Álvaro Castaño murió feliz. Se dio el lujo de hacer durante toda su vida lo que realmente amaba y, gracias a esa pasión, impulsó algunos de los proyectos culturales  y ambientales más importantes de la historia del país. Nacido el 9 de junio de 1920, era el menor de una familia compuesta por los 13 hijos del general Joaquín Castaño Ramírez y Ana Rosa Castillo Gálvez. Vivió casi toda su infancia en el centro de la ciudad, a pocas cuadras del lugar donde 30 años después funcionó su emisora: la HJCK.Castaño estudió la secundaria en el Instituto de La Salle y más tarde se graduó de la carrera de derecho en la Universidad Nacional. Allí tuvo la fortuna de ser alumno de algunos de los personajes más trascendentales de la vida nacional como Carlos Lleras Restrepo, Jorge Eliécer Gaitán y Alfonso López. Desde entonces, su afición por la cultura, la literatura y la historia ya era evidente. El derecho le había dado una formación pero ese no iba a ser su mundo.Antes de dedicarse de lleno a la cultura, trabajó como secretario de la Escuela de Policía General Santander. En ese cargo detectó un día a una muchacha de 17 años que acababa de empezar a trabajar como secretaria en esa entidad. Al igual que para la mayoría de los hombres de la época, su belleza no pasó inadvertida para él, quien confesó en alguna ocasión que lo primero que pensó al verla fue “ojalá sea bruta”. No pudo estar más equivocado, pues el día que finalmente se atrevió a hablarle, lo que más le sorprendió es que en el escritorio estaba el mismo libro que él estaba leyendo en ese momento: Estudios sobre el amor de José Ortega y Gasset.Esa combinación de carisma y cultura resultaron irresistibles. Desde ese momento supo que iba a ser la mujer de su vida. Como él era un señorito bogotano y ella era apenas una niña tolimense sin pretensiones que acababa de llegar a la capital, no toda su familia estuvo de acuerdo cuando les informó que le había propuesto matrimonio. A pesar de esas objeciones, la ceremonia se llevó a cabo y Gloria, a diferencia de todas las novias, se casó con un discreto vestido negro.  Esa unión duró 64 años y fue uno de los matrimonios más felices de que sus allegados tengan memoria. La pareja se convirtió en un epicentro donde confluían la cultura, el poder y la farándula. En la década de los cincuenta, de los sesenta y los setenta las veladas en el mundo de los Castaño incluyeron personajes como Alberto Lleras, Agustín Lara y Jorge Luis Borges. Y toda ese mundo de glamour siempre fue acompañado de una sólida vida familiar que se prolongó, primero en sus dos hijos Rodrigo y Pilar, y posteriormente en sus cinco nietos.El ancla de su vida siempre fue Gloria. Justamente ella lo animó para que, junto a Eduardo Caballero Calderón, Hernando y Alfonso Martínez Rueda, Alfonso Peñaranda y Gonzalo Rueda Caro, reuniera los 60.000 pesos que costó Radio Granadina, la estación que se convirtió el 15 de septiembre de 1950 en la legendaria HJCK, El Mundo en Bogotá.Así nació la emisora para “la inmensa minoría”, como la popularizó el propio Castaño, la cual se emitió en AM hasta 1967 y, a partir de ese año, en FM de manera ininterrumpida hasta 2005, cuando se transformó en una emisora virtual que continúa atrayendo a miles de seguidores.Además de ser un espacio para divulgar la literatura, la música y las artes plásticas, la HJCK ha sido desde sus comienzos una apuesta vanguardista que ha pretendido democratizar la cultura y brindarle un lugar digno y respetable en los medios de comunicación. Así, las notas de la Sonata para violín número 1 de Johann Sebastian Bach, los clásicos del jazz, el blues, la bossa nova y el son cubano encontraron un lugar en el espectro radial colombiano.Esa música clásica fue intercalada con grabaciones de las voces representativas de la cultura colombiana durante medio siglo. Frente a ese micrófono con las letras HJCK, leyeron textos muchos de los grandes de la literatura y la poesía colombiana. En esa colección literaria se puede oír a Gabriel García Márquez, a Álvaro Mutis, a Otto de Greiff, a Eduardo Carranza, al poeta Rojas; así como a Alberto Lleras y Alfonso López Michelsen.Como parte de esa iniciativa, Castaño convenció, en 1963, a Jorge Luis Borges para que grabara en audio algunos de sus textos. A pesar de la ceguera progresiva que padecía el escritor argentino y de sus dificultades para recordar los fragmentos de sus obras, la HJCK logró grabar a Borges, por primera vez en la historia, recitando lo mejor de su poesía.Lo que pocos saben es que esa aventura quijotesca nunca fue rentable. La hizo simplemente por amor, como todas las cosas que Álvaro hacía en su vida. Mientras él y su socio Gonzalo Rueda les presentaban, a través de la emisora, a los colombianos  a Beethoven, a Chopin, a Mozart y a Bach, Gloria maleteaba de empresa en empresa por patrocinios que permitieran mantener viva esa frágil llama cultural.Ella para aquel entonces era la primera dama de la televisión colombiana con el estatus y remuneración que esa condición entrañaba. Pero tal vez su mayor orgullo en la vida fue haber sido la copiloto de la HJCK. Empresas como Seguros Bolívar, Avianca, Bancafé y el Banco de Bogotá apoyaron la emisora de la inmensa minoría. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de Gloria la HJCK sobrevivió pero prácticamente nunca dio utilidad. Cuando Álvaro se retiró en 2005 después de medio siglo de divulgar cultura universal en un país provinciano, su sueldo era de 6 millones de pesos mensuales. Si eso no es un Quijote, ¿qué lo es?Otra de sus pasiones fue el medioambiente. Álvaro cuidaba con el mismo esmero que los discos de su emisora, las plantas y las especies que habitaban en los jardines de su casa, su oficina o su finca en el Tolima. Él mismo regaba y hablaba con cuanto animalejo se encontraba  rondando por ahí. Durante varios años escribió los libretos de Naturalia, uno de los programas televisivos pioneros de la educación ambiental en el país, que Gloria Valencia condujo entre 1974 y 1993. Gracias a su gestión Colombia conoció producciones de la talla de los documentales del explorador e investigador francés Jacques Cousteau y muchos otros.El fundador de la HJCK era un hombre incansable y si bien es recordado por sus aportes a la cultura y el medioambiente en Colombia, lo cierto es que su legado va mucho más allá. El 16 de noviembre de 1948, junto a Mario Laserna y Francisco Pizano de Brigard, entre otros, Castaño Castillo hizo parte de la firma del acta de fundación de la Universidad de los Andes, convirtiéndose en una pieza clave en la creación de la institución educativa privada más importante del país. Su afición por el fútbol también lo llevó a ser uno de los precursores del Club Independiente Santa Fe, al lado de Gonzalo Rueda Caro, y uno de sus presidentes entre 1944 y 1945.Pero Álvaro Castaño será siempre recordado no solo por sus ejecutorias, sino también por su personalidad. En un país donde la clase dirigente tiende a identificarse con los valores anglosajones, él proyectaba las características de un aristócrata español. Su expresión sobria, su cara alargada y su nariz aguileña parecían haber salido de un cuadro del Greco. Si hubiera una sola frase para describirlo sería la de un gran caballero. Tenía una clase, una elegancia y una discreción en su modo de ser que evocaban no al vulgar mundo contemporáneo, sino al señorío y a la nobleza de los personajes del Medioevo y del Renacimieto que tanto lo apasionaban. Sus grandes compañeros en esta vida no solo fueron Beethoven, Mozart o Händel, sino también Leonor de Aquitania, Alfonso el Sabio y Lorenzo el Magnífico.   Con la partida de Castaño Castillo se pone fin a una generación de bogotanos ilustres que se reunían alrededor de la poesía y la música en el Café del Rhin y en el Café El Automático del centro de Bogotá. Muchos de ellos, preocupados por hacer de Colombia un país a la altura de la realidad cultural que vivía el resto del mundo a mediados del siglo XX.Además de ser el gestor de grandes instituciones, su trascendencia le dejó grandes enseñanzas al mundo de la cultura en el país, pues demostró que hay apuestas no comerciales que justifican el esfuerzo. Basta con tener amor por el oficio y sobre todo mucha paciencia y perseverancia.Sus archivos sonoros ahora están en manos de la Radio Nacional de Colombia, a quien los donó hace solo dos años. En ese momento, le dijo al presidente Juan Manuel Santos: “Aquí le entrego mi vida”. Y no pudo decirlo mejor. En últimas, ese fue el gran legado que le dejó al país Álvaro Castaño Castillo.