Cuenta una historia de amor prohibido de manera sensible y sutil, pero absolutamente sobrecogedora. Por eso, por donde se le ha proyectado, esta cinta ha enamorado a sus audiencias. Se trata de un filme queer, orgullosamente, pero su factura trasciende géneros. Es alto arte. Punto.
Dirigida por Célinne Sciamma, Retrato de una mujer en llamas ganó los premios a Mejor Guion y Mejor Película Queer en Cannes 2019. Se estrenó a nivel masivo en Francia en diciembre de ese mismo año, y, desde entonces, su recorrido por el planeta ha sigo merecidamente glorioso. La película acumula a la fecha 57 premios y 144 nominaciones, y un 98 % de aceptación de la crítica, según el portal Rotten Tomatoes. La audiencia, en este caso, con un 92 % de aceptación, le ha seguido el paso a los críticos.
La historia se enmarca en el siglo XVIII. Una madre quiere casar a su hija con un duque en Milán y, para conseguirlo, necesita un retrato de su hija. La joven, de la única manera que puede, rechaza el plan. No se deja retratar. La madre planea... y contrata a una pintora que haga el retrato sin que su hija se dé cuenta. Lo que viene luego es una construcción colectiva de cercanía y sentimiento, que se sirve de una fotografía poética para llenar al espectador. Un espectáculo de sentidos y sentimientos que bien honra al cine y a sus pantallas grandes.
Poco a poco, en la proximidad, en el compartir momentos expresamente poéticos y maneras de ver, Héloïse y Marianne se van dando cuenta de algo...
No son solo una pintora y su objeto de estudio. Las dos mujeres construyen su cariño, su amor...
La llama quema mientras quema. Ambas lo han de aceptar.
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