El proyecto del artista portugués Carlos Bunga es ambicioso: intervenir todo el espacio del Museo de Arte de la Universidad Nacional para crear un nuevo espacio que dialogue con la estructura original, la reinvente, y genere todo tipo de sensaciones en los visitantes de esta exposición, que se celebrará entre el 23 de septiembre y el 7 de febrero con la curaduría de João Fernandes, subdirector del Museo Reina Sofía de Madrid.  El trabajo del artista, nacido en Oporto en 1976, se caracteriza por impactar significativamente en la arquitectura de los lugares que interviene con el fin de que se generen nuevas percepciones sobre el espacio.  Otro aspecto que le apasiona a Bunga es que su obra dé fiel testimonio de todo el proceso creativo, que en este caso tuvo como materiales cajas de cartón, cinta adhesiva, pintura blanca y amarilla, así como los materiales del mismo museo. Bunga, que se ha destacado por sus trabajos en pintura, escultura, dibujo, performance, video, habló con SEMANA sobre su trayectoria y sobre su nuevo proyecto en Bogotá. SEMANA: ¿Cuáles son las características de este proyecto? Carlos Bunga: Es una obra in-situ, que dialoga con el lugar intervenido. Tiene pintura, arquitectura escultura, arqueología, tiempo, espacio. Es una exposición activa, que inquieta, despierta emociones y muchas sensaciones. No solo es una sala. Ocupa todo el espacio del museo. SEMANA: ¿A qué se debe su interés por la arquitectura en su trabajo artístico? C. B.: Hay una cuestión importante cuando se habla de arquitectura, que se relaciona con el paisaje. Uno podría hablar entonces del paisaje clásico: árboles, ríos, la naturaleza. Pero de alguna manera en la sociedad contemporánea cuando se habla de paisaje se habla del espacio urbano, su complejidad, su extensión, y cómo nos influencia en todos los aspectos de nuestras vidas. SEMANA: ¿Por qué es importante ocuparse de la arquitectura en el arte? C. B.: Para mí es importante que exista una consciencia sobre lo que es nuestra ciudad, cuestionar su papel, cómo nos influencia este espacio, nuestra manera de pensar, de movernos. SEMANA: Volviendo a su exposición ¿Cuáles son los objetivos con este nuevo proyecto? C. B.: Crear una especie de laboratorio, una exposición experimental, para tomar riesgos. No hay planos, no hay dibujos, no hay maquetas, solo un concepto: desplazamiento síquico. SEMANA: ¿En qué consiste ese concepto? C. B.: La ciudad influencia nuestros sentidos, cambia nuestra mente. Ahí se da un desplazamiento síquico, ese momento en el que un espacio logra que se renueve la manera cómo miramos las cosas. Esta es una exposición que se desplaza por un tiempo: una cosa que es pasada y la proyección de un futuro que tuvo su presente. SEMANA: Usted usa mucho el cartón en su obra ¿A qué se debe? C. B.: El cartón da la idea del tiempo, la memoria. Muestra, de alguna manera, que no hay maquillaje. La idea no es esconder las imperfecciones, más bien que estas estén visibles, a diferencia de la arquitectura convencional, que se mira y parece perfecta, y nos deja en estado de shock cuando se destruye. La belleza del trabajo es la imperfección. SEMANA: ¿Qué resalta del espacio que interviene en este nuevo proyecto? C. B.: Este espacio del museo me emociona, porque fui estudiante universitario y fue algo que me marcó mucho. Los estudiantes son inquietos, y eso da una energía que para mí es muy importante. También me parece muy importante que un museo esté dentro de una universidad. Mirando el plan urbanístico de Bogotá, veo que la universidad está casi en el centro, y eso no es casual, pues es la base del pensamiento, de la ciudad y del país. SEMANA: ¿Qué quiere dejar con esta exposición? C. B.: Tenemos que aprender a no solo hablar de lo que queda. Quiero que germine una energía en este espacio para que luego lleguen otros pensamientos, otros artistas, otras sensaciones.