Escuché Dead Can Dance por primera vez sin saberlo, mientras veía la película Baraka, una cinta que impresiona pues, siguiendo el camino de Koyaanisqatsi, logra un efecto narrativo contundente al combinar imágenes reales, timelapses y una banda sonora que completa la experiencia, que eleva y entristece… Baraka, una película como pocas con un mensaje que cada espectador arma en su cabeza y corazón.
Por falta de curiosidad no lo supe de inmediato. Años después me enteré de que la música de la secuencia que más me marcó -cuyo video está arriba- correspondía a la banda Dead Can Dance. De ahí surgió un interés por hablar con sus integrantes que, por el lanzamiento de su disco Dionysus, también estaban dispuestos a hablar. Nacieron en 1981 y fueron banda de varios integrantes; hoy Dead Can Dance es producto del gran plan que traza el visionario Brendan Perry y de lo que a este le suma la impresionante voz de Lisa Gerrard, que muchos consideran tan celestial como dolorosa y muchos recuerdan por la banda sonora de Gladiador. Esto le dijo Perry, cerebro y alma de esta especial experiencia musical, a Ociorama Semana. Ociorama: Sus trabajos son muy sentidos, canalizan folklore de distintos lugares y tiempos y se vuelven universalmente humanos y atemporales. ¿Es capaz de describir a su público? BRENDAN PERRY: Es un público de varias generaciones y de orígenes diferentes de vida. Esa es mi experiencia ahora, pues no fue siempre así. Generalmente creo que se trata de amantes de la música, eso imagino. Ociorama: Por las atmósferas cinematográficas que genera, Dead Can Dance parece haber sido influenciado por el séptimo arte, ¿es el caso? B.P.: No tanto el cine, creo que más me han inspirado la literatura, la música y en cierto grado la pintura. Mencionas la palabra cinematográfico porque eso te crea y genera. Para mí no es tan distinto si lo miro así: cuando era pequeño y comenzaba a escuchar música, la ponía y me transportaba y en mi cabeza tenía lugar ese ‘cine de la mente’ en el que yo proveía las imágenes. Esta clase de experiencia es muy importante, digamos, para la música clásica. Antes del cine, la gente iba a ver conciertos a ser transportada, a alcanzar un lugar para sus sensibilidades emocionales. Y Dead Can Dance, en esencia trata de alcanzar eso. Especialmente con este álbum, Dionysus, que se basa en formas clásicas y ha sido creado para ser apreciado como experiencia, sentado, de principio a fin. Ociorama: La primera vez que los escuché fue viendo Baraka.. en un momento entre desgarrador y poético… ¿qué recuerda de esa colaboración? B.P.: Con Baraka hubo un matrimonio hermoso. Es lo que llamaría cine poético, uno sin actores principales, en el que el ojo de la cámara flota como un espíritu. Y cuyo uso de ‘timelapses’ deriva en una experiencia conmovedora. Esa poesía encaja con nuestra música. Creo que nuestra obra funcionaría menos con actores y una narrativa y la música es un fondo para la emoción de la escena. Trabajos como Baraka, enormes trabajos, es un gran honor participar en ellos. Ociorama: ¿Por qué Dionisio? B.P.: Estaba al tanto de los cultos de Dioniso y de su mito. La literatura clásica griega siempre me gusto, y leer The Birth of Tragedy from the Spirit of Music de Friedrich Nietzsche sirvió como etapa elemental de inspiración. A eso se sumó presenciar festivales en la zona del Mediterráneo, los remanentes del culto a Dionisio y los carnavales que tienen lugar en primavera usualmente, y luego los festivales de vendimia, de recolecta de cosechas. Me sorprendió que estas tendencias antiguas sigan y planteen aún una asociación poderosa y directa con la naturaleza y tradiciones antiguas hoy. Esos dos elementos catalizaron mis ganas de hacerlo. Dionysus - Una experiencia para vivirse en dos enviones
Ociorama: Usted ha mencionado que ‘Dionysus’ rompe los moldes de Dead Can Dance, ¿cómo? B.P.: Es quizás el primer álbum conceptual que hemos hecho, inspirado en creaciones de final del siglo XIX e inicios del siglo XX, composiciones clásicas y románticas. La consagración de la primavera de Igor Stravinsky es un ejemplo de un trabajo clásico dionisiaco. Y quería hacerlo en forma de Oratoria, porque encajaba bien con la manera de ver a Dionisio en la tragedia griega, en el teatro griego antiguo, donde Dionisio es el patrón y un instigador y provocador de tragedia. También se enlaza con el uso del coro en la tragedia griega. Como resultado de estas decisiones, sabía que no habría canciones y que se iba a tratar de la ‘falta de individuos’, con el coro vociferando la mayoría, y en el que se da una especie de toma y dame. El protagonista esencial es el coro. En ese sentido si es una oratoria pagana, esa forma tomó. Para acomodarme al vinilo, pensé en dos actos, soy creyente en el vinilo y es hermoso verlo regresar luego del desastre de los CDs y descargas digitales. Lo quebré en dos partes, cada una en su lado. Esa fue la forma, y una vez defini eso, entré a definir instrumentos que usaría, instrumentos folklóricos usados alrededor del Mediterráneo por cientos, quizá miles de años. Shepherds Flutes, percusión de los Balkanes, Sardinia, una gaitas de España, norte de África y Turquía. Se sintió como el ‘pintor sónico’ uso esas tonalidades e instrumentos y le doy una autenticidad al proyecto. Ociorama: Usted parece un antropólogo musical, viaja mucho, se siente. ¿Qué tanto lo han cambiado sus viajes y han influenciado su arte? B.P.: Enormes beneficios le he sacado a viajar. Le recomiendo a todo el mundo, especialmente a los jóvenes, salir apenas puedan a ver el mundo en el que viven. Les va a cambiar el punto de vista, les abrirá su visión. También caerán en cuenta de que somos todos un mismo pueblo y tenemos mucho en común, más allá de idiomas, fronteras, límites, culturas. Fui afortunado en ese sentido. Mi madre fue una inmigrante irlandesa que llegó a Inglaterra, donde nací y luego emigramos a Nueva Zelanda cuando era joven. Yo luego me fui a Australia, regresé a Inglaterra, viví en Irlanda por casi 30 años y ahora llevo tres años en Francia. Tengo el gen gitano. Necesito cambios de escenario. Ociorama: ¿Desde cuándo unió viajes y música? B.P.: De niño estaba obsesionado con la historia, especialmente la antigua. A mis 11 años me montaba a un tren e iba al British Museum los fines de semana. También leía mucho, desde los 6 o 7 años, y leí a Homero a los 10 años. Me fascinaba todo lo que tenía que ver con Egipto y los mundos clásicos. Viajaba en mi imaginación, desde mi suburbio de ladrillos en el lado este de Londres, y más que escapar le permitía a la imaginación andar libre por el tiempo y la cultura, mares, fronteras. Ociorama: ¿Cómo traduce en vivo esta amalgama musical que propone Dead Can Dance? B.P.: Inevitablemente tenemos que ser prácticos en las presentaciones en vivo. Si fuera puramente acústico y en instrumentos originales tendríamos un ensamble gigantesco, algo imposible desde las finanzas y la organización. Tratamos de llegar a un balance entre tecnología e instrumentos acústicos, y logramos un híbrido entre ambos. Ociorama: ¿Componen juntos usted y Lisa? B.P.: Hemos sido los dos desde que nos separamos de lo que era una banda. Ahora funcionamos como Lisa Gerrard, invitados y yo. Algunos duran más, otros crean sus proyectos, pero Lisa y yo seguimos. Sobre la dinámica entre ambos, usualmente soy yo el instigador de los álbumes. Hago los arreglos. En el pasado, cuando tenemos la idea o dirección en la que decidimos ir, Lisa contribuye canciones o líneas vocales. Pero eso varía de disco a disco. Esencialmente tratamos de compartir las labores de voz, es importante, es el fuerte de Lisa, y es importante que sume cuanto pueda. Ociorama: ¿Algunos de sus trabajos le son más cercanos al corazón que otros? B.P.: No creo... Bueno, sí tengo cierto favoritismo por ‘Within the Realm of a Dying Sun’, ‘Into the Labyrinth’ y ‘Anastasis’, el anterior a este nuevo, pero me es imposible escoger entre ellos. Son como los hijos, no quiere uno empezar peleas.