Por su cortometraje Leidi, Simón Mesa Soto recibió en 2014 la Palma de Oro en Cannes, el máximo reconocimiento en el festival de cine más importante del planeta. Más allá del galardón, que nos llevó a ver el corto y nos puso a hablar de él (importante detalle), en esa producción el director paisa dejó un registro humano, chocantemente cotidiano de las niñas y jóvenes embarazadas en casi todas las esquinas de los barrios populares de Medellín (y del mundo). Dos años después, en su corto Madre (también estrenado en el festival francés), Mesa Soto presentó la mirada de una niña de 16 años, para luego mostrarnos la mirada de esa misma niña tras asistir a un casting pornográfico (en el que le aceptan fácil la mentira de que es mayor de edad). Es un rostro devastadoramente distinto.
En casi todos sus cortometrajes y en su único largometraje, Mesa Soto ha seguido a mujeres. Lo ha hecho naturalmente, sin proponérselo, y si bien puede cambiar en su próximo proyecto, no es el momento de abordarlo. En su opera prima, Amparo, mira a una mujer y a un contexto, a una madre de dos hijos, soltera, sin mayores ingresos, en la Colombia de los años 90, cuando la guerrilla se vitoreaba como el único enemigo.
Amparo se estrenó en la Semana de la Crítica de Cannes 2021, donde su protagonista Sandra Melissa Torres fue reconocida como Mejor actriz y al fin se exhibe en salas colombianas. Desde hace un par de semanas, la película hace parte de los antídotos al cine de superhéroes que suele avasallar las taquillas, y la audiencia debe hacerse sentir.
Ya era hora de que la cinta impactara en el territorio donde más resuenan sus códigos y sus apuestas. Los colombianos conocen el servicio militar, las maneras en las que impacta familias, jóvenes, y también las maquinarias corruptas emplazadas para hacerle el quite y sacar provecho económico. Y si no a todos les ha gustado la película, en un país que viene pelando el cobre en su tolerancia enferma por una guerra injustificable, es porque una que otra reflexión (y desazón) deja.
Es una película dura, Amparo, oscura en una búsqueda que no es frenética (pero se acerca) y cuyo desenlace refleja un balance de la vida en Colombia, donde la “tranquilidad” viene con precio. Desde su relación distante con el servicio militar, que desde el privilegio pudo evitar, el director plantea un terreno narrativo sobre quienes no tienen ese lujo y sufren de no tener ese lujo y pagan el precio. Es un relato sobre lo que la gente del común enfrenta en la cotidianidad de un país que recluta a sus jóvenes para instruirlos en hacer caso y en hacer la guerra, y revuelve sensaciones mientras desnuda inequidades.
A la vez, refleja una resiliencia materna que se siente genuina, a prueba de todo. Sandra Melissa Torres carga la narración como Amparo, a quien sigue la cámara por largos tramos. Ese país noventero la vemos luchar para que su hijo Elías no se vaya a Caquetá, a morir, porque sabe que no durará una semana. Ese país sigue operando, y si algo, se ha recrudecido en sus maneras descarnadas.
Amparo es esa mujer retada por todos, de quien todos quieren aprovecharse, de quién se ríen por la situación que enfrenta. Y, por su hijo y su hija, ella va hasta allá y más lejos. Es una mujer atropellada por su madre y por la demente maquinaria de corrupción, acomodo y plata que es el servicio militar en Colombia, pero encuentra una salida. En la película conocemos a Karen, su hija, la prueba de que no educó bobos. En Elías, Amparo ve alguien que no resistirá esa prueba, alguien que ama y no dejará sufrir. No es perfecta, lejos de eso, pero a la hora de decidir qué línea cruzar (porque le toca), escoge la que la daña solo a ella.
Sobre la película, hablamos con Simón Mesa Soto. Esto nos dijo.
SEMANA: Usted ha enseñado, y antes de hablar de cine quisiera que mencionara algunos de los maestros que en el salón y en la sala de cine lo marcaron...
SIMÓN MESA SOTO: Me da miedo mencionar uno de la academia, por no dejar a nadie por fuera. Maestros del cine lo hay muchos, me gustaba mucho David Lynch al principio...
SEMANA: ¿Han cambiado mucho sus gustos en cine entre más ha hecho?
S.M.: Los gustos cambian entre más se mira, el horizonte de muchas cosas se expande desde una visión más amplia. Me gusta mucho ver cine y entenderlo desde sus movimientos, sus formas, sus autores. Uno no se queda estático, hay una evolución, y es producto de lo que uno sigue viendo.
El ejercicio de exhibir una películas en salas de cine me parece una cosa abrumadora. Tanta gente viendo lo que tú haces, es como si estuvieras haciendo un dibujito en un cuaderno en un parque y llega un montón de gente a mirar lo que estás haciendo
SEMANA: Después de su cortometraje ‘Tiempos muertos’ sus protagonistas han sido mujeres. Su universo ha sido, en general, femenino. En Londres, sigue a una señora de edad, en ‘Beth’; en Medellín ha retratado mujeres jóvenes en ‘Madre’, en ‘Leidi’ y en su largometraje ‘Amparo’ sigue a una particular pero representa a varias de distintas generaciones. ¿Se lo propuso?
S.M.: No. Por ejemplo, cuando hicimos ‘Beth’ (cuando estudiaba cine, y nunca lo mostré pues nunca pasó de ser un proyecto académico), me surgió por un punto de interés cuando conocí a una señora de edad en Londres. Era la “vecina problemática”, y me interesó ese tema a partir de ella. Entonces, me han interesado temas o personajes femeninos, pero no he tenido una agenda alrededor de eso. Ha surgido de esa manera y no me quiero limitar a eso. Hasta ahora lo he hecho así, pero tengo un camino largo: hice una película, ¿cierto? Y los cortometrajes son un camino y un campo de exploración...
SEMANA: Háblenos del paso de los cortos a comandar un largometraje, como lo aterró o emocionó, cómo impacta lo que viene...
S.M.: Para mí, el ejercicio de exhibir una películas en salas de cine me parece una cosa abrumadora. Tanta gente viendo lo que tú haces, es como si estuvieras haciendo un dibujito en un cuaderno en un parque y llega un montón de gente a mirar lo que estás haciendo. Porque al final, el cine es un arte, nace de la visión y de los intereses de una persona o un grupo de personas, y cuando lo pones en una sala para que la gente interprete, se acerque, comente, es un acto que abruma. Tener que hacer prensa, cosas así, son aspectos de cine que uno no aprende en una escuela (ríe), es algo muy interesante y nuevo para mí.
SEMANA: Cuéntenos de la reacción a ‘Amparo’ de parte del público extranjero y del público colombiano...
S.M.: Es más emocional el público local. Está cargado de más emociones, además porque son unos personajes y un universo mucho más cercano, más latente, que emociona más. Afuera, creo que es un poco como el ejercicio de ver una película coreana. Cuando ves una película coreana o iraní, estás leyendo unos códigos que son totalmente foráneos y misteriosos para ti. Todo es un misterio, pero cuando ves una película colombiana, es todo lo contrario. Todo sabes qué es, y por eso lo puedes criticar más fácil. Eso pasa mucho en Amparo, los personajes, las historias no son mías, son de todo el mundo, y todo el mundo se refiere a ella desde su experiencia personal.
SEMANA: ¿Han cambiado las dinámicas que lo inspiraron a realizar ‘Amparo’? El servicio militar sigue abriendo la puerta a los jóvenes en la guerra...
S.M.: Evolucionan. Ahora, digamos, está el paro armado. Se habla de la violencia y de la guerra como algo del pasado, pero si a un grupo armado le da por congelar el país, lo hace. Y lo hizo. Es increíble. Es una sociedad en la que se supone que hay instituciones ¿dónde está esa institucionalidad?
SEMANA: Contra todo pronóstico, todo parece haber empeorado, desde esos años noventa que reflejó en su película.
S.M.: Es vergonzoso hablar de institucionalidad cuando un grupo armado puede congelar el país. Evolucionan las formas, empeoran o no, cambian, llegan unas víctimas distintas... hay una evolución de un conflicto pero se mantiene la columna y las raíces de ese malestar social, de los efectos del narcotráfico. Yo creo que en Colombia, a la oligarquía no le importó una visión de orden estatal y que dejó permear muchos males, como el narcotráfico. Eso es Colombia, y r recomponerlo tal vez requiere muchos años, décadas. ¿Cierto? No es algo que cambia.
Veo ‘Amparo‘ como una radiografía de lo que es vivir en Colombia desde la vida ordinaria, desde la cotidianidad para una madre, que también es un reflejo de muchas personas...
Esta película, una especie de queja, crítica, o como la gente quiera llamarla, yo la veo como una radiografía de lo que es vivir en Colombia desde la vida ordinaria, desde la cotidianidad para una madre, que también es un reflejo de muchas personas, o para un pelado de 18 años. ¿Qué es salir del bachillerato? Y entonces se piensa en la figura del soldado regular, y a muchos soldados regulares tampoco es que les guste mucho el Ejército. Son ellos los que más han recibido el golpe fuerte de la guerra y no pueden ni subir de escalafón.
SEMANA: ‘Amparo’ también refleja ese desdén socarrón de la autoridad, que desde su posición se ríe y aprovecha de esta mujer y de su dolor. A Amparo la seguimos en esa lucha, y no es una santa, pero lo acepta y lo confronta...
S.M.: Los seres humanos somos imperfectos. No quería idealizar al personaje, me interesaba mostrar un punto débil, que antes que una imperfección, es algo humano. Sin eso, el retrato no iba a ser tan humano.
SEMANA: Cuéntenos sobre su trabajo con actores y actrices, y la manera en la que ha cambiado (o no) en su camino...
S.M.: Sí ha cambiado y no... aunque repito, esta es mi primera película y fue un aprendizaje muy grande. Hay muchas cosas que todavía estoy entendiendo, un estilo. Hay cosas que tomé de los cortos, pero también intenté cosas nuevas, experimenté. Intenté que la película no fuera realista tampoco. Uno podría decir que esta es una película muy realista, pero en realidad yo la veo muy alejada de lo real, muy estilizada en su forma, en su estética, en los personajes. Es muy manipulada, muy ficcionada, muy estilizada, y era algo que buscábamos. Me interesaba que hubiera muchos diálogos, puse a los actores a hablar mucho, a tirar mucha palabra, y que se los aprendieran. Y eso generó una plasticidad de la puesta en escena. Uno siempre intenta buscar una voz propia, y eso sentido implica alejarse de los referentes y de formas que ya se trabajaron y vivieron, se trata de intentar cosas esperando que funcionen.
Intenté que la película no fuera realista tampoco. Uno podría decir que esta es una película muy realista, pero la veo muy estilizada
SEMANA: ¿Cómo lo impacta y cómo lo inspira Medellín?
S.M.: Yo vivo en Medellín, nací en Medellín, he vivido toda mi vida en Medellín, aparte de ese tiempo en el que me fui a estudiar a Londres y de un año que estuve en Bogotá. En Medellín he vivido a mi manera, soy un habitante activo y he sentido la ciudad. Tengo una relación, como muchas personas, de rechazo y pasión... como que creces, perteneces a un lugar, pero luego también te genera rechazo. A mí Medellín, a veces, me genera rechazo; o yo siento el rechazo de la ciudad. Es muy difícil, como que a veces no estás de acuerdo con la ciudad y cómo funciona. Y hay mucha gente como yo, eso refleja el malestar social.
Tengo una relación, como muchas personas, de rechazo y pasión... como que creces, perteneces a un lugar, pero luego también te genera rechazo. A mí Medellín, a veces, me genera rechazo; o yo siento el rechazo de la ciudad.
SEMANA: ¿Alimenta ese choque los proyectos que vienen?
S.M.: Para la próxima película, creo que sé qué voy a hacer (espero, porque falta financiarla y todo ese proceso). Es en Medellín, pero decidí en esta película que viene hacer algo que disfrute. La primera película fue un proceso muy complejo, sobre todo produciéndola. Soy director y productor, y producir es otra cosa, es difícil buscar esa plata, sacarla de donde se podía para hacer esta película costosa. No teníamos para alcanzar el nivel de presupuesto que necesitábamos, y eso me generó mucho estrés. En este proceso tuve momentos de mucha penumbra, por así decirlo. Y cayó la pandemia además, fueron años duros de aprendizaje.
Soy director y productor, y producir es otra cosa, es difícil buscar esa plata, sacarla de donde se podía para hacer esta película costosa. No teníamos para alcanzar el nivel de presupuesto que necesitábamos, y eso me generó mucho estrés
Ahora me siento muy tranquilo. Este proceso de estarla estrenando, de finalmente estar ahí, así finalmente a la gente le guste o no le guste. Hay gente que no le gusta, pero siento que finalmente la hice y está ya, está ahí, existe y abrazo que sea imperfecta. La película me transformó de muchas maneras, me construyó también como ser humano. Para el proyecto que estoy haciendo quiero hacer algo muy diferente, jugar...
SEMANA: ¿Cómo llevarse a ese lugar de disfrute? ¿Desde el guion mismo?
S.M.: A mi manera; por ejemplo jugar con un personaje, irme por otro lado, seguir en esa búsqueda. Porque a mí sí me gustan esos radicalismos. Amparo, me parece, es una película que tiene radicalismos, cosas que generan amores y odios...
SEMANA: ¿Cuáles odios ha percibido?
S.M.: Muchas cosas. Desde un estamento más oficialista, digamos, choca. También, el hecho de que yo sea un hombre y la protagonista sea mujer, ese hecho ahora tiene unas relevancias muy fuertes. Cuando escribí el guion, hace unos cinco años, era un universo totalmente diferente al actual. Mucha gente me dice, por ejemplo, que la película llega en un momento muy propio del momento, por el malestar social. Pero uno cuando empieza un proyecto no tiene ni idea de cuándo lo va a estrenar en una sala, o qué va a pasar con el mundo. Duran más las películas que los hechos en el mundo, que cambian muy rápido. Los proyectos duran mucho tiempo en Colombia. En promedio, se van 3 o 4 años en una película, siendo optimistas.
SEMANA: En su cortometraje ‘Madre’ y en ‘Amparo’ vemos este lecho materno en el que los jóvenes van y mamá los recibe... una imagen recurrente...
S.M.: Es el mismo final... yo dormí con mi mamá hasta hace no tanto... Creo que es un arquetipo de mi propia familia. Yo creo que estoy exorcizando un trauma.
SEMANA: Es notable que la madre de Amparo es inclemente con ella, quizá el personaje más duro...
S.M.: Ella también ayudó a darle una dimensionalidad a la historia, como la caracterización única de cada personaje. La madre de Amparo surgió mucho a partir de la mujer que la interpretó. Cuando la encontramos, nos dimos cuenta de que era un ventarrón. Era así, grosera, habladora. Ella le dio mucha forma a ese personaje, porque esa señora hablaba y eso insultaba a todo el mundo. En el guion había un reproche a su hija y a su vida, pero no a ese nivel, no así. Si vos la conocés, es una señora que es así. El equipo de casting la encontró y me la mostró, y para acabar de ajustar, era una vecina en la casa de mi mamá. Eso fue muy curioso.
SEMANA: Cuéntenos sobre el personaje de Karen, de escribir a esta niña y de trabajar con la actriz. Una presencia arrolladora...
S.M.: A mucha gente le encanta. En el guion, Karen era un personaje que yo pensaba que generara cierta empatía por su forma de ser, un poco irreverente. Y estaba asustado por el casting. Me daba miedo no encontrar una niña que sostuviera la puesta en escena de la película. Es decir, son planos largos, sin cortes, el casting tenía que sostener las escenas. En las películas sueles poder cortar, fragmentar, pero en esta no, es como una obra de teatro. Los actores sacan adelante la puesta en escena.
Pero luego, Luciana (Gallego Álvarez), quien la interpretó, fue y es una niña arrolladora. Es un ser supremamente inteligente. No había que repetir, y se cansaba de hecho, a las dos repeticiones. Había que rogarle para que hiciera una tercera. Ella se dispersaba mucho, pero las veces que lo hacía, lo hacía perfecto. Y cuando la escuchas, si vas a un evento estos días y la escuchas, es una niña con un carácter y una madurez muy especial. Se apropió de los diálogos y del personaje de una manera muy única.
SEMANA: Con Elías, ¿de dónde partió?
S.M.: Siempre pensé que Elías era como mi hermano. En él quería ver mucha fragilidad, y eso fue lo que buscamos. Fue muy difícil de encontrar, porque nos dedicamos mucho a Amparo y a Karen, y cuando estábamos muy cerquita nos dimos cuenta de que apenas habíamos buscado a Elías. Sabíamos que iba a salir en muy pocas escenas, en cinco, si hacemos cuentas. La historia gira en torno a él pero él no está, no es tan relevante. Y al final, Diego (Alejandro Tobón) apareció y tenía algo que nos parecía muy interesante, esa fragilidad en esa forma de ser muy de Medellín también.
SEMANA: Su corto ‘Leidi’ allá y fue reconocido con la Palma de Oro, ¿siente que ha encadenado un camino desde ese festival?
S.M.: Cannes es un festival, un espacio muy relevante para este tipo de películas. Todo el que hace cine una película como Amparo, o de cine colombiano, va a buscar un festival de igual relevancia, porque estar en estos festivales representa un impulso muy grande para las películas, como mercado inclusive. Para la gente en Colombia, un festival es muy ambiguo en lo que representa, y es un mercado y es un impulso para que las películas tengan vida en otros países (el mercado internacional es importante también). Es clave para el nombre que se le da a la película y para que esta siga un trayecto. Cannes es el principio, es donde se estrena, pero es el impulso, es quizá el impulso más grande al cine independiente en el cine internacional.
SEMANA: Estrenó su corto ‘Leidi’ allá y fue reconocido con la Palma de Oro, ¿siente que ha encadenado un camino desde ese evento?
S.M.: No lo he buscado, pero todas las personas que hacen cine mandan a Cannes. Yo no soy diferente a otros que han intentado. He estado en Cannes, así como ha estado la productora Diana Bustamante y otros directores. Y nosotros necesitamos esos espacios. Yo he estado con los cortos, con la película, y no sé si sea al final un beneficio o no. Te da renombre, pero yo estoy haciendo lo mismo que quienes hacen cine en Colombia... Yo veo la diversidad de cineastas que hay en Medellín, desde Víctor Gaviria hasta los muchos hoy activos, y todos estamos en las mismas. Todos nos hablamos, todos estamos haciendo películas en Medellín.
SEMANA: De cine colombiano, ¿con qué conecta?
S.M.: ¿Sabés? Me gusta más el cine anterior, La gente de la universal, me gusta mucho. Lo que hace Marta Rodríguez me gusta mucho, y La Estrategia del Caracol...
SEMANA: En un nostálgico noventero...
S.M.: Me parece que era otro momento, un momento de una lucha admirable. Tenían menos atención, además. Las artes también se mueve por estrategias políticas. Como el boom latinoamericano de la literatura, relacionado con la Revolución cubana. Y sin ella, el ‘boom’ latinoamericano probablemente no hubiera tenido ese auge. Es como que, el arte también depende de la geografía política, de muchas cosas, y en Colombia hay un despertar del cine tal vez por políticas, tal vez porque la sociedad colombiana ha tenido un desarrollo cultural un poco más amplio ahora. Y creo que esos autores que menciono de esa época no se vieron beneficiados. Tal vez si hubieran existido ahora, esas películas hubieran tenido una relevancia aún más grande.
SEMANA: ¿Algún mensaje de despedida?
S.M.: Vayan a cine a ver Amparo, está en todas las salas.