País: Panamá, Argentina, ColombiaAño: 2018Director: Abner BenaimProtagonistas: Rubén Blades, Ismael Miranda, Gilberto Santa Rosa“Soy un hombre con más pasado que futuro”, dice dos veces en este documental el cantante Rubén Blades, que, por lo menos matemáticamente, parece tener razón. Pero una cosa son las matemáticas y otra la realidad, y en este filme no queda la sensación de estar ante un hombre de 70 años despidiéndose de un mundo que está próximo a dejar.Es más, ni siquiera da la idea de un hombre dispuesto a echarle una mirada penetrante a lo que ha sido su vida. Lo que se ve acá es un esfuerzo de un hombre exitoso y serio en su trabajo por celebrar en una película su éxito y su seriedad.Para lograrlo, desfilan un buen número de celebridades hablando bellezas del homenajeado, aunque a menudo resultan ser bellezas de poco peso y sin gran interés. “Es un tipo musical… con un gran talento. Y tiene un gran corazón… que se nota de verdad”, dice el cantante Paul Simon, quien, junto a Sting, es uno de los pocos famosos angloparlantes entrevistados.Le sugerimos: 30 años del concierto de conciertos: la noche que todos maduramosNo está claro qué sentido tiene semejante testimonio, que dice tan poco, aparte de demostrar que Blades tiene conocidos importantes dispuestos a donarle cinco minutos de su tiempo a un filme.El resto de los cumplidos corren por parte de figuras de la salsa como Gilberto Santa Rosa, Francisco ‘Bush’ Buckley, Ismael Miranda y Andy Montañez, que no dicen generalidades tan anodinas como las de Simon, pero que tampoco resultan especialmente iluminadores ni sobre la personalidad de Blades ni sobre el mundo de la salsa en la que surgió ni sobre la naturaleza del estrellato anglolatino que encarna.Su historia en la Fania, ese conglomerado legendario al que entró trabajando en el cuarto de correo, es contada por el mismo Blades y, en un momento, por Larry Harlow. De resto no aparece ninguno de sus compañeros: ni Tito Allen, el cantante al que reemplazó en la orquesta de Ray Barretto cuando tuvo su primera oportunidad; ni Willie Colón, su socio de tantos discos; ni los directivos que impulsaron a (y se aprovecharon de) esta camada de latinos ansiosos de reconocimiento, rumba y poder.Blades mismo menciona el litigio con el que recuperó el copyright de sus canciones, pero sin profundizar ni contrastar lo que dice con otras voces. En cambio, hay varias escenas de Blades caminando por las calles, siendo reconocido, con gente pidiéndole que se tome fotos con ellos, que escriba sobre Venezuela, que les dé la mano, cosas que el cantante concede rápidamente y sin dudarlo.“Esto es parte de mi testamento”, contesta Blades a una pregunta sobre por qué está haciendo el documental. En ese sentido, cumple su función. Es un recuento sin contrastes ni críticas sobre lo que ha logrado un tipo talentoso y decidido, una especie de curaduría propia sobre lo que considera importante en su vida.Para sus seguidores incondicionales, el documental ofrece el raro privilegio de acceder a su intimidad –repasando su colección de cómics, sacando la basura–, pero para los demás es una muestra de que darles el control de sus retratos a los retratados no siempre produce efectos interesantes. 

Somos calentura *½ Una serie de duelos de baile urbano sirven de columna vertebral en esta película llena de giros inverosímiles y situada en Buenaventura.Detrás de las colinas ***

Película israelí que sigue a una familia cuyos miembros, cada uno y por separado, se enfrentan a distintas versiones del absurdo.Locamente millonarios **½Comedia romántica sobre una mujer asiática-estadounidense ennoviada con un multimillonario.Un sueño entre sombras **Un muchacho casi ciego sueña con trabajar en un hotel de lujo en este drama de superación alemán.