En octubre de 2014, en el Museo de Arte de la Universidad Nacional, se inauguró Selva cosmopolítica, una exposición colectiva que reunió a seis artistas que, con sus obras, reflexionan sobre la relación conflictiva entre capitalismo y naturaleza: los indígenas amazónicos Abel Rodríguez y Fabián Moreno, y los artistas Ursula Biemann, Miguel Ángel Rojas, Delcy Morelos y Miler Lagos. Muy al estilo de lo que suele hacerse en el museo de la Nacional, la muestra se convirtió en la justificación para que la sala funcionara, en los meses de trabajo y montaje, como un espacio de intercambio cultural y un taller de creación conjunta en el que se buscaba entender cómo los indígenas amazónicos conciben el ciclo de lo viviente y el necesario respeto por lo vivo.Este martes 13 de septiembre, a las 5:00 p.m., se inaugura una especie de segunda parte de ese proyecto, El origen de la noche: unaexposición colectiva y transdisciplinar que reúne varias propuestas sonoras, audiovisuales y de archivo fotográfico. “Nuevamente hacemos una aparición fuerte con una exposición en el museo que continúa con la esencia de Selva cosmopolítica. El fin es mostrar la conexión perdida con la vida, entendiéndola como el ámbito de lo sagrado. Ciertas culturas atávicas han conservado un corazón identitario que se resiste a la hibridación, al mestizaje, a la homogenización cultural. Y si hay comunidades en el mundo en las que pasa eso, estas son las de la Amazonía indígena”, dice María Belén Sáez de Ibarra, directora del museo y curadora de la muestra.La conciencia, tanto científica como indígena, de que el Amazonas es uno de los lugares más biodiversos de la Tierra choca con noticias como la revelada el lunes por el Ideam: aunque en 2015 la tasa de deforestación en Colombia se redujo 12 %, la Amazonía es la región más afectada por fenómenos como la minería ilegal, los cultivos ilícitos y la tala ilegal. Zonas como la Amazonía son lugares de geopolítica internacional, no solo asunto de Colombia.De manera pertinente, esta muestra apela a la relación distintita que las comunidades que ancestralmente ocupan esa región han establecido con el territorio, y la ruina que se produce ante el contacto con el mundo capitalista y con las guerras ajenas, tanto armadas como ambientales. “Para conservar la biodiversidad necesitamos a nuestras comunidades indígenas ahí donde están. Ellas entienden la naturaleza en su forma sistémica; no como algo para explotar y consumir sino como un macrocosmos, donde lo malo hace parte de la cadena, y como una cosmogonía donde lo sagrado se define. Por eso la diversidad cultural es fundamental para la supervivencia del planeta”.Selva cosmopolítica tenía su foco en la naturaleza. Esta exposición lo mantiene, pero a través del conocimiento que el indígena tiene de la vida y de su relación con lo sagrado.Bajo esa premisa, y con el ánimo de que sean las mismas comunidades las que se miren a sí mismas, Sáez de Ibarra se propuso materializar dos aspiraciones que quedaron después de Selva: trabajar con sonido en profundidad y trabajar más directamente con las comunidades.En la sala principal se expone entonces el corazón del proyecto: una instalación sonora en 22 cabinas de sonido que incluye cantos polifónicos, diálogos, palabras y narraciones míticas con archivos sonoros antiguos. La pieza es del colectivo 4Direcciones, conformado por Diana Rico y Richard Décaillet, que desde hace más de una década trabaja con payés, chamanes y líderes indígenas de seis etnias. “El dueto puso toda la tecnología a disposición de los indígenas, que vinieron al museo y estructuraron las piezas con cantos rituales, decidiendo qué iba y qué no iba. El centro de esta muestra es el sonido, porque estas son culturas psíquicas y muy musicales. Toda su relación con lo sagrado se da a través de los sonidos. Las imágenes que vemos son más mentales que físicas. Los payés dicen vivir en un estado de consciencia expandida. Ese estado se va a ver mucho en la exposición. Hay también un rezo específico por la paz, una necesidad de ese pueblo de expresar ante nosotros nuevamente su disposición ante lo pacífico. Yo creo que tener esta exposición en el museo es una gran lección para nosotros en este momento”, dice Sáez.Además están expuestas 80 fotografías casi inéditas de Jesús Abad Colorado que muestran de manera sutil el sufrimiento, las resistencias políticas y la pérdida gradual de la identidad indígena desde los años 80 hasta hoy. Gran parte de la exposición son retratos, entre los que están aquellos de los líderes indígenas que han sido asesinados por el conflicto armado. Estas fotos se abren al público en un ambiente de incertidumbre por el asesinato de 13 líderes sociales en menos de un mes del anuncio de la firma del acuerdo de paz. “La paz, estas comunidades la piden hace 30 años, o hace más, porque hasta eso llega el registro de Jesús Abad. Han pedido que no los maten muchas veces, porque esta es para ellos una guerra ajena”, continúa Saéz.También están las 49 fotografías de Claudia Andúja, una periodista y activista suiza de 83 años, sobreviviente del Holocausto. Adúja expone un registro documental de los estragos que produjo la penetración del hombre blanco en la selva de los Yanomami, una de las tribus más aisladas de América del Sur. Su segunda serie, “Chamanismo”, capta los ritos de los chamanes en estados alterados de conciencia. Y en la misma sala, al fondo, se proyecta una película –lejana del documental, una verdadera pieza de arte– de unos jóvenes cineastas amigos que registraron un rito completo de la toma del yopo.Expone también un biólogo naturalista, Juan Manuel Rengifo, “el alma gemela científica de Jesús Abad”, según Belén, pero con una verdadera preocupación por la estética de la imagen. 12 monitores van mostrando fotografías de 15.000 especies, con toda la fauna y flora de la Amazonía, haciendo casi un recorrido completo por su diversidad. “Me gusta cuando el museo se abre y se libera de la disciplina artística para llegar a otras disciplinas, e incluso a apelar a otros estados de conciencia”, dice Sáez. “El concepto del arte es algo que ni siquiera queremos discutir acá. Sabemos que el arte es una herramienta para conocer. Eso es lo único”.