SEMANA: usted lanza esta semana en Cali su primera novela, tras más de 20 años de vivir en Estados Unidos. ¿Tiene un significado especial hacerlo en esta ciudad?
Lilian Yaffe (L. Y.): sí, en muchos sentidos. En esa esquina donde está la Librería Nacional, en la que haremos el lanzamiento del libro, yo troté toda la vida. Uno de los personajes de mi libro también trota por ahí, pero no soy yo. Cuando uno escribe, siempre deja algo en cada uno de sus personajes. Y esas calles de Cali son muy significativas, entonces creo que será muy bonito. Espero lograr no llorar.
SEMANA: ¿cómo llegó a este libro?
L. Y.: llevo una vida dedicada a la administración de empresas, pero la escritura ha vivido conmigo. Lo he hecho como terapia, como hobbie. Siempre he escrito en la vida. En el bachillerato, en el Liceo Francés, fui muy buena alumna. Tuve una carrera académica muy satisfactoria y muy feliz. Han pasado dos eventos que la vida me trajo, separados por 20 años y que al final derivaron en este libro: mi secuestro en 1999 y la pandemia.
SEMANA: ¿por qué el secuestro y la covid, dos episodios tan distantes?
L. Y.: siento que los dos sumados dieron origen a mi novela. En el año 1999 me secuestraron cuatro meses. Y 20 años después, vivimos la pandemia de covid. Yo tenía una historia que quería ser contada y la vida en esa crisis mundial me dio el espacio de escribirla, un tiempo de tranquilidad.
SEMANA: ¿y cómo se entrelazan?
L. Y.: en el libro comencé hablando de un diario. El personaje secuestrado es un hombre, pero está basado en la experiencia mía. ¿Por qué es hombre? No lo sé. Yo escribí un diario en cautiverio y no lo pude traer, pero aún, cuando pienso en él, me huele a bosque.
SEMANA: ¿la pandemia le permitió recuperar de su memoria este escrito?
L. Y.: cuando regresé a casa, hace 20 años, intenté transcribirlo. La pandemia fue otra cosa más grande. El mundo se paralizó y en medio de eso, la covid nos dio un momento de reposo, de parar las actividades, la locura del día y, en mi caso, de poder sentarme a escribir. Necesitaba un tiempo que fuera catalizador de esos sentimientos. Después, el libro fue tomando forma solito. Quiero aclarar que no es una historia de un secuestro, sino es una novela con muchas cosas, hay personas, hay amor, hay desamor, hay familia, hay problemas.
SEMANA: ¿de dónde sale el título del libro?
L. Y.: yo soy una persona de fe. Un secuestro es muy duro. Es un espacio de tiempo en que todo se congela. Pierdes el nombre y te llamas ‘compa’. No sabes si vas a hacer más cosas, el futuro se vuelve incierto y hay un miedo permanente de morir. En este espacio, que es el presente, hay mucha zozobra y uno acude a la fe. Cada vez que iba a perder la esperanza de salir bien, siempre venía esa mariposa azul cobalto al cambuche. Para mí era la presencia de Dios. Después la mariposa toma otro rol, pero el origen del nombre es este: ver esa mariposa venir en momentos muy oscuros.
SEMANA: es una forma de contar su historia.
L. Y.: realmente no. Yo no quería hacer la novela de mi secuestro. Hay personas que lo vivieron más tiempo y que padecieron cosas más terribles. No es una autobiografía, sino una novela. No me quería quedar en un diario.
SEMANA: la novela, en todo caso, cuenta un periodo de la vida de Cali en la que pasaron muchas cosas, y muy malas.
L. Y.: claro. Yo llevo a Cali en mi corazón. Yo vivo hace 24 años en Estados Unidos. En Cali pasaron demasiadas cosas. Y casi que cada familia tiene una historia que contar. O por el lado de las drogas, o de las mafias, o del Ejército, o de las miles de vidas que se perdieron en esa década funesta. Fueron momentos muy duros.
SEMANA: hábleme de Eliécer, este patriarca caleño. ¿Es algún industrial que conozca el país?
L. Y.: no. Es una mezcla de tantas personas en el Valle. El patriarca no es nadie en particular. Nadie es nadie en particular. Cada uno de mis personajes tiene un pedacito mío. Como creo que es lo normal en cada escritor. Cualquier libro que haga, si empiezo a evocar una infancia, seguramente evocaré la mía. Este patriarca Eliécer, o esa abuela Clara, o Sofía la periodista, o Susana que es una ama de casa, o Armando que es un señor secuestrado. Todos tienen un pedazo de Lilian de Colombia de la época de la realidad que hemos vivido. Lo interesante es matizarlo en una historia que recorre escenarios diferentes.
SEMANA: ¿cómo fue el proceso de escritura del libro?
L. Y.: empecé a escribirlo en 2020 y lo terminé en 2022. Pero la realidad es que había muchas cosas que yo había escrito sobre mi vida. Por ejemplo, hay un poema de una mujer que llega a la mediana edad y escribe lo que siente cuando se ve al espejo. Algo que tiene la novela, que es muy rico, es que logra entrelazar las cosas, darle corazón, lágrimas, sudor… hacerlas reales.
SEMANA: ¿por qué escribir inspirada en una historia de dolor, de la que ha pasado ya tanto tiempo? ¿Es sanador o duele de nuevo?
L. Y.: es ambas cosas. Claro que el dolor vuelve, pero es sanador. El libro no es un exorcismo del secuestro, tantos años después. No es levantar una cicatriz que ya había cerrado. Sólo que, a veces, para que las heridas sanen del todo, hay que redimirlas. El libro me ha permitido exorcizar otras cosas, dinámicas familiares bonitas y no tan bonitas. Eso es un punto valioso. Muchas más cosas salieron del proceso de escritura, cosas del ser humano. Si el libro le gusta a la gente y llega a trascender, es más que la historia en sí. Es construir personajes con que la gente se identifique aquí y en Cafarnaúm, que en cualquier lugar, una persona sepa qué sienten dos hermanas. Eso no tiene nada que ver con el secuestro.
SEMANA: ¿qué espera que pase con el libro?
L. Y.: que vuele alto, que trascienda.
SEMANA: ¿qué viene para usted?
L. Y.: hace un tiempo habría contestado inmediatamente que un segundo libro. Pero ahora sé lo que eso significa. Este libro lo hice sola. Me enteré de que las editoriales se toman un año tal vez en revisar el manuscrito que uno envía. Y yo no quería esperar más. Entonces publiqué mi libro sola. Sentí mucha felicidad. Casi me muero de felicidad con la primera copia. Pensé que ahí era el final y pensé: listo, comencemos el segundo. Comencé, pero poco sabía yo que promocionar un libro requería tanto esfuerzo. ¿Entonces qué sigue para mí? Soplarle las alas a esta mariposa.
SEMANA: escribir un libro hoy, en esta era de la inmediatez, es un acto de valentía. ¿Usted lo ve así?
L. Y.: sí, de mucha valentía. Un terapeuta me dijo: es como “irse de compras desnudo”. Es muy profundo: es abrir tu alma a los buenos lectores.