El reciente lanzamiento en Netflix de Masters del Universo: Revelación, secuela de la mítica serie de animación de los años 80, ha estado rodeado de polémica porque, a diferencia de lo que parte del público esperaba, el protagonismo recae más en otros personajes, como la guerrera Teela, en vez de en el propio Adam/He-Man.
Remakes con polémica
Esta controversia no es un hecho aislado, sino que debe analizarse como un caso más dentro de un fenómeno social. Otros remakes o reboots de productos populares han sido rechazados por parte de la audiencia, que considera que esas obras deberían ser mucho más parecidas a las originales. Ha ocurrido con la nueva versión de imagen real de La Sirenita, cuya protagonista, Halle Bailey, es negra; la misma razón argumentó parte del público para rechazar a la actriz Zendaya como potencial Mary Jane en las entregas de Spiderman del MCU. También sucede cuando se produce un cambio de género, como pasa en la versión de Cazafantasmas de 2016, protagonizada por mujeres, o cuando cambia el modo de representación femenina hacia perfiles más independientes y menos sexualizados, como en la última versión de Los Ángeles de Charlie (2019).
Algunos fans alegan que se está forzando la inclusión, en aras de la corrección política, o más concretamente, dentro de lo que se conoce ahora como ideología “woke”, término relativo a estar atento ante las injusticias sociales, que actualmente es usado, según el contexto, como insulto, cumplido o incluso parodia.
Frente a este nicho de seguidores que se oponen a estas nuevas versiones, otro sector de los fans confronta esta opinión defendiendo que siempre que se pueda hay que evitar la reproducción sistémica de patrones machistas, homófobos y racistas en las ficciones audiovisuales populares.
Curiosamente, el estreno en cines del remake de la serie de animación D’Artacán y los tres mosqueperros ha presentado cambios con respecto a la serie original, modificando ligeramente la presentación de sus personajes femeninos, como Juliete y Milady. Toni García, su director, explicó estas decisiones en una entrevista: “Encontraremos una película en la que la mujer está mucho más empoderada”.
Volver al pasado o charlar con el pasado
Svetlana Boym analiza la raíz lingüística de la nostalgia de la siguiente forma:
“Nostalgia (de nostos -volver a casa- y algia -anhelar-) es la añoranza de un hogar que ya no existe o que nunca ha existido. La nostalgia es un sentimiento de pérdida y desplazamiento, pero también es un romance con la propia fantasía”.
Boym distingue dos tipos de nostalgia que pueden servir para comprender mejor este análisis. De un lado, la nostalgia restaurativa, conectada con el nostos, la vuelta al pasado, a lo tradicional, la reconstrucción… De otro, la nostalgia reflexiva, que está dispuesta a dialogar con el pasado:
“La nostalgia restaurativa protege la verdad absoluta, mientras que la nostalgia reflexiva la pone en duda (…). La nostalgia reflexiva no pretende reconstruir el lugar mítico llamado hogar; está “enamorada de la distancia, no del propio referente”. Este tipo de narración nostálgica es irónica, inconclusa y fragmentaria”.
Veamos algunos casos de esto.
Si atendemos a la nueva estrategia de estrenos cinematográficos de Disney, veremos que sigue la línea de una “nostalgia restaurativa”, en un esfuerzo por traer de nuevo a las pantallas los clásicos La bella y la bestia, Aladdin, La dama y el vagabundo, El rey León o Mulan. Mediante una nostalgia restaurativa, Disney invoca el poder de los clásicos, que son los tradicionales objetos de culto.
Esta nostalgia restaurativa siempre ha sido muy habitual en el cine, constituyéndose en forma de homenajes que rescatan reconstrucciones plano por plano de películas inamovibles y convirtiéndose en una repetición constante y un ensimismamiento por el pasado. Un caso llevado al extremo es el remake de Psicosis de Alfred Hitchcock realizado por Gus Van Sant en 1998.
Nuevos universos
Por otro lado, también hay espacio para la “nostalgia reflexiva”, incluso dentro de productos populares que han reelaborado una y otra vez el mismo mito. En este sentido, la película que ha sido realmente capaz de hacer evolucionar a un personaje es Spider-man: Un nuevo universo, donde se presentan los “nuevos herederos” del tradicional Peter Parker.
De un lado, Miles Morales, adolescente afroamericano. De otro, una reinterpretación femenina de Peter Parker llamada Ghost Spider/Spider Gwen (y que no es otra que la propia Gwen Stacy, interés romántico de Peter y asesinada por el Duende Verde). Estos dos personajes son un ejemplo perfecto de nostalgia reflexiva que adapta el mito de Spiderman al paso del tiempo, incorporando representaciones más diversas para contextualizar el producto en una realidad más consciente de las representaciones raciales y de género en la cultura audiovisual. Con estos dos personajes, y mediante un ejercicio de nostalgia reflexiva, Marvel “mata” de un lado al héroe totémico Spiderman y, al mismo tiempo, continúa la historia por nuevos derroteros.
Otro caso interesante es el de Denis Villeneuve, uno de los directores de ciencia ficción que más trabaja con la nostalgia, reconstruyendo y recomponiendo una fórmula que le permite rescatar éxitos del pasado. Así, sigue la línea de una nostalgia restaurativa trayendo de nuevo a la vida a Blade Runner y Dune, dos piedras angulares de la ciencia ficción cinematográfica.
En el caso de Blade Runner 2049, su misión es conectar con la película de culto de ciencia ficción de 1982 rescatando atmósferas, arquetipos estéticos de sus personajes y sus propios tótems (Harrison Ford y una digitalizada eternamente replicante Sean Yong como Rachael), que revalidan la vuelta a lo tradicional y lo ya reconocido.
Al mismo tiempo que repite los esquemas de la primera película, también actualiza el mito buscando una nostalgia reflexiva que conecte con un público más joven y una nueva generación de espectadores. La conclusión del relato es que la restauración pasa por una reflexión y evolución del replicante hacia algo más humano que lo humano (de Deckard a Joe). Además, esta restauración nostálgica de una vida pasada, que pasa por la aceptación de que esa “nueva realidad” no será la misma que recordamos, tiene muchos ecos con el momento que vivimos.
Los cambios son ataques personales
Sin embargo, ¿por qué muchos fans odian tanto que se produzcan estos cambios en las nuevas versiones? En primer lugar, porque su conexión es mucho más personal de lo que parece. Esta pasión por el objeto de consumo suele ser el primer punto en común de todas las investigaciones sobre fans. Además de su placer o admiración, también podemos definir al fan a través de comportamientos vinculados con la experiencia, el conocimiento, el coleccionismo o el visionado.
En segundo lugar, estos fans entienden la nostalgia desde la perspectiva de lo restaurativo. Desean restaurar su experiencia y el conocimiento que tienen de la serie o película tal y como lo conocieron. El analista cultural Mat Hills determina que entre los fans y algunos productos culturales se establece, sobre todo durante la infancia o adolescencia, una relación profunda, o juego afectivo, de manera que la película o serie se convierte en un “objeto transicional”. En psicología, el concepto de “objeto transicional” se refiere a aquellos objetos de apego, físicos (un chupete, un peluche, una mantita…), que alivian la angustia del bebé y proporcionan sensación de seguridad frente a los cambios del entorno o en distintas etapas de crecimiento.
Para Hills, las películas y series cumplen una función similar, al proporcionar acompañamiento y confianza, pero además tienen un rol más determinante, al ofrecer modelos de mundo para entender cómo funciona la realidad. Por esa razón, un niño que haya sentido una intensa conexión con Star Wars cuando se estrenó en los años 70 podrá disfrutar las nuevas entregas con el entusiasmo de la novedad pero también desde la nostalgia.
En ese sentido, ¿cuál es el peligro de la nostalgia? Por un lado, muchos fans defensores de la nostalgia restaurativa desean que sus universos favoritos sigan vivos. A la vez, esos productos culturales, habitualmente dirigidos a un público infantil o juvenil, van a servir como “objetos transicionales” para nuevas generaciones, por lo que es inevitable, y deseable, que reflejen avances sociales, proporcionando modelos de conducta y referentes que sean inclusivos y plurales, más acordes a modelos ficcionales diseñados desde la nostalgia reflexiva.
El problema es que esos cambios que se introducen para nuevos públicos, aunque puedan parecernos correctos en el mundo real, confrontan con el modelo de ficción que conformó nuestra propia identidad en etapas de formación. En definitiva, cualquier tiempo pasado es (o no es) mejor según la necesidad emocional del fan, que se debate entre la idealización pretérita (nostalgia restaurativa) y la confrontación desde el presente (nostalgia reflexiva).
*Profesora Sustituta Interina Acreditada Ayudante Doctora, Universidad de Sevilla **Profesor de Narrativa y Estética Audiovisual, Universidad Loyola Andalucía
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