Este se perfila como uno de los años más importantes para la cinematografía colombiana que, como un molino de agua, no para de trabajar. Sus apuestas no solo recogen grandes reconocimientos internacionales, sino que, además, demuestran una temática renovada que habla de una nueva generación.La lista de las películas que brillan en el extranjero va más allá de El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra, inspirada en los diarios de los exploradores que recorrieron la Amazonia. Otras producciones recibieron importantes galardones en los últimos meses, como La ciénaga, entre el mar y la tierra, de Carlos del Castillo, un drama que retrata la frustración de un hombre que, a pesar de vivir muy cerca del mar, no puede tener contacto con este porque sufre una enfermedad que le impide moverse y lo obliga a estar conectado a un respirador artificial. Esta cinta ganó dos premios en el pasado Festival de Sundance, tal vez el más importante del cine independiente.A estos dos grandes reconocimientos, se suman los obtenidos por Oscuro animal, ópera prima de Felipe Guerrero, que ganó cuatro premios en el Festival de Cine de Guadalajara: mejor película, mejor actriz, mejor dirección y mejor fotografía. Este filme narra el crudo drama de tres mujeres víctimas del conflicto armado en el país y muestra este tema “con un acento muy puesto en los efectos de esa violencia sobre los cuerpos de los personajes, donde la anécdota no es tan importante como el juego formal que hay de por medio”, apunta el crítico de cine Pedro Adrián Zuluaga.Si bien en los festivales de cine la escogencia de los ganadores depende del libre juicio de los jurados que participan en estos certámenes, cada vez más se oye el nombre de Colombia, un suceso que anima a mirar qué hay detrás de esta industria.Si antes esta seguidilla de triunfos podría haberse visto como una coincidencia, la realidad hoy indica que el éxito obedece, además del apoyo estatal, a un talento que aflora, que se forma y que no para de crear. “El cine colombiano viene creciendo y en el panorama internacional es visto como una cinematografía emergente”, asegura el director Ciro Guerra quien, además, agrega que “ahora se está hablando de Colombia por su cultura, el potencial del país”.¿Qué atrae a los extranjeros? Parecería que todas las películas que les interesan tienen que ver de algún modo con la violencia del país. “Uno podría suponer –dice Zuluaga– que las que ganan son producciones que ilustran la historia social del país, o que corresponden al imaginario de otros sobre Colombia; o a ese vínculo con el conflicto armado, pero eso es una generalidad”.Sin embargo, el cine colombiano actual contiene una variedad de propuestas, como evidencian producciones que se estrenarán en el país en los próximos meses. Las mismas que, además, ya han aparecido en eventos cinematográficos, como Oscuro animal (Felipe Guerrero), Anna (JacquesToulemonde), Todo comenzó por el fin (Luis Ospina), Siembra (Ángela Osorio y Santiago Lozano), Paciente (Jorge Caballero), Días extraños (Juan Sebastián Quebrada), Noche herida (Nicolás Rincón), Malcriados (Felipe Martínez), Los nadie (Juan Sebastián Mesa), Sin mover los labios (Carlos Osuna) y La mujer del animal (Víctor Gaviria).Aunque muchas de estas cintas narran las huellas de la violencia y se podrían inscribir en la idea del posconflicto, también los directores nuevos buscan cubrir otros temas que el cine colombiano dejó de lado por estar concentrado en la guerra y en la comedia costumbrista.Películas como Días extraños comienzan a reconstruir ese cine sobre la intimidad, un tema del que tradicionalmente se habló poco. La cinta, rodada en Buenos Aires, retrata las desventuras de una pareja de jóvenes que viven en esa ciudad.El largometraje llama la atención por varias razones: hace parte de un proyecto universitario y sirve de ejemplo, junto con otras cintas, como Anna y Noche herida, de la intención de los cineastas en mostrar las vivencias de personajes radicados en otros lugares, que tienen indiscutiblemente un vínculo con su país.Esto demuestra que el cine nacional atraviesa fronteras y muestra el surgimiento de una generación de creadores formados en otros países como Francia, Bélgica, Argentina o Cuba y que, desde allí, plantean nuevas dinámicas frente a esta relación con las raíces, el ir y el venir, a partir de dilemas personales.Por ejemplo, Anna, del director Jacques Toulemonde (coguionista de El abrazo de la serpiente), transita entre Francia y España para narrar la historia de una joven colombiana que, tras vivir varios años en París, emprende un viaje hacia su tierra natal en compañía de su hijo y de un amigo alcohólico.Noche herida –ganadora como mejor película nacional en el Festival Internacional de Cine de Cartagena, Ficci– es el trabajo de Nicolás Rincón, un director desconocido en Colombia, en parte porque desde hace 18 años vive en Bruselas, Bélgica. Este es su tercer largometraje en el que explora, como él dice: “Los asuntos del conflicto armado desde las vivencias directas de las familias campesinas pero, sobre todo, desde los saberes populares que rodean su cotidianidad y su manera de confrontar la violencia, así como de afrontar las pérdidas”.A este fenómeno de directores que transitan entre Colombia y otros países se le suma otro: el de los jóvenes cineastas que llevan graduados poco tiempo y se dedican a explorar sus mundos cercanos. Es el caso de Los nadie, la película que inauguró el Ficci, producida por Monociclo Cine, un colectivo conformado por egresados del programa de Comunicación Audiovisual y Multimedial de la Universidad de Antioquia, una de las escuelas –junto con las universidades Nacional y del Valle– que más le ha apostado a formar cineastas.Lo curioso de esta producción –que trata de un grupo de jóvenes amigos que quieren viajar por Suramérica y encuentran en el arte callejero y la música una oportunidad para escapar– es que tiene vínculos con otras películas recientes como Siembra y Días extraños.Las tres son en blanco y negro, y las tres son óperas primas que retratan a las ciudades. Algo que llama la atención si se tiene en cuenta que la Colombia periférica ha sido la protagonista de dos de las más importantes películas colombianas de los últimos años: La tierra y la sombra (galardonada en Cannes) y El abrazo de la serpiente (nominada al Óscar). Esto indica que hay un interés muy fuerte de los cineastas por volver a mirar la urbe, donde hacen relatos casi autobiográficos que retratan su entorno más inmediato.“Hay definitivamente un compromiso de los directores y productores por mostrar el país, acudiendo a la realidad”, dice el director Víctor Gaviria, quien en agosto lanzará su película La mujer del animal, una historia de violencia de género que ocurre en un barrio popular de Medellín en los años setenta. Trata sobre una mujer secuestrada por un delincuente que la obliga a convivir con él varios años en cautiverio.La violencia que ha atravesado el país dejó una huella imposible de borrar. Y, al parecer, el cine colombiano no solo seguirá observando ese periodo doloroso. Además, saldará deudas pendientes al tratar otros temas conectados con los dramas psicológicos o las relaciones de pareja. Y, lo mejor de todo, sin reñir con la calidad. Los galardones obtenidos así lo demuestran.