Hubo pocas sorpresas en la noche de entrega de los Emmy, y que la ceremonia haya sido un hueso, en un espacio extrañísimo, liderado por un anfitrión que no acertó en un chiste ni siquiera a nivel local, se ha vuelto lo más predecible de todo. Pero uno ve igual, es parte de la costumbre esperar la sorpresa, la justicia, la decepción.
En comedia, se auguraba que arrasara la matizada buena onda de Ted Lasso (AppleTV+) y eso hizo, mientras Hacks (HBO Max), una producción marcada por tonos amargos y chistes ácidos entre mujeres de generaciones distintas también coronó con su gran actriz protagonista, Jean Smart. En los dramas, entre The Crown (Netflix), The Queen’s Gambit (Netflix) y Mare of Easttown (HBO Max) se quedaron con lo relevante, y el triunfo de una enorme actriz en un enorme papel como lo es Kate Winslet y de una producción que responde al enorme presupuesto que maneja, como la que comanda Peter Morgan sobre la monarquía británica, eran de esperarse.
Estos triunfos fueron ‘normales’, nadie los puede discutir, pero también fueron demasiado predecibles. Y discutidos también, no por su falta de méritos, sino porque la mejor producción del año se quedó por fuera.
La mejor, pero duele como ninguna...
A The Underground Railroad (Amazon Prime Video) se la nominó en siete categorías, una cifra decente excepto por el hecho de que solo una correspondía a una categoría de peso. No ganó, de todas formas, lo cual para una serie de esta factura, dirigida notablemente por un ganador del premio Óscar a Mejor director como Barry Jenkins, poeta visual si los hay, es indignante. Vale poner el grito en el cielo.
Esto dijimos sobre la serie cuando la recomendamos en nuestras páginas. En ese momento habíamos recorrido la mayoría de sus episodios (a pesar de los esfuerzos de Amazon, que poco hace por que la prensa pueda ver sus contenidos de autor).
Basada en ‘El ferrocarril subterráneo’ de Colson Whitehead, el libro que se llevó altos reconocimientos literarios en 2017 por su relato sobre la esclavitud que navega entre la leyenda, la ciencia ficción y la cruda realidad, la serie está a la altura de la expectativa. Con la presión de un gran presupuesto y total libertad creativa en su épica adaptación, el director Barry Jenkins (ganador del Óscar por ‘Moonlight’) entrega una obra impactante. La historia sigue a Cora, una joven esclava sometida a la crueldad de sus amos en una plantación de algodón en Georgia. Su vida cambia cuando César, un joven de Virginia, le habla del ferrocarril subterráneo, pues ambos emprenden la huida hacia la libertad en el norte. El ferrocarril subterráneo, una fábula de la época, se imagina en esta producción como una verdadera red de estaciones clandestinas que cruzan el país. Y, en las diferentes paradas de su huida, recorre los infiernos de la condición humana que apenas dejan espacio para destellos de esperanza.
Es un viaje descarnado de diez episodios, no hay que maquillarlo, y exigen aguante como el arte que reta. The Underground Railroad presenta la esclavitud desde el hilo de la cacería a un ser humano por escenarios inimaginables y circunstancias dantescas. Es un ejercicio de reimaginación histórica que tiene que lacerar el alma para cumplir su mandato. Y eso hace. Lastima y cumple, y cierra con una nota de inimaginable catarsis y esperanza. El arte a veces tiene que doler.
El 2020 fue un año durísimo, y 2021 no se ha puesto más sencillo porque la reactivación se percibe pero persisten las viejas mañas de la condición humana. La crueldad del clasismo, del racismo, del egoísmo, la ceguera de interés personal, demasiado vivas y vigentes. Era normal por eso, quizá, que no se le premiara este año. Mare of Easttown es una gran miniserie, y toca temas complejos, de crímenes, de suicidios, de familias disfuncionales en comunidades pequeñas. Pero The Underground Railroad duele demasiado, como debe doler la idea de la esclavitud, y por eso es tan valiosa. Está a la altura de ese reto enorme sin caer en lugares comunes ni maquillar.
En términos individuales, la actuación de la actriz sudafricana Thuso Mbedu en la piel de Cora Randall es excepcional y merecía mucho mayor reconocimiento a todo nivel. En ese escape de sus ‘dueños’ por los estados del sur y del medio oeste estadounidense, su personaje es una prueba de vida en muerte. Ella está en el infierno por nosotros, y lo sobrevive. Y resiste, y lucha, y recibe golpes del destino más y más fuertes. Y parece que jamás va a sonreír, ¿cómo podría? Y aún así...
Del otro lado, su cazador de esclavos, el inclemente Ridgeway, encarnado con sutil poder por Joel Edgerton. Su único talento en la vida parece ser ese, el de seguirle el rastro a esos humanos hechos posesión por la cruel fuerza del sometimiento; el de hablarles para crucificarles. Siempre nefasto con su objetivo definido, y asistido por un pequeño e inquietante personaje que adoptó como suyo, Ridgeway y Homer son las águilas del mal desatadas a paso lento.
La factura visual de la serie quita la respiración, los fotogramas no mienten y se quedan cortos en el gran esquema de la obra. La banda sonora de Nicholas Britell suma de forma impresionante al tono y al ambiente vacío humanidad que no se puede dejar de ver.
Esta es una obra maestra, eso debe quedar registrado o. Y en años del dolor, logra darle a todo una necesaria perspectiva. Antes que a un virus, hay que temerle antes al lado oscuro de la humanidad, a ese que solo con educación se vacuna.
Ni la primera ni la última
¿Le quita valor a los Emmy no haberla considerado digna de ningún premio? Sí y no. En el fondo, esto es lo que hace, y esperar otra cosa es inocente. A The Wire, quizá la serie más impresionante que he visto en mi vida, que logró replicar los efectos de una novela en formato televisivo, la nominó solo dos veces en cinco temporadas. Los Emmy son algo del momento. Así no sea fácil de volver a visitar, The Underground Railroad queda para siempre.