Eran las tres de la tarde. Era la hora de la clase de ciencias. Un grupo de estudiantes sacaba del armario un televisor, la última tecnología de la época. Lo cargaban sobre dos palos de madera como en una procesión de la virgen. Lo dejaban sobre una mesa cerca del tablero para que todos vieran. Entonces encendían la máquina y aparecía una ‘telemaestra’ que manipulaba una serpiente para mostrar cómo era la anatomía del reptil. Los estudiantes observaban atentos.Así podía ser una clase en los años sesenta en Colombia. Con la llegada del presidente Alberto Lleras Camargo en 1962 la televisión pública empezó a ser una herramienta para educar a los niños. Se daban clases de ciencias, matemáticas, dibujo, geografía y música para estudiantes de primero a quinto grado.

“El problema histórico de Colombia siempre ha sido que el territorio le queda grande. Y en esa época más. Como no podían llevar la educación a todas partes, pensaron que la radio y la televisión serían esas herramientas que les daban alcance”, explicó Tatiana Duplat, directora de Señal Memoria en RTVC.En el proyecto piloto se distribuyeron 120 televisores por todo el país y se comprobó que los estudiantes que contaron con este recurso tuvieron buenos resultados en los exámenes. En ese momento Fernando Restrepo, entonces director de la Radiotelevisora Nacional, aseguró que no se pretendía reemplazar la labor del maestro, sino que la televisión y la radio serían herramientas auxiliares para llegar a las aldeas, a los pueblos y caserios con la misma educación que tenían las ciudades principales.A finales de 1963 el gobierno colombiano se quedó sin presupuesto para seguir con las teleclases. Entonces, en plena guerra fría, el gobierno colombiano le pidió ayuda a Estados Unidos. Varios maestros y técnicos viajaron a Norteamérica para capacitarse. El país logró el mayor plan de televisión educativa y cultural de la región, tanto así que más de 15 países de América Latina vinieron a principios de los setenta para aprender de la experiencia colombiana, que tenía presencia en Bogotá, Antioquia, Atlántico, Bolívar, Boyacá, Caldas, Cundinamarca, Huila, Norte de Santander, Quindío, Risaralda, Tolima y Santander.Le recomendamos: Patrimonio Fílmico: El guardián de la memoria“Lo más sorprendente es que el proyecto hubiera sido tan importante, todo un modelo, y sin embargo, no era conocido por la mayoría de colombianos; en un principio solo había 120 televisores y después pasamos a 1.500, pero no todos podían acceder, era algo desconocido para la mayoría”, dijo Claudia Bautista, copy creativo de Señal Memoria. Otra de las cosas que se cuestiona Bautista es todo lo que había detrás del apoyo de Estados Unidos en una época en la que las industrias culturales, como la televisión, eran claves para no permitir que otros países se convirtieran en posibles Cubas, es decir, en aliados de la Unión Soviética. Colombia quiso expandir su modelo para la población adulta, pero con el mismo presupuesto. Por eso, una vez más tuvo que suspender el proyecto en 1969. Sin embargo, en los años setenta la Radiodifusora Nacional de Colombia continuó con la labor de educar hasta octubre de 2004, cuando se liquidó a Inravisión. En 1983 más de 53.000 personas estaban matriculadas en el bachillerato por radio. Y más de 2 millones de personas obtuvieron su título de bachiller gracias a este modelo que combinaba emisiones radiales, materiales impresos y la presencia de facilitadores y telecentros en las regiones.Para Bautista lo que mató la televisión educativa y cultural es que Colombia se demoró mucho en entender que la narrativa y que el lenguaje audiovisual habían cambiado. Con todo, esta ha mantenido la línea de proporcionar un contenido que no sea únicamente entretenimiento: “En Estados Unidos estaba Plaza Sésamo o los Muppets, además aparece la televisión por cable entonces los colombianos empiezan a tener otras opciones… eso hacía que lo que antes era espectacular dejara de serlo, es que antes no habían más opciones, uno veía lo que le ponían”.En los ochenta la televisión pública fue renovada con programas como Descubro mi mundo y Carmen de Georges Bizet en el que se enseñaba historia, ciencia y cívica a través de dibujos animadas. También estaba Lecto-escritura y Grado III a ritmo de Mozart y Gershwin en que se promovían valores de convivencia en la comunidad. Y Hacia la ciencia y Johann Sebastian Bach en sintetizador era una forma de compartir música clásica.Está disponible: Videos: El corto documental que muestra la Bogotá del pasado

Germán Yances, crítico de televisión y periodista, explicó que hasta bien avanzados los ochenta todavía se pensaba que la cultura era únicamente la que venía de Europa y por eso se emitían piezas de música clásica, obras de la literatura universal, de teatro, de ballet y cosas por el estilo. Con el pasar de los años el concepto de cultura cambió y es entonces cuando se reconoce la cultura como todas las expresiones espontáneas de una comunidad. Así la televisión y la radio tienen un giro hacia las regiones. Pero, en los noventa cuando llega al país la televisión privada, la pública pierde mucho más alcance.

¿En qué está la TV pública ahora?“La televisión pública ha hecho muchas pruebas, primero clases de salón trasladadas a set de televisión, luego pasamos a hacer programas con narrativas más elaboradas, más entretenidas y con diferentes formatos, pero increíblemente la televisión pública a lo largo de los años siempre ha sido fiel al propósito educativo y cultural como política de Estado”, aseguró Duplat.Para Yances el único canal que ha sido fiel a esa política es Señal Colombia, pero los canales regionales han tenido un comportamiento voluble: “Los medios regionales se comportan de forma distinta. Basta que cambie el alcalde de Bogotá para que Canal Capital cambie de parrilla… muchos canales en las regiones se convierten en plataformas del Gobierno”.Pero Duplat defiende que la televisión pública no ha tenido noticieros precisamente para no convertirse en las escenarios de los políticos y que por el contrario ha hecho un esfuerzo por mejorar el contexto cultural y educativo de los colombianos.El crítico de televisión Omar Rincón considera que la televisión pública es la que produce el mejor nivel narrativo y audiovisual, que responde a un proyecto cultural: “La televisión pública colombiana lo ha hecho bastante bien, en el sentido de que responde a la política de Estado, ha experimentado con los jóvenes, ha procurado mostrar con respeto a las regiones y por eso siempre ganan los premios”.No obstante, Rincón critica que en las regiones no se ve la misma producción que en Señal Colombia, que no se tienen definidas las franjas y que no tiene el alcance o el reconocimiento que debería: “Hay un problema cuando la gente no sabe qué está pasando con esos canales. Si preguntas qué presentan en RCN o Caracol todo el mundo sabe la hora de la novela, pero eso no pasa en los canales públicos. Ahora, Señal Colombia es la que tiene el mejor contenido pero no pasa lo mismo en las regiones. Y por otro lado, parece que su contenido va dirigido a la elite intelectual; hace demasiados documentales y muy poca ficción, que es la que genera más interacción con los públicos”.El FuturoLos críticos coinciden en que la televisión pública tiene ventaja frente a la privada si la convierten en una plataforma como Netflix, en donde la gente pueda decidir lo que desea ver, lo cual respondería a las formas de consumo actuales. En ese sentido el país lleva más de dos años restaurando el archivo televisivo — y más de diez años recuperando el archivo radial— para que pueda estar disponible en para los colombianos. En el momento hay un 40 por ciento recuperado del archivo de televisión 150.000 soportes que se tienen en archivo. Y se espera que este año terminen el catálogo para que esté disponible para la consulta del público.Es precisamente gracias a este proceso de recuperación del patrimonio audiovisual que se ha podido ver imágenes y audios sobre cómo eran las clases en otras épocas y cómo fue ese momento en que la televisión pública colombiana era un ejemplo para América Latina. Si bien estos contenidos ya no están vigentes para enseñar álgebra o ciencias, sí son un patrimonio de la memoria nacional.