Mucho se ha hablado de su virtud como cantante, y razones sobran. Valeriano Lanchas es uno de los intérpretes líricos más importantes de la historia del país, que en 28 años de carrera internacional ha dado muestras de su voz preciosa, poderosa y también de mucho temperamento a la hora de interpretar roles de gran exigencia en escenarios de talla mundial.
Entre cientos de funciones y temporadas memorables, el colombiano compartió escenario con Luciano Pavarotti y le aprendió al hoy alicaído Plácido Domingo que en la ópera, famosos o no, todos son soldados al servicio de la obra. El artista trabajó bajo la batuta de Zubin Mehta y de Gustavo Dudamel e integró un reparto en el Met de Nueva York, donde cantó un rol protagónico y alcanzó un olimpo si se quiere. Pero obedeciendo a Freddie Mercury, uno de sus referentes, quien decía que a un cantante se le juzga por su última presentación, este bogotano modelo 76 sabe que esos pergaminos y prestigio se validan o se evaporan. Más allá de sus experiencias irrepetibles, el público que va a verlo en Bogotá, Barcelona, Madrid o Dallas lo juzga por lo que recibe esa noche, no por sus logros del pasado.
Y ese presente lo tiene satisfecho. Viene de interpretar al oportunista y vengativo Dr. Bartolo en la reciente adaptación de Las bodas de Fígaro, dirigida por Pedro Salazar y Martin Haselböck. Presentada en el Teatro Mayor, la considera una de las “más bellas jamás hechas en el país”. A esta comedia de Mozart, el montaje moderno desde el arte, vestuario y ambientación presente le sirvió para enganchar a la gente al permitirle entender el humor. “Estuvo muerta de la risa toda la ópera”, cuenta, algo que suele perderse cuando se ambienta de manera clásica y muchos matices pasan desapercibidos.
El cantante acepta que, en este punto, en su vida ya no busca picos de montaña, busca gozarse los roles que asume. Pronto volverá al Liceu de Barcelona para interpretar Il tabarro, de Puccini, uno que siempre ha querido hacer, y es probable que se le cumpla una aparición en La Scala de Milán, uno de esos pocos escenarios con los que tiene una cita pendiente. Y, claro, sus proyectos musicales siguen revoloteando por dentro mientras llegan roles interesantes. Valeriano podría mantenerse en esa zona de confort, pero prefiere jugársela. Y ¿qué ratifica el fuego vivo de un artista sino obedecer a sus impulsos y tomar riesgos? A SEMANA le habla del proyecto que prepara, y que ojalá vea la luz un año: unas suites en las que cantará composiciones de Radiohead, Philip Glass y Toru Takemitsu.
Lanchas, con familia en el negocio de la fiesta brava, con el corazón del lado de lo taurino, con poca simpatía por el lenguaje inclusivo y algunas prevenciones hacia la corrección política, que a su manera de ver puede complicar a futuro montajes de óperas como Madama Butterfly o Carmen (entre otras), no aspira a decirle a nadie cómo pensar. Y más allá de sus propias opiniones, ofrece una entrega artística que las trasciende y que es cada vez más expansiva.
El Liceo ‘Diego de Acedo’
Otro de sus lemas fundamentales viene de Pablo Picasso: “Ojalá cuando la musa llegue, me encuentre trabajando”. Y si algo demostrará Lanchas en la Feria del Millón, que celebrará sus diez años en la plaza de toros La Santamaría del 29 de septiembre al 2 de octubre, es que por años la musa ha llegado y no la ha desperdiciado. Valeriano está lejos de ser Picasso, pero la faceta desconocida para muchos que revelará al público en dicho evento sale de su trazo: una serie de dibujos que tienen su estilo particular y cuentan historias.
Lanchas ha dibujado 40 años, quizá más de lo que ha cantado, y desde el colegio forjó un estilo. En esos tiempos imaginó y plasmó en el papel un personaje como Bianca, una flor con tijeras, capaz de cortar otras flores quizá más alegronas. Con su representante, Cristina Gamba, a quien conoce desde esos tiempos, hablan de Bianca como se habla de un personaje real.
Aclara así que estas creaciones no son capricho de covid, si bien acepta que el tiempo de la pandemia lo trató bien. Pudo leer todo eso que uno dice que va a leer y nunca puede, y también, animado por Gamba, dio rienda a una arqueología de su otro arte: buscar y reunir lo mejor de los dibujos que ha hecho a lo largo de décadas y que guardaba entre una biblioteca grande de las tantas partituras acumuladas en su carrera, que siempre ha tenido a la mano mientras las estudia.
Encontró muchos trabajos y dibujó mucho también, más que en los años anteriores. “Me encantan las miniaturas. Normalmente pinto boca abajo, tirado en el piso y muy cerca del papel. Crear el efecto que de lejos se vea atractivo y de cerca se revela muy detallista. Me encanta que mis dibujos, ahora en un formato más grande –pinto sobre lienzo–, siempre miren al detalle. Quiero que haya una historia, que haya más”.
No es algo que concibe mientras hace otra cosa, le dedica el tiempo que requiere, y se nota. En sus trazos, si bien mucho más finos, y sobre todo en el uso del color, se percibe algo de las fantásticas caricaturas de Antonio Caballero. Pero el tono, y especialmente el universo que crea, es absolutamente particular. Y cuando se le menciona que estos mundos que ilustra evocan a los de Terry Gilliam en su arte cinematográfico y sus collages, menciona que bajo las órdenes de ese director pasó meses trabajando en una obra y compartió horas hablando con el director y Santiago Roncagliolo. Dice que ese arte de Gilliam y haber hablado con él reforzó la idea de que había valor en esa estética y en esa narrativa.
Suele hacer series de aquellos dibujos que más lo atrapan, y ofrece contexto sobre la irreverencia que ya es notable en la obra: Dos alumnos participantes por el Liceo Diego de Acedo en el concurso de equilibrismo resultan ganadores; Los tres marranitos observados de lejos por el malvado, torpe y desconsiderado lobo; El pollo robot #1. Por algo, cuando habla de los títulos, no exagera al calificar algunos como prácticamente una novela.
SEMANA le pregunta sobre el liceo Diego de Acedo, escenario de muchos de sus trabajos, y Lanchas cuenta que “retratado por Velásquez, era uno de los bufones de la corte de Felipe II que pintó Velásquez. Lo llamaban el primo, que en España quiere decir el tonto. Él tenía un defecto físico, y una persona así no podía ser más que un bufón. Es el de negro en la pintura de Velásquez. Pero ayudaba en la contabilidad, a hacer las cuentas del palacio, capacidad mental tenía. Y basado en él, me inventé un colegio”. La gente suele preguntarle si fue el colegio en el que se educó. “Les digo que me hubiera gustado. Allá pasa todo lo que me hubiera gustado que pasara en un colegio”.
Y, cuando se le consulta por la fascinación que expresa en otras series por gallinas y pollos, cuenta: “Una gallina me parece lo más fascinante. Es totalmente inexpresiva. Las gallinas son animales mágicos”. Después explica la serie sobre un doctor que rehabilita pollos cibernéticamente luego de haberlos lastimado con el espejo de su auto. Y, a lo personaje de Cronenberg, ese señor desarrolla una malsana obsesión por herir y reparar pollos y pájaros.
Lanchas ha maravillado audiencias desde su canto por tanto tiempo que, antes de esta participación en la Feria del Millón, aún le parece extraña la idea de ofrecerle a la gente el arte que hace con sus manos. Y como no es extraño pensar que pronto escriba relatos, le tocará acostumbrarse a seguir rompiendo fronteras.
Feria del Millón, de aniversario
El evento, que se presenta como “una feria de artistas no de galerías”, nació en 2012 bajo un concepto claro: todas las obras de arte exhibidas costaban alrededor de un millón de pesos. La asistencia desde la primera versión fue nutrida y el nivel de ventas ratificó entonces, y ha seguido ratificando en los años posteriores, que este espacio se justifica ampliamente para los artistas y para el público.
Por mucho tiempo escenario de corridas de toros, la plaza La Santamaría será epicentro del arte y la cultura al albergar el festejo de sus 10 años de vida. La plaza fue declarada Monumento Nacional de la Nación, en 1984, y es una de las construcciones más representativas de Colombia.
Una de las novedades de este año en Bogotá será el 1k art show, una exposición con obras alrededor de mil dólares creadas por artistas que durante estos 10 años han ido consolidando su trabajo en exposiciones nacionales e internacionales y que tuvieron en la feria su primera plataforma. Este pabellón es la continuación del pop up que realizó la feria en Nueva York bajo el mismo nombre y que buscaba promocionar el trabajo de creadores colombianos. En la evolución natural del mercado, estas obras se han ido valorizando con el tiempo. Algunos de los artistas invitados son: Camilo Correa, Juan Cortés, María Alejandra Torres, Miguel Guevara, Alejandro Sánchez, Natalia Mejía, Eduard Moreno, Francisco Lozada, David Guarnizo y Gonzalo García.
Regresa también Voltaje, el salón de arte y tecnología, uno de los espacios más importantes para el arte en Colombia, y cumple 9 años de permitirle al público conocer esa línea de encuentro entre artistas y la tecnología que usan para crear sus obras. Este año Voltaje contará con 20 artistas nacionales e internacionales. Además, bajo la curaduría de Carmen Gil y Juan Ricardo Rincón, habrá un montaje especial dentro de un espacio que espera sorprender a sus visitantes.