Y entonces, 13 años después de visitarnos por última vez, en ese concierto en el Simón Bolívar al que fuimos 11.000 creyentes bajo la lluvia, que pensamos podría ser el último, Iron Maiden se tomó la ciudad de nuevo, esta vez El Campín, donde siempre había sido un sueño de los capitalinos verlos tocar, sonar, volar. Como en las primeras dos ocasiones que visitaron la capital, en históricos conciertos en 2008 y 2009 (que no estuvieron exentos de sustos logísticos y de público mal comportado, pero fueron increíbles), la banda británica reclamó a Bogotá como suya y se entregó a ella desde su recorrido, su química, su absurdo talento, sus increíbles canciones y la potencia y claridad de su ejecución y su sonido.
Esta agrupación icónica, incomparable desde la devoción que despierta, desde las muchas generaciones que congrega, desde la añoranza viva que produce, celebrará 50 años de camino con otra gira maravillosa desde el año que viene (el Run For Your Lives World Tour 2025-2026, que se enfocará en la época 1980-1993 y parece que pisará suelo colombiano), pero antes de saltar a ese bello futuro, le entregó en Bogotá una noche sublime, majestuosa, en la que superó las enormes expectativas que cargaba.
Fue especialmente el caso para quienes supimos abrazar el setlist que proponía esta gira, sin canciones gigantes como “Run To The Hills” o “The Number of the Beast” y con fuerte tendencia hacia dos trabajos, Somewhere in Time (1986) y Senjutsu (2021). Muchos hubieran querido algo más clásico en ese sentido, pero esto fue lo que hubo, y lo que hubo aún tiene a la tierra temblando y a decenas de miles de corazones aún sin querer asimilar lo que pasó, con la sonrisa viva de esta experiencia.
Como lo habían advertido los hermanos mexicanos que venían de recibirlos en CDMX, el show fue genial, bajo todo criterio, y la excelencia se le queda corta como concepto. Y es la sumatoria la que arrasa. La entrega de Bruce Dickinson liderando la carga con su voz y actitud; el comando del indetenible Steve Harris con su galopante bajo; la batuta rotativa de tres guitarras supersónicas, Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers, quienes realmente hacen a su público soñar y volar, alternando sus solos, robusteciendo los memorables riffs para hacerlos inolvidables en vivo. Las imágenes, las luces, la dinámica confección de un setlist único, lleno de tesoros, todo evocó asombro (así no se alcance la perfección, porque lunarcitos siempre habrá, y los mencionamos en nuestras notas).
Pero no es exagerado decir que rayó con la perfección, en absoluto. Porque escuchar canciones que en vivo jamás habían sonado aquí y jamás volverán a sonar, como “Alexander the Great”, fue un sueño cumplido, una memoria tatuada en notas, un absoluto hito. Y esto cobija el que todo haya empezado y marcado el tono con una tanda doble de canciones ochenteras y no sonadas aquí antes como “Caught Somewhere in Time” y “Stranger in a Strange Land”.
Que no parezca por esto que no hubo hits increíbles. Los hubo. Canciones como “Fear of the Dark”, “The Prisoner”, “Heaven Can Wait”, “Iron Maiden”, como “The Trooper” y, cómo no, “Wasted Years” estallaron en el cielo bogotano, muy frío pero absolutamente seco luego de días de preocupantes diluvios (que ojalá en algo lleguen a los embalses de esta bipolar urbe).
Qué conciertazo fue. El show empezó a las 8:55 de la noche y duró 1 hora y 55 minutos. Todo empezó con el audio de “Doctor Doctor” de la banda UFO, que, se sabe, abre la faena. Este dio paso a una introducción corta retro futurista marcada por los sonidos de Vangelis que alimentaron el clásico de Ridley Scott, Blade Runner, alta inspiración para su visual general de la noche. En ese punto, ante la ebullición aún contenida de esas casi 45.000 personas que llenaron el escenario (¿o más?), sonó la pista de “Caught Somewhere in Time”. Y, como lo suele hacer esta hermosa agrupación, salió a escena con un estallido, dejando atrás la pista e iniciando su performance inolvidable. Con cinco segundos de toque, que luego validó por casi 120 minutos, Iron Maiden nos dejó en claro que su sonido es, en efecto, de esos indiscutibles, que penetran y modifican molecularmente a quienes tengan la fortuna de estar en su radio de acción.
No alcanzan las palabras para encapsular emocional y musicalmente lo que sucedió el domingo 24 de noviembre en El Campín. “¡You are the best audience in the whole fucking tour, maybe even the whole fucking world!”, expresó Bruce al final. “We will see you again, my friends”, añadió, y esperamos de corazón que no fuera solo un decir para la linda despedida. Esta ciudad volvió a decirle a Maiden cuánto la aprecia y la necesita.
Notas de concierto
*¿Pudieron ser más grandes las pantallas? Sin duda. Especialmente para el público en General, que además sufría de la carpa de ingeniería en su visual (cosa normal, eso sí). Para sopesarlo todo, el concierto ostentó el mejor sonido que se puede pedir para la mejor banda del planeta.
*La logística sigue siendo una tarea complejísima que no se logra afinar del todo. La entrada dejó a muchos espectadores con los crespos hechos y la salida del recinto no deja de ser una tarea de alto aguante. Hay que saber que después de entregarlo todo en esa cancha todavía queda el partido de salir, que exige mucha pierna, tolerancia, paciencia y atención ante el apretuje.
*El “índice-agua” alcanzó niveles quizá alarmantes, con la marca de 13.000 pesos por botella de agua. Se ha quebrado oficialmente el techo de los 10.000. El Todo Rico, paquete grande, estaba a 22.000.
*¡Eddie estuvo pintado! Genio y figura, provocador, disparador, futurista, samurái, fue increíble verlo ahí, enorme, voleando lásers o desenvainando espadas. Nada sería igual sin él y sus divertidos movimientos (que no pueden ser sino cool, porque esa palabra es la que mejor define a la mejor mascota de la historia el rock).
*Había tanta anticipación que hubo ola en las tribunas del estadio, marcada por los celulares encendidos. Una ola luminosa recibió a la banda, o mejor, la llamó a salir al fin y hacernos a todos jóvenes por siempre.
El setlist de la noche: domingo 24 de noviembre, Bogotá
Introducción con “Doctor Doctor” (sonido de la canción de UFO que marca el inicio de los espectáculos de Maiden) y luego con “Blade Runner” (música de los créditos finales de la película compuesta por Vangelis), mientras se comenzaban a activar las luces del escenario...
Y entonces se desató la música en vivo...
“Caught Somewhere in Time”
“Stranger in a Strange Land”
“The Writing on the Wall”
“Days of Future Past”
“The Time Machine”
“The Prisoner”
“Death of the Celts”
“Can I Play With Madness”
“Heaven Can Wait”
“Alexander the Great”
“Fear of the Dark”
“Iron Maiden”
Encore
“Hell on Earth” “The Trooper” “Wasted Years”
Cierre sonoro con la jovial “Always Look on the Bright Side of Life”, de Monty Python.