Este año, Luis Alberto Spinetta habría cumplido 70. El músico que ayudó a definir el rock argentino en sus inicios, pero que también fue transformando su lenguaje a lo largo de cuatro décadas, dejó una discografía que es materia de culto entre miles de oyentes. Y había dejado también, en su computador, siete canciones prácticamente terminadas. El tiempo, que jugó a favor, permitió que aquellas grabaciones fueran descubiertas por sus hijos, adornadas con una mínima posproducción y publicadas para la fecha exacta de su cumpleaños.

Así llega a nuestros oídos Ya no mires atrás, el disco que cumple el cometido de ser un sentido epílogo a su carrera. Empezando por la imagen: algunos han dicho que el personaje que adorna la portada es una versión futurista de aquel que aparecía en el primer álbum de Almendra, la primera agrupación que lideró Spinetta.

Llama la atención que la guitarra, su instrumento, tiene poca presencia. Son los teclados los que sostienen estas canciones y, en ese sentido, nos remontan a discos como Bajo Belgrano, en el que Spinetta se concentró en combinar su voz con viejos sintetizadores de nombres cibernéticos como Prophet y Synergy. El ejercicio funciona bastante bien en la canción ‘Agua de río’, porque los teclados ayudan a generar ese efecto líquido. Pero, en cambio, la sensación después de escuchar ‘Luces y sombras’ (la pieza más cercana al blues de este nuevo disco) es que le hubiera calado bastante bien un solo de guitarra eléctrica. Es difícil saber si para Spinetta estas canciones estaban completas así como las oímos hoy. Extraña, por ejemplo, que no hay introducciones instrumentales: la primera nota es casi siempre la primera sílaba. Aunque insisto, cabe la posibilidad de que así hayan sido concebidas las canciones. Spinetta nunca siguió una fórmula única y le gustaba reinventarse cada tres o cuatro discos. Su música pasó por periodos eléctricos, acústicos, progresivos, pop y, por lo general, surrealistas. Su amigo el periodista Pipo Lernoud lo definió como “el tipo que persigue su propia estrella, que inaugura su lenguaje musical y poético, y por eso es luminoso, casi transparente”. O para utilizar una metáfora suya, sus composiciones tienen “alma de diamante”.

A esas armonías sofisticadas se le suman las letras, que conforman la otra mitad de su universo (él mismo lo llamó “Spinettalandia” en un álbum temprano). Los textos son herméticos y obligan a escuchar más de una vez para ir entendiendo de a poco. En ese ejercicio uno se encuentra con viejos referentes, palabras que están muy presentes en los discos anteriores y que ya son como amigas, como el sol, como los ojos. Aun así, hay versos que quedan para siempre al nivel de un acertijo irresoluble. Yo no sé a qué se referirá aquello de “almas que se agotan en su columpio de seda”, por ejemplo. Pero, como decía el poeta francés Paul Valéry, a veces importa más el sonido que el sentido. Ya no mires atrás puede ser un álbum que no quedó terminado, pero sí en una fase avanzada. Suficiente para reconocer la inspiración y la sensibilidad de Luis Alberto Spinetta. También para sentir su ausencia, y así remitirnos al resto de su obra. Charly García, la otra columna del rock argentino, escribió este mensaje a sus oyentes cuando supo del deceso de su amigo: “Estudien sus discos, chicos y grandes. Como con los clásicos, uno descubre algo nuevo en cada audición”.