¿Cómo están?, le preguntó HBO Max a sus televidentes a través de su cuenta de Instagram y otras redes el lunes en la mañana. El gesto, curiosamente sensible para nacer de una serie tan descarnada y cruda en su trato humano, tenía todo el sentido del mundo. La producción acababa de soltar su máxima bomba en cuatro temporadas, dejando devastación emocional y zozobra magnética a su paso, y el estadio dramático fértil para un final voraz.
El mejor drama de la televisión no se está guardando ningún golpe en su temporada final, de diez capítulos. Pero nadie imaginó esto. No en su tercer episodio, aunque, a juzgar por el peso emocional y poder que desplegó desde el primer episodio, y a lo largo de tres temporadas, no debería sorprender a nadie.
El spoiler no se hace esperar, es inevitable, aquí viene: el patriarca ha caído. Logan Roy (interpretado con tremendo brío por Brian Cox a lo largo de toda la serie y con un segundo episodio enérgico), su figura fundacional, ha muerto. Más allá de esta revelación, hay que ver cómo se desarrolló, cómo sucedió esta caída en los aires. Fue televisión eléctrica, dejó correr el drama que conjuró a lo largo de los años y lo capturó de manera impresionante.
Como lo ha sido desde el principio de esta cuarta temporada, que su creador británico, Jesse Armstrong, anunció intempestivamente que será la de cierre, los hijos (Kendall, Roman, Connor) y la hija (Shiv) de Roy han cargado con sendas turbulencias emocionales, así como el marido de esta última, Tom Wambsgans, con quien el compromiso se derrumba.
Forjados en el privilegio, librados a la carnívora naturaleza familiar, sin confianza por dentro, estos hijos, antes divididos por el ejercicio de su padre y ahora unidos en el odio hacia él, se ven enfrentados a la dura realidad, un nuevo baile empieza. El título de la serie, Succession, a fin de cuentas, aterrizó. Y bien podría tornarse en una guerra fratricida –ya lo fue antes– como Logan, el padre tiburón, lo deseó y planteó para que aquel con los colmillos más afilados lidere la familia. Logan jamás creyó que alguno de ellos podría hacerlo, pero salió de la fotografía. Si bien todos se creen listos para asumir su lugar, lo seguro es que están deshechos ante el vacío enorme que deja.
En esta última temporada se verá cuánto del ADN de Logan Roy tiene Kendall, una cuestión que ha sobrevolado al personaje a lo largo del programa.
Desde el principio, por ser el mayor, era Kendall el escogido para asumir el frente. En ese orden de ideas, fue el primer traicionado por su padre, que jamás cedió el control. Kendall no se ayudó mucho, pues su propensión a las sustancias y arranques emocionales irresponsables terminaron con las vidas de terceros. Detrás de ese personaje tan privilegiado como atormentado, tan entregado como torpe, está Jeremy Strong, un actor que con su método logró desestabilizar a sus colegas de set, pero que entrega un papel inolvidable, intenso, desequilibrado, risible y de lágrimas a la vez. SEMANA habló con él.
SEMANA: ¿Por qué terminar la serie ahora?
JEREMY STRONG: Es una pregunta que mejor respondería Jesse Armstrong, pero creo que para él la serie ya llegó a su límite y yo me siento parecido en lo que respecta a mi personaje. Estoy seguro de que estos escritores brillantes eran capaces de extender el show, de que hubieran encontrado el terreno de dónde minar material infinitamente, pero, para mí, esta es la buena manera de aterrizar este viaje.
SEMANA: En esta nueva temporada, Kendall está en ebullición, con sus hermanos Roman y Shiv “tienen una nueva canción que cantar”...
J.S.: En ese primer tramo de la temporada, aplica bien ese calificativo, “en ebullición”. Porque lo habíamos dejado, al final de la temporada pasada, rendido en un parqueadero en Italia, hecho trizas. Kendall arranca aquí con otro impulso al reunir esas piezas rotas a su manera precaria. Esta frase sobre la nueva canción para esta nueva generación de la familia Roy es una reafirmación del triunvirato que conforman contra su padre, en ese contrapunteo en el que siempre han estado y desde el cual se plantean ahora dejar su huella en el mundo, individualmente y como un trío.
SEMANA: En esa escena del final de la temporada pasada, Kendall señala “algo anda mal conmigo”. ¿Qué está mal con él a su manera de ver?
J.S.: Tampoco estoy seguro. Y ¿no nos pasa eso a todos a veces? Algo en su vida no está alineado. Kendall tiene vacíos del tamaño de un cañón y ha tratado de llenarlos: primero, desde la adicción; luego, desde la ambición. Está convencido de que si se vuelve el CEO será el alfa, la presencia dominante de este drama familiar, y eso lo llevará a lo que quiere. Pero ya hemos visto a Kendall tratar de dominar las cosas de manera casi desesperada, intentando aferrarse al positivismo y al empuje que le nace como a una barca en un naufragio. Si suelta eso, si suelta esa creencia en sí mismo, se ahoga. Y esa línea afilada como cuchilla es la que transita.
SEMANA: Ese pasado de adicción nunca deja a Kendall, de fumar heroína y decirlo. ¿Cómo trabajó ese aspecto?
J.S.: Siento una obligación profunda de entender las luchas que libra el personaje y las dificultades que atraviesa para poder encarnarlas de manera real. Y eso solo lo puedes hacer desde la aproximación. Solo puedes llegar hasta un punto al tratar de entender algo. Ahí yace el misterio de la actuación, es parte de ese misterio. Yo me planteo tareas que puedo cumplir. Fui a reuniones de adictos con amigos. Hablé con muchas personas, leí memorias sobre adicción. Traté de entenderlo lo mejor que pude, de manera visceral. Y luego le imprimí eso a todo. Es el sustrato de todo lo que hice. Ahora, cuando Kendall dice eso sobre fumar heroína, lo dice más como una montaña que necesita trepar. Es un montañero a su manera, necesita treparse a algo, necesita un monte para escalarlo, busca esa altura, esa traba para llenar esos vacíos que lo atormentan.
Fui a reuniones de adictos con amigos. Hablé con muchas personas, leí memorias sobre adicción. Traté de entenderlo lo mejor que pude, de manera visceral. Y luego le imprimí eso a todo. Es el sustrato de todo lo que hice.
SEMANA: ¿Cómo impactó su actuación saber que era la última temporada?
J.S.: No tuvo impacto. Por un lado, porque no sabía que sería la temporada final. Solo lo supimos cuando filmábamos el último episodio. Por otro lado, ya estaba listo para dejar a mi personaje. Porque esencialmente lo hemos visto perderlo todo, lo hemos visto en la cima de la montaña, en estos momentos cumbre y en el noveno círculo del infierno. Dramáticamente, este arco llegó a donde tenía que llegar, con momentos de catarsis tremenda, de transformación y de “fulguración en el camino de Damasco”. Por eso no me sorprendió que Jesse hubiera decidido terminarla.
Pero, cuando filmamos esa última escena, en esa última toma, me golpeó lo que significaba el momento. Y, con toda honestidad, eso no tiene lugar en una grabación. No puedes sumarle ese peso a tu actuación. ¡Quizá por eso no fue la mejor toma! La idea es que el rigor siempre sea el mismo.
Hay muchas escenas con “mis hermanos” en esta temporada, y por ese tiempo de vuelo juntos que ya sumamos nos permitimos confiar y estar presentes de manera profunda, entre el grito de “acción” y “corte”. Eso no se consigue trabajando en una película o en un solo episodio, y es muy emocionante
SEMANA: ¿Qué tan satisfecho lo deja el cierre de la historia y de su personaje?
J.S.: Muchísimo. En cada final de temporada, Jesse y sus escritores siempre me dejaron la sensación de ¿cómo podemos superar esto? Y lo hicieron. Esta temporada se siente como un doble diamante negro. Y esa es una de las situaciones mágicas de trabajar en conjunto. El grupo que crea. Hay muchas escenas con “mis hermanos” en esta temporada, y por ese tiempo de vuelo juntos que ya sumamos nos permitimos confiar y estar presentes de manera profunda, entre el grito de “acción” y “corte”. Eso no se consigue trabajando en una película o en un solo episodio, y es muy emocionante. Y sobre cómo termina todo para Kendall, todavía no estoy seguro, hay decisiones aún en el aire. Hay cosas que sabré cuando ustedes las sepan.
SEMANA: ¿Alguna escena dentro de tantas que recuerde por memorable, difícil o gratificante?
J.S.: Es imposible escoger. Pero las escenas que me llevo para siempre son las del final de la primera temporada, caminando con mi padre y con Marcia. La escena en la cocina de nuestra madre. Ir a la casa del joven muerto en Escocia con mi padre. La escena en el bote con mis hermanos en esta temporada. La conferencia de prensa, la fiesta de cumpleaños y la escena en el cuarto de regalos. El parqueadero en Italia. La mesa de cenar con mi padre, también en Italia… Y podría seguir… Para mí es incalculable el tamaño de este regalo que ha sido este personaje, desde su escritura y lo que me ha hecho vivir.