Fue una tarde-noche de energía única la que se vivió el 20 de abril de 2024 en el barrio El Pozón de Cartagena. En torno a la proyección de Igualada, un documental como ninguno en Colombia (porque su personaje central, la vicepresidenta Francia Márquez, no tiene par en la historia nacional), el evento sirvió para conectar a las poblaciones afros del Cauca, de Bolívar y del resto de Colombia, entre ellas y con sus raíces africanas, por medio del poder del cine, de la cultura y del poderoso sentimiento de la representación.
La película era el centro de atención, sí, pero la comunidad no fue un elemento pasivo. Antes del filme, la gente del barrio se expresó ante sus vecinos presentes e invitados ilustres, como el ministro Juan David Correa y el director del festival, Alessandro Basile, a través de sus jóvenes lideresas y de sus jóvenes artistas. Fueron ellos los encargados de reivindicar su presente y sus ganas de progreso dejando claro que exaltar su herencia es la única opción de proyectar futuro.
Lo hicieron desde la palabra. Pidieron dejar atrás el asistencialismo para abrirles la puerta a las oportunidades reales. Pero también desde la expresión, con bailes, coreografías y actuaciones que conectaron el talento de quienes las pusieron en escena con el legado milenario que los impulsa. En estas muestras artísticas se denunció un pasado brutal de esclavismo, que no parece superado, pues su herencia, un presente de discriminación, está demasiado latente en esta sociedad y hay que anotarlo cuantas veces sea necesario.
Por eso, no sorprendió que esa noche, en esa plaza popular de El Pozón, que fue escenario de teatro, sala de cine y punto de encuentro, asistentes de todas las edades se apropiaran de la palabra igualada para, en toda justicia, sentirse colombianos con derechos, como debe ser.
Mientras ajustaban la pantalla y el sonido, un conjunto musical tocó mapalé, currulao y cumbia para calmar las impaciencias. Y lo hizo hasta que llegó el momento central. Con presencia de su director, Juan Mejía Botero, y de su productor, Juan Yepes, se presentó el documental, que no solo triunfa en la mayoría de sus cometidos, sino en todos.
En sus 78 minutos, que lo hacen muy puntual y restringido (partía de 300 horas de material), Igualada sigue el recorrido de vida de Francia Márquez desde joven hasta convertirse en la primera vicepresidenta afro del país. Se ve a la persona de carne y hueso detrás del personaje público, y desde esa dimensión se entiende por qué resuena en la población como un agente de cambio (que la historia sabrá dimensionar, pero que ya marca un hito).
Por el acceso que Mejía Botero tuvo a Francia, basado en una confianza y una franqueza establecidas desde 2009, cuando por primera vez trabajaron juntos, el documental presenta material de archivo muy diciente y ofrece una llegada a ella sin precedentes. La conocemos como la joven caucana que luchó por sus territorios, la vemos crecer, adquirir más certeza en su causa, y transformarse en una voz escuchada y reconocida en el mundo. Y, así, decide aspirar a la presidencia y acercarse a los 800.000 votos (ratificándose como fórmula vicepresidencial). A lo largo de esta película, no escapa a la gente el hecho de que bajo las reglas de Colombia, un país que como ningún otro liquida a sus líderes sociales, esta mujer no debería seguir con vida. Pero lo ha hecho, contra todos los pronósticos.
Al respecto de su película, que es inevitablemente política, pero cuya gran virtud es trascender ese aspecto, Mejía nos dijo en El Pozón que esa era la primera de este tipo de proyecciones, pero esperaba que fueran muchas más para llevarlas por todo el país. “Somos un país polarizado, politizado, es una realidad, pero creo que Igualada es una película esperanzadora”, señaló.
Es el registro histórico de un momento muy particular en un país que ha sido muy golpeado. Y es muy lindo, porque necesitamos recordar momentos en los que se siente que todo es posible, en los que nos permitimos soñar con algo diferente. Espero que la gente se lleve eso.
“Es el registro histórico de un momento muy particular en un país que ha sido muy golpeado. Y es muy lindo, porque necesitamos recordar momentos en los que se siente que todo es posible, en los que nos permitimos soñar con algo diferente. Espero que la gente se lleve eso. Así suene ingenuo, sin importar tanto el posicionamiento político de la persona, ojalá logre conectar de todas formas”. Lo afirma porque lo ha visto suceder. En Nueva York, la primera pregunta del público vino de un señor que se paró y le dijo: “Soy uribista, pero esta película me gustó mucho”.
Mejía presenta una mujer de carne y hueso, luchadora, hija y madre, y receptora de un odio racial impactante. El director añade que alrededor de Francia hay mucha desinformación (un rollo inventado alrededor de minas de oro, entre otros) y por eso cree importante que la gente vea quién es: “Parte de este documento histórico es aclarar quién es la vicepresidenta de este país”.
La única condición de Francia para hacer este documental fue la de no poner a nadie en peligro. No pidió ver cortes, no ejerció vetos. Pero al verla dejó una crítica. “No quería que la película fuera tanto sobre ella, no quería ser tan protagonista, quería más voces, más gente”, contó Mejía. En ese sentido, vale anotar que la cinta también se beneficia de integrar personajes como Leonardo, un joven, hijo de una empleada de servicio, que se lanzó de cabeza a hacer campaña por Francia y ha acompañado su camino. Leonardo también estuvo presente en esa plaza de El Pozón. También suma mucho la banda sonora, que incluye una canción original de La Muchacha y otra de la misma artista como “No azara”, que parece hablar de ella y las mujeres como ella como nadie antes lo hizo.
Durante la proyección, como Mejía cuenta que ha sucedido en otras ocasiones, la conexión del público con el filme se hace palpable desde aplausos y reacciones espontáneas. Aun así, al terminar la película, se midieron los efectos en su público. Yina Bayter, de 22 años, una muy articulada lideresa del barrio, aseguró que “ver Igualada fue importante para cada uno de los que participamos porque nos enseñó que poder es querer. Como mujeres, como afrodescendientes, como mujeres negras, vivimos diariamente mucha discriminación, estigmatización y prejuicios, pero esto no debe ser una barrera para alcanzar nuestros sueños. Y estos sueños, en últimas, se vuelven sueños compartidos, colectivos, que nos permiten transformar desde nuestros territorios, conociendo nuestras problemáticas y, por supuesto, llevando a escenarios de poder nuestros sentires”.
Por su parte, Bryan Estrada Mercado, cartagenero de 27 años, aseguró que “es una historia de vida que cuenta sobre nuestros cuerpos negros, que han sido invisibilizados. Y qué bueno que haya sido sobre una mujer, sobre Francia, una guerrera y luchadora alrededor de los derechos, no solamente de las mujeres, sino de la población afro. Realmente quedé muy tocado, conmovido, y, además, la contribución documental fue maravillosa”.
Por último, Eliana Fonseca, en sus cuarenta, reaccionó anotando lo duro que le tocó a Francia. Le preguntamos sobre el impacto de ver esta producción en generaciones más jóvenes: “Mi hija tiene 20 años, y cuando Francia se lanzó, se unió a todo lo que ella propuso. ‘Ella tiene que quedá, ella tiene que quedá’, decía. Mi hija entró a la universidad, estudia enfermería superior. Ella es negra y me dice: ‘Mami, es como verme yo en ella en un futuro. Soy de abajo, pero yo quiero ser una profesional’”.
*Se estrenó en Colombia, el 21 de agosto, en estos teatros
Bogotá: Cinemateca de Bogotá / Cinépolis Plaza Claro / Cinépolis Diverplaza.
Medellín: Museo de Arte Moderno MAMM / Centro Colombo Americano.
Envigado: Cinépolis City Plaza.
Cali: Cinépolis Limonar / Cinemateca La Tertulia.
Manizales: Cinépolis Mallplaza / Cinespiral.
Valledupar: Marines Films.
Barranquilla: Cinemateca del Caribe.