En la vida de William Shakespeare, uno de los escritores más grandes de la historia de la humanidad, reina una gran cantidad de mitos. Aunque hay consenso en destacar la importancia de su obra, que marcó un punto de quiebre en la literatura mundial y ha sido traducida a 75 idiomas, a la fecha no hay muchos datos comprobables sobre su biografía. Eso ha disparado toda clase de teorías y algunos han llegado a poner en duda su existencia o la autoría de sus obras.Se sabe que lo bautizaron en Stratford-upon-Avon, un municipio al sur de Birmingham, el 26 de abril de 1564 y que murió en el mismo lugar el 23 de abril de 1616 (según el calendario juliano). También que hizo parte de Los Hombres del Lord Chamberlain, una compañía de teatro que creció bajo la tutela de Henry Carey durante el reinado de Isabel I, y que luego se transformó en Los Hombres del Rey cuando Jacobo I subió al trono. Ellos fueron los máximos exponentes del teatro isabelino y llevaron a los escenarios casi todas las historias que hoy se le atribuyen al Bardo de Avon. Este año las discusiones sobre Shakespeare han vuelto a cobrar vigencia. Hace una semana, la Universidad de Oxford informó que en la nueva edición del Oxford Shakespeare –un compendio oficial de las obras del autor que se reeditará a raíz de la conmemoración de los 400 años de su fallecimiento– 17 de las piezas del dramaturgo aparecerán coescritas con otros autores. El caso más llamativo es el drama Enrique VI (1591), que, según el nuevo canon, escribieron a cuatro manos Shakespeare y Christopher Marlowe, el poeta a quien muchos señalan como su rival. La universidad tomó la decisión luego de que 23 académicos de distintas nacionalidades analizaron, por medio de varias pruebas con sistemas computarizados y herramientas clásicas, las piezas de Shakespeare y otros escritores que desde hace poco están disponibles en formato digital. “Pudimos determinar las palabras o las combinaciones de palabras que cada uno usaba frecuentemente o que nunca usaba, a diferencia de los otros. Y así encontramos que había evidencia suficiente y contundente del aporte de otros autores en esas obras”, dijo a SEMANA Gabriel Egan, uno de los cuatro editores generales del Oxford Shakespeare y profesor de estudios sobre el escritor en la Universidad de Montfort, en Leicester. A pesar de la polémica, el tema no es nuevo. La misma universidad ya había aceptado oficialmente en 1986 que otros dramaturgos participaron en ocho de las piezas de Shakespeare. Desde entonces, el mundo académico acepta la idea de que el gran maestro de la literatura coescribió varios de sus textos, pero esta nueva evidencia deja ver que lo hizo en una proporción mucho mayor de lo que se creía –un 37 por ciento de las 44 obras del canon shakespeariano–, y pone los reflectores sobre los coautores.El espía que murió jovenEl más mediático es Christopher Marlowe. Su vida, al igual que la de Shakespeare, está rodeada de mitos y rumores. Nacieron el mismo año, pero Marlowe murió en una riña el 30 de mayo de 1593 cuando apenas tenía 29 años. Las circunstancias extrañas de su asesinato han dado pie a algunas teorías, que afirman que en realidad fingió su muerte para escribir desde el anonimato y que es el verdadero autor de todas las obras del genio de la literatura. Solo está confirmado que fue un dramaturgo muy exitoso a finales del siglo XVI y que escribió obras como Reina de Cartago (1582), Tamerlán, el grande (1586), El judío de Malta (1592) o Doctor Fausto (1592). También que hablaba abiertamente de temas polémicos para la época como el ateísmo –en alguna oportunidad declaró que no creía en la existencia de Dios– y la homosexualidad. Incluso, hay evidencias que sugieren que trabajó como espía para la reina, en una época de guerras entre católicos y protestantes. Para Egan el análisis de Oxford descarta completamente que Marlowe fuera Shakespeare, pero sí deja ver que trabajaron juntos. “No es un resultado extraño. Él era un dramaturgo famoso cuando el autor de ‘Hamlet’ apenas era la estrella en ascenso y pudieron tener proyectos en conjunto. Lo más seguro es que haya sido una gran influencia para su obra”. Algo que no va en contravía de la creencia de que fueron rivales, aunque más en un sentido profesional que personal. Para los expertos, además, las colaboraciones eran algo común entre los escritores de la Inglaterra isabelina. Diego Arboleda, profesor de teatro de la Universidad de los Andes, lo corrobora: “No era un teatro de autor, como se concibe en estos días, sino que tenía un formato muy parecido a los guiones a varias manos que se escriben hoy para la televisión o el cine. Y aunque Shakespeare escribió muchas cosas solo, lo normal es que algunas piezas sean colectivas”. En ese sentido, algunas pruebas demuestran que otras compañías de teatro famosas durante esos mismos años, como Los hombres de Lord Admiral, utilizaban equipos de tres a cinco autores. De hecho, según Oxford, Shakespeare ahora será considerado coescritor de piezas antes atribuidas solo a otros autores como Tragedia española (entre 1582 y 1592), de Thomas Kyd, o Arden de Faversham (1592), publicada como una obra anónima. En el primer caso Shakespeare trabajó sobre la pieza –que ya era reconocida en el medio– cuando Kyd ya había muerto, otra forma de coautoría muy común en el teatro de la época. En el segundo, según los investigadores, hay evidencia de que escribió el tercer acto pero no el resto de la obra, por lo que será considerada una colaboración entre el británico y otro autor anónimo. A la decisión de Oxford no le han faltado críticas. Darren Freebury Jones, profesor de la Universidad de Cambridge, escribió en The Independent un reportaje en el que expresó reservas sobre la investigación de sus colegas: “¿Puede la mera regularidad con que aparecen ciertas palabras y frases en un texto distinguir entre los diferentes autores, considerando que en ese momento la parodia y la apropiación eran abundantes? Shakespeare tomó prestadas palabras y frases de las obras de Marlowe. Marlowe hizo lo mismo de las obras de Shakespeare y también de Thomas Kyd, quien a su vez usó frases de él”. Otros académicos aún esperan que salga el Oxford Shakespeare en las próximas semanas para opinar sobre la explicación detallada de los editores. Para ellos, sin embargo, este hallazgo no menoscaba el legado de Shakespeare. Egan piensa que, por el contrario, deja ver una nueva dimensión del autor. “Ahora sabemos que tenía una relación cercana con sus contemporáneos y, según lo veo yo, era un hombre consciente de sus limitaciones. Sabía que otros autores podían ser mejores para escribir cierto tipo de escenas o personajes, y trabajaba con ellos. Esto lo hace aún más grande”.