referencia a la primera cornada que sufre un torero, la primera película de Sebastián Eslava, además de su alternativa como director, también pudo significar su bautismo de sangre.

La sangre que confrontó en su primer filme fue la de su propio pasado, la que su padre derramó en el ruedo, y a su vez heredó de su abuelo, Carlos Eslava, quien, como Pepe Cáceres, también murió de manera violenta, aunque por una locura diferente a la locura del toreo.