La pieza que Frederick compuso para la prestigiosa orquesta alemana se titula “Reverie” (Ensueño). En tres movimientos, narra lo que hemos vivido en 2020. “El primero habla de esa incertidumbre que vivíamos a comienzos de año. El segundo, de las estrictas medidas que tomaron los países para controlar la pandemia. Por eso el ritmo de la música es mucho más rígido. El tercero, infunde un poco más de esperanza, y contrasta positivamente con la densidad de los otros dos movimientos,” dice el compositor.

Frederick concibió la obra en tiempo récord; usualmente se toma unos meses para pulir y volver a pulir el material. Esta vez no tuvo tanto tiempo. En julio lo contactó la manager de Andrés Orozco-Estrada, el colombiano que dirige la orquesta, para que se presentara a la pequeña convocatoria que acaban de abrir. “Yo mandé mis partituras -entre ellas una que escribí para un cuarteto de cuerdas-, y a los pocos días me contestó Orozco-Estrada que le gustaba el material.”

“Reverie” está basada en esa partitura para cuarteto de cuerdas, pero cambió sustancialmente al convertirse en una obra para orquesta, e impregnarse de las encendidas emociones que ha despertado la pandemia.

“Como sabía que esta era una orquesta profesional de muy alto nivel, me di el lujo de escribir cosas más difíciles. Y Orozco-Estrada la tocó exactamente como yo quería.”

Frederick arrancó su carrera musical a los 9 años con las clases de piano que le dictaba su profesor del Colegio San Carlos. A los 15 años validó el bachillerato, y comenzó a estudiar música en la Universidad Corpas en Bogotá. Culminó sus estudios hace pocos meses con un doctorado en la Universidad de Michigan.

Poco a poco comenzó a escribir partituras; primero para piano, luego para duetos y tríos, y el proyecto de grado fue una obra orquestal titulada “Voces Nihilísticas”. “Preferí enfocarme en componer, y que los que tocaban mejor los instrumentos, interpretaran mi música.”

“Componer para orquesta es complejo,” dice Frederick. “Uno tiene que conocer los registros de los instrumentos y saber qué pueden hacer y qué no; ser capaz de imaginarse el balance de los timbres y saber, por ejemplo, que un trombón y una trompeta siempre van a sonar más duro que un violín.”

Mientras escribe, se tiene que imaginar esa multiplicidad de colores. “Hay un programa de computador que se llama Finale con el que escribimos partituras. Pero digamos que el sonido no es muy bueno. Los violines suenan como gatos llorando.”

La composición es un oficio de prueba y error.

“La mejor manera de aprender es analizando las partituras de los grandes compositores de la historia -mirando qué hizo Beethoven en la 5 Sinfonía, por ejemplo-, y preguntándoles a amigos músicos qué puede hacer su instrumento."

"En Colombia, cada vez hay más oportunidades de oír la obra de uno tocada por una orquesta. Se están abriendo más convocatorias.”

Frederick dice que su música tiende a ser dramática, y se nutre del minimalismo, el barroco, el rock y la electrónica.

Lo más importante para él, es que sea accesible al público. “Al fin y al cabo la música es comunicación,” explica. “Me encantaría que la gente terminara silbando una de mis melodías.”