Se estrena en Colombia la película franco-tunecina ‘Terapia a la francesa’, originalmente ‘Un divan à Tunis’ (en inglés, ‘Arab Blues’), de la directora Manele Labidi. La película transmite una dosis poderosa de onda positiva, contra la marea, por medio de una historia que reivindica la importancia de expresar (que los pragmáticos parecen descartar fácilmente).
La historia sigue a Selma, una psicoanalista formada en Francia desde niña (donde su familia llegó exiliada) que regresa a Túnez a abrir su consultorio justo después de la Primavera Árabe. En clave de comedia afectuosa pero sin evitar temas complejos, la película aborda el regreso a casa y la necesidad de las personas de hablar sobre lo que viven y sienten en una cultura que pareciera verlo como una debilidad. “Para eso ya tenemos a Dios”, dice uno de los personajes augurando su fracaso.
La ópera prima de Labidi, estrenada en 2019, es protagonizada por Golshifteh Farahani. La actriz irání que ha tenido pasos en Hollywood acá comanda con corazón, al ofrecer un personaje resistente y cálido que carga el relato de cambio en medio de la incertidumbre. Hablamos con Labidi sobre la cinta que se presenta en salas de Cine Colombia y en el marco del 20 Festival de Cine Francés.
SEMANA: El marco es muy específico. ¿Cómo surgió la idea de que una psicóloga formada en Francia decidiera arriesgarse a abrir práctica en Túnez justo después de la Primavera Árabe?
Manele Labidi: Aunque las condiciones estaban dadas, la Primavera Árabe llegó de forma abrupta e inesperada, y nadie hubiera apostado a que iba a suceder; menos así, de forma brutal y sorprendente. Y finalmente, la reacción de la sociedad a esta imagen fue la de decir que la población estaba traumatizada, esto en un sentido ‘bueno’ y ‘malo’.
Desde mi punto de vista, el de una joven de origen tunecino nacida y criada en Francia, tuve la impresión de que estábamos ante un país entrando en psicoanálisis. Cuando miramos las fases revolucionarias en los países, muchas veces la revolución hace borrón y cuenta nueva; y cuando entramos en psicoanálisis también tenemos que hacer un barrido limpio de un cierto número de patrones operativos y debemos reconstruir algunas cosas con lo existente. Esta similitud entre un país que tiene que reconstruirse con lo que tiene y un individuo que también tiene que reinventarse con lo que tiene inspiró esta idea de acercar los dos temas.
Es algo que siempre me ha fascinado y sé que, además, hay un desconocimiento o en todo caso un cierto número diría de malentendidos entre mi cultura y esta disciplina (el psicoanálisis) sin embargo la idea no era la de oponer: no creo que el psicoanálisis sea incompatible con el mundo magrebí, lejos de ahí, y me pareció interesante en todo caso visualmente, cinematográficamente hablando, colocar esta función en este contexto ya que poco tenemos la oportunidad de verlo.
SEMANA: ¿Qué tan biográfica es la película?
M.L.: Hay un montón de cosas biográficas pero, yo diría, se mezclan siempre con elementos de ficción. Es una película sumamente personal, fue pensada y rodada en la ciudad donde pasé todas mis vacaciones, donde mi madre creció, por lo que ya existe este entintado geográfico y social (ya que realmente represento una categoría de la población que conozco). El punto de partida fue biográfico, pero inmediatamente lo mezclé con la ficción, y con lo que el cine me permitió como herramienta. En realidad, fue haciendo esta mezcla que tuve la impresión de llegar a una verdad que no creo que hubiera obtenido si me hubiera limitado a mi experiencia o a usar solo la ficción. Es realmente esta articulación de los dos lo que hizo que el trabajo fuera más interesante para mí.
SEMANA: La película transmite una especial ‘confianza’ en la tierra propia y en su gente, a pesar de sus particularidades. ¿Cómo llegó a este tono afectuoso?
M.L.: Lo cierto es, si tuviera amargura o resentimiento contra esta cultura, mi cultura, no hubiera hecho esta película. Es decir, creo que no podemos partir de un lugar de odio o resentimiento para llegar a algo que se quiere universal. Realmente partí de un lugar de conflicto, pero un conflicto que tuve conmigo misma, no con los demás, un conflicto íntimo.
Al mismo tiempo quise mostrar lo que siempre he vivido con la gente de mi familia, con mis padres, con mis primos, con mis tíos y tías, esta complejidad esta dualidad, es lo que nos une a todos cualesquiera que sean nuestros orígenes, este tipo de ambivalencia que tenemos ante la idea de querer pertenecer a un grupo y alejarnos de él. La voluntad de apegarnos a las tradiciones y al mismo tiempo de buscar la libertad en otros lugares. Esta dualidad es específica del humano y es muy fuerte en países como los árabe-musulmanes, donde el control social es fuerte, la familia pesa y las tradiciones marcan.
Quería hablar de ello pero, de nuevo, abordarlo desde un ángulo humano. Por eso me planteé representar temas extremadamente fácticos y cotidianos, realmente de la vida cotidiana, en lugar de ir inmediatamente al campo político, geopolítico, porque no es porque hablemos de árabe que inmediatamente debemos ser extremadamente serios. Podemos ser serios pero también usar las herramientas de la ficción, la narración, la comedia, del cine y me parece que al usar todo esto tuve la impresión de ser mucho más política que si hubiera anunciado que haré una película política. No era mi objetivo, era realmente ir al terreno de la vida cotidiana para mostrar a las personas que rara vez son retratadas desde este ángulo, siempre están dramatizados o victimizados y ese no era mi objetivo.
SEMANA: ¿Por qué prefirió trabajarlo en tono de comedia?
M.L.: No me dije “voy a hacer una comedia y quiero que sea divertida”, fue el tono que impuso la escritura. Así se dio por esa escritura, por la fuerza de las cosas, por la relación que mantengo con Túnez, con la energía que siento por el país y por sus contradicciones. Todo eso llevó a que la comedia surgiera, y veo el mundo de la misma manera. En todo caso, tengo una modestia, una forma de melancolía que muchas veces se vuelve divertida, y esa también es mi forma de contar las cosas que me pasan o las cosas que observo siempre. Me gusta lo que me ofrece la comedia, me cuesta ir de frente con lágrimas, con lo trágico, no puedo hacerlo. No me siento cómoda con este registro. Hay algunos que lo hacen muy bien y me encantan los melodramas, me encantan, pero no soy buena en eso. Necesito arrancar de algo absurdo para llegar a lo trágico.
SEMANA: ¿Se concibieron los personajes para que un público universal pudiera identificarse con ellos?
M.L.: La base era no perder de vista que estoy tratando con hombres y mujeres que quieren vivir sus vidas de manera sencilla: una joven que quiere dejar a sus padres para ser libre, un hombre que trata de luchar contra su adicción, una pareja, un hombre que se pregunta sobre su género, todos fueron puntos de partida digamos ‘universales’ con los cuales cualquiera en cualquier país puede identificarse fácilmente.
Si hubiera hecho la película únicamente contando lo que es ser mujer en el Magreb no habría funcionado, hubiera estado en el discurso, en el dogma, en la demostración. Así que lo que realmente quería era hablar de la vida cotidiana, de hombres y mujeres que tratan de vivir sus vidas lo más pacíficamente posible. Es cierto que están en un contexto que alimenta todo esto, pero finalmente el contexto es solo un telón de fondo.
Lo que recuerdan las personas con las que pude hablar de la película, cuando hice diferentes festivales en el mundo, es que no importa que la película ocurra en Túnez, en algún momento hacemos el vínculo con lo que son los personajes a nivel humano. Eso guió mi escritura para nunca perder de vista que no eran títeres políticos que me permiten transmitir mensajes, eran hombres y mujeres, y mujeres jóvenes y hombres jóvenes, simplemente tratando de encontrar un lugar en el mundo.
SEMANA: Muchas situaciones resuenan en Colombia: la burocracia gubernamental, el machismo imperante, la solidaridad femenina, los centros de belleza como espacios de socialización, la estigmatización de las minorías LGBTI, etc. Prueba lo que nos cuenta...
M.L.: Aunque estemos muy lejos geográficamente creo que estas son sociedades con mucho en común. Hablabas de estos lugares de socialización como los cafés, los salones de belleza, porque también tenemos una sociedad realmente gobernada por la religión, la religión es importante, por lo que estos lugares han sido una especie de refugios donde la gente encuentra otra forma de confiarse y hablar por fuera de la iglesia o las mezquitas.
La familia también es muy importante en las sociedades latinas y mediterráneas, el peso de los padres, de la madre, de los ancianos. Son países también marcados por crisis financieras y políticas, y un deseo de los jóvenes de moverse, de cambiar, de irse. Todos puntos en común que van más allá de la identidad, que encontramos en el sur de Europa como en América Latina, en algunas partes más desiertas de América del Norte o en algunas partes remotas de Francia, y gracias a estos pequeños componentes nos identificamos.
Además, el psicoanálisis es una práctica bastante burguesa, pero en muchos países el psicoanálisis es denunciado por muchas personas y no necesariamente por los musulmanes. Incluso en París se puede encontrar gente que no cree en él, no hay necesidad de cruzar el Mediterráneo para escuchar a los detractores, el psicoanálisis es tan denunciado en todo el mundo que también es fácil reconocer los contra-argumentos que se pueden emitir en la película, no será la primera vez que los escuchamos.
SEMANA: Esta es su ópera prima. ¿Qué la motivó en ese entonces a lanzarse como directora de un largometraje? ¿Cómo describe el proceso de hacer cine?
M.L.: Francamente, no lo calculé. De una manera extremadamente optimista e ingenua me dije que necesitaba contar esta historia en el cine Porque para mí el cine es el arte total, el que se elabora desde todas las otras formas de arte. Y a través de la música, del vestuario, de la imagen, de la foto, del sonido, de los actores, me permitió contar todo lo que quería contar.
Si hubiera pensado demasiado en lo que significaba hacer una película tal vez me hubiera asustado. Hubo algo extremadamente ingenuo y muy aventurero que me hizo hacerlo, y luego me dije a mí misma que fue un infierno de aventura, y que afortunadamente no pensé demasiado. Realmente una fuerza instintiva me empujó a hacerlo, me dijo que no tenía absolutamente nada que perder y que tenía que hacerlo.
Hoy, al embarcarme en la aventura de la segunda película, me doy cuenta de que realmente es una carrera de obstáculos. Habiéndolo hecho una vez, sé que lograré por segunda vez, pero el consejo que le daría a cualquiera que quiera embarcarse en una película es no pensar, pensar en el cine, pero no en el por qué.
SEMANA: ¿Cuál fue el mayor desafío al realizarla?
M.L.: Creo que hubo dos. El primero fue encontrar el productor que creyera en mí como nueva directora en la industria, y lo encontré y estoy muy feliz de trabajar con él nuevamente para mi próxima película. El segundo reto fue motivar a un equipo bicultural, binacional, a un equipo francés y tunecino para lograr este resultado. No es sencillo, son formas de trabajar diferentes, son experiencias diferentes, y fue todo un reto poder motivarlos a trabajar juntos. No fue fácil en un país como te dije que no es obvio en términos de operación y administración. Filmamos en el verano, por lo que hacía mucho calor y se sentía mucha humedad. No eran las condiciones ideales de rodaje y, al mismo tiempo, este caos fue sin duda beneficioso para el espíritu de la película.
SEMANA: La estrenó en 2019, ¿cómo se siente hoy con el resultado?
M.L.: No la he visto en mucho tiempo, pero siento ternura por esta película. Viene de un lugar extremadamente íntimo que quería compartir, es mi primera película por lo que tiene sensaciones que quizás nunca volvería a encontrar y que quiero volver a reunir para el futuro, esta ingenuidad y el sentirse ir un poco a ciegas, algo que creo esencial para reactivar el deseo.
Estoy feliz de que exista, estoy orgullosa de mostrarla, estaría feliz de volver a verla algún día y, al mismo tiempo, sé que hay muchas cosas cuando la veo que me hacen pensar que no debería haberlo hecho así. Pero estas imperfecciones me gustan porque la segunda película que haré a lo mejor responda a estas imperfecciones y también tendrá sus imperfecciones, y la tercera las responderá. Es parte de mi camino y estoy feliz de que exista.