La “zombificación” es un fenómeno real aún en el país caribeño, un castigo o una venganza decidida por una asamblea de una sociedad secreta vudú, principalmente la conocida como Bizango, explica en entrevista Philippe Charlier, comisario de la exposición organizada por el Museo Quai Branly.
“Aún existe, es una especie de justicia paralela”, explica el experto.
La exposición, que se inaugura este martes 8 de octubre y se mantendrá abierta hasta el 16 de febrero, reconstruye para el visitante un peristilo o sala de celebración religiosa del rito vudú. Además, hay cerca de 200 obras, entre muñecos de vudú, pinturas, fotografías y testimonios filmados de personas que sufrieron ese extraño proceso, que implica el uso de venenos que paralizan a la víctima.
Uno de los testimonios recogidos data de 2007. “La constatación de la muerte de Adeline D, de 40 años, fue firmada el 26 de julio de 2007 en Limonade, cerca de Cap Haitien”, explica el cartel que acompaña la fotografía de la víctima. “Un año más tarde su hermana, religiosa católica, se topa con ella de casualidad, en un mercado, a 30 km” añade el texto.
Siete oportunidades
En este mundo oculto, fruto del sincretismo de creencias indígenas, de ritos de herencia africana y del catolicismo, cuando una persona es acusada de un crimen o una simple falta, desde apropiarse de un terreno que no es suyo hasta un asesinato, se la convoca ante una asamblea secreta. Obligada o por su propia voluntad, la persona acusada tiene hasta siete ocasiones para defender su inocencia.
Es durante ese proceso, muy intimidatorio para las víctimas, que aparecen ante el hogar del encausado muñecas con alfileres u objetos que le recuerdan que puede acabar siendo un zombi. Si la persona no logra convencer a los miembros de la sociedad secreta vudú, se le puede acabar administrando una poción venenosa, cuya base principal es la tetrodotoxina.
En la exposición Zombis se muestra un ejemplar disecado de pez globo, del que se extrae esa toxina que puede ser mortal. Cada “boko” tiene su receta propia, explican los expertos. La víctima envenenada cae en coma.
“En Haití, la muerte es constatada por dos testigos, no por el médico”, precisa Charlier. Horas después del funeral, la persona es desenterrada y pasa a ser esclava del “boko”, que le da una nueva identidad y la lleva a otra parte del país. La víctima ha sido zombificada, “una pena considerada peor que la muerte”.
Ese estado, que se mantiene mediante la ingestión forzada de nuevos brebajes, puede durar años, añade Charlier: hasta la muerte del “bokor” o la voluntad del propio hechizado, que consigue escapar a su suerte.
En el caso de Adeline D, la mujer rescatada por su hermana volvió a desaparecer, oficialmente antes de que la justicia pudiera investigar el caso.
El zombi del Gran Perú
La exposición muestra la primera obra escrita que menciona la palabra zombi. Se trata de Le Zombi du Grand Perou o la Comtesse de la Cocagne, una novela publicada en 1697 en Francia por Pierre-Corneille Blessebois.
“En la cultura pop, el zombi simboliza el temor a la muerte. Cuando un zombi te muerde te conviertes a tu vez en zombi. Pero eso no tiene nada que ver con Haití”, precisa Charlier.
En el peristilo reconstruido en la entrada de la exposición, Erol Josué, director de la Oficina de Etnología de Puerto Príncipe y sacerdote vudú, traza unos signos con ceniza en el suelo de tierra, como último retoque antes de la apertura de la exposición. “Estoy trazando un vevé. Estos símbolos fueron confiados por los taínos a los africanos que llegaron al Nuevo Mundo”, explicó.
El vudú es una religión aparte, “el vínculo real de toda la sociedad haitiana”, explica Charlier.