Encuentro en París con la escritora francesa Muriel Barbery, autora del best-seller La elegancia del erizo, muy cerca de la calle Sébastien-Bottin donde se sitúa la célebre editorial Gallimard. No acostumbra conceder entrevistas y huye de los platós de televisión tan frecuentados hoy por ciertos autores galos. SEMANA: ¿Conoce algo de la literatura hispanoamericana? Muriel Barbery: El mejor libro que he leído en los últimos dos años, Las vidas perpendiculares, es obra del mexicano Álvaro Enrigue. Incluya esto por favor, porque se trata de un libro magnífico. SEMANA: ¿Le ha sorprendido el éxito de ‘La elegancia del erizo’? M.B: Para serle sincera, yo misma estoy extremadamente sorprendida por el hecho de que mi novela tenga algún éxito. Yo pensé que era imposible. Cuando el libro fue publicado en Francia estaba convencida de que nadie lo leería. No estoy convencida de que se trate de una novela tan buena como la acogida que ha tenido. SEMANA: A pesar del gran éxito recogido en Francia, ¿su libro también recibió fuertes críticas? M.B: No tanto al comienzo, éstas llegaron después. Si eres escritor y no quieres tener ninguna crítica negativa hay que escribir una obra maestra. Si no la escribes, lo normal es que te critiquen. Eso está bien, me parece muy sano. Lo sorprendente es que las críticas aparecieran diez meses después de su publicación, cuando el libro comenzó a tener éxito. Jamás he tomado las críticas como algo negativo, aunque a veces las encuentro estùpidas. Es muy simple lo que ocurre con un libro: la magia funciona o no. Por una razón inexplicable el texto seduce al lector y todo lo que es débil en él no es tan importante o no seduce, y en ese caso la crítica es normal. SEMANA: Del libro dijeron, por ejemplo, que era maniqueísta… M.B: No estoy de acuerdo. Yo podría escribir una excelente crítica de mi propio libro sobre puntos que son verdaderamente pertinentes. SEMANA: Ha escrito solamente dos novelas en un país como Francia donde se valora mucho la fecundidad literaria, al estilo de Víctor Hugo o Balzac. M.B: Escribo muy lentamente. Seguramente no está dentro del espíritu francés, pero yo no puedo hacer nada porque para escribir necesito un largo periodo de ‘digestión’. Todos los escritores son muy diferentes, creo que todas las formas de escribir son específicas. Amélie Nothomb escribe tres novelas cada año. Admiro eso, pero no puedo hacerlo. SEMANA: ¿Cómo ha vivido todo este éxito planetario? M.B: El éxito es una palabra que no tiene ningún sentido para mí. La cosa verdaderamente importante es que ahora soy libre, tengo suficientemente dinero para consagrarme a la escritura, puedo viajar. Mis amigos no han cambiado. Tengo los mismos amigos que antes. No he cambiado de opinión sobre mis textos ni antes ni después del éxito. El hecho de que las ventas hayan sido enormes, para mí no quiere decir nada. SEMANA: Uno de los personajes que más cautiva de su novela es el de Paloma. ¿Cómo se engendró ese personaje? Al parecer al principio no tenía tanto peso en la historia… M.B: He aprendido tantas cosas desde la publicación del libro sobre el personaje de Paloma! Siempre ocurre de la misma manera: un día, por una razón que ignoro, escribo algo y un personaje surge. En aquella época mi marido me dijo a propósito de ese personaje: qué buena idea! es algo muy tuyo, por qué no le das una voz. Todo esto es imprevisible. La escritura es, para mí, como un encuentro amoroso. Conoces a alguien que te seduce y a veces funciona y otras no. SEMANA: En "La elegancia del erizo" parece circular la idea de que la cultura no es un derecho exclusivo de una clase social. M.B: Si, esto es muy importante. Creo que Francia es una sociedad de clases muy importante. Hay una apropiación de la cultura por una clase acomodada, muy arrogante, que me disgusta mucho. Soy hija de profesores de francés, fui criada en una casa donde había muchos libros. Y cuando comíamos juntos me hablaban de libros, fue una gran suerte. No todo el mundo la tiene. Cuando veo personas extremadamente talentosas y sensibles, pero absolutamente incapaces de acceder al arte y la literatura, que no han tenido esa experiencia, y que en consecuencia se sienten deficientes, me parece injusto. Cuando voy a una cena en la que hay muchos literatos me siento incómoda. Por el contrario, he llegado a subir a un taxi y hablado de arte o literatura con el conductor de una manera inesperada, con frescura y autenticidad. Soy feliz cuando en una cena hay alguien a mi lado que me pregunta si me gusta Rembrandt, pero en general ocurre que todo es estereotipado. SEMANA: ¿Tiene problemas para establecer relaciones? M.B: Es complicado vivir en París porque soy una persona muy discreta. Es muy difícil para mí entender que la gente no me vea como soy ‘yo’, sino como la escritora del exitoso libro ‘La elegancia del erizo’. Me da miedo todo eso, lo detesto. SEMANA: Rapsodia Gourmet, su primer libro, también ha tenido mucho éxito.M.B: ¿Qué más puedo pedir? La gente ha leído mi segundo libro, me envían cartas y gracias a este libro puedo escribir sin necesidad de trabajar. El resto es indiferente. De un lado hay personas que escriben textos más o menos buenos con cierto éxito y del otro lado hay toda una industria que pasa por la prensa, los editores, etc. La única cosa importante es porqué en un momento dado un texto borra todo esto y llega a tantos lectores. Ignoro la respuesta. SEMANA: Se le ve muy poco en la televisión. M.B: Eso es porque la mayor parte del tiempo me piden hablar de cosas que no tienen nada que ver con mis textos, cuando para mí lo importante es hablar de sus debilidades y sus puntos fuertes, de su capacidad de rendir cuentas con la vida, etc. Todo este desvío hace que no vaya a la televisión. Además, no me gusta ser filmada. La pregunta principal es si lo más importante es hablar de mi imagen o de mi texto. Hablamos de los autores o de lo que ellos escriben. En general, en 99 por ciento de los casos se habla de los autores. Los textos pueden defenderse ellos mismos, sin que el autor deba participar en un show televisivo.