¿Qué pasa con un amplio espectro de la población en una Cuba en crisis económica y que se vacía de jóvenes que emigran? Es la pregunta en el centro de Vicenta B., película del cubano Carlos Lechuga, presentada en el Festival de San Sebastián.
“¿Qué pasa en Cuba con la generación que no es joven ni todavía vieja? Esta gente está en el medio y ve cómo la generación de arriba entregó su vida por un sueño y fue engañada” por la revolución castrista, dijo Lechuga en entrevista en San Sebastián, norte de España.
“Y la generación de sus hijos se está yendo. Se quedan en un limbo, sin una guía. Entonces, ¿qué hacen?”, se pregunta el realizador cubano, recientemente radicado en Barcelona, noreste de España.
La migración, un fenómeno que ha registrado un reciente repunte en Cuba, uno de los países más envejecidos de la región por la salida de jóvenes, está en el centro del tercer largometraje de Lechuga.
La cartomántica
En la película, Vicenta, interpretada por Linnett Hernández Valdés, tiene un don para leer las cartas. Un día, el hijo que vive con ella decide irse de la isla, y su don se evapora. Inmersa en una crisis de fe, Vicenta ve cómo su mundo se desmorona.
En la película, Vicenta, interpretada por Linnett Hernández Valdés, tiene un don para leer las cartas. Un día, el hijo que vive con ella decide irse de la isla, y su don se evapora. Inmersa en una crisis de fe, Vicenta ve cómo su mundo se desmorona.
“A mí lo que más me interesaba era el retrato de esta mujer”, que integra un gran grupo de cubanos que viven “sin saber qué van a hacer”, indica.
“Primero, no tienen cómo sobrevivir, porque con el salario de un cubano no te puedes comprar dos cafés”, afirma.
“Y, segundo, (les falta) el alimento del alma. ¿Cómo te levantas al otro día en Cuba, a qué te agarras, si los dirigentes se están burlando de ti en la cara y hay hambre, una necesidad mezclada con una represión terrible?”, abunda el director.
Lechuga basó el personaje en su abuela, quien era cartomántica, una historia que le pareció que podía burlar la censura que sufrió en la isla con su segundo largometraje, Santa y Andrés, que también compitió en San Sebastián, en 2016.
“Yo empecé escribiendo el guion en 2016, en un momento en que el Ministerio de Cultura me había mandado a la policía secreta. Entonces, entre interrogatorios, yo me dije: ‘Esta gente a mí no me va a joder. No me voy a convertir en una persona rencorosa, cínica”, relató.
Por eso echó mano de la historia de su abuela y de sus raíces, aunque sin poder abandonar del todo los temas de actualidad en la isla, que impregnan toda su obra.
“Lo que nos dio la gana”
Vicenta B. fue rodada en plena pandemia de covid-19, lo que a juicio de Lechuga le benefició al filme.
“Pudimos filmar mucho, porque era en el medio de la pandemia, nadie estaba fijándose en nosotros, e hicimos un poco lo que nos dio la gana”, aseveró.
El realizador de 39 años dijo que tomó la decisión de radicarse en España cuando se dio cuenta de que “no tenía más opción de un futuro en Cuba”.
“El único cine cubano que se puede hacer ahora, es el que se hace con los celulares”, en un país que vive su peor crisis económica en tres décadas, con escasez de alimentos, medicinas, combustibles y apagones cotidianos.
“Yo no puedo crear una historia hoy, cuando la semana que viene todo va a ir a peor en mucho”, agregó Lechuga.
En el festival de la ciudad vasca, “Vicenta B.” compite por el premio a mejor película latinoamericana con otros once filmes, de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador y México.
*Nota de AFP