El lanzamiento de un nuevo libro de Gabriel García Márquez siempre despierta un gran interés y una profunda reflexión en el mundo literario y académico. En agosto nos vemos, la obra póstuma del nobel colombiano, ha sido objeto de debate y estudio incluso desde antes de que se anunciara su publicación este miércoles 6 de marzo, en conmemoración de la fecha de natalicio del autor.
Los borradores de este libro se encuentran entre los papeles depositados en el Harry Ransom Center, de la Universidad de Texas en Austin. Una anotación al inicio de los folios sirve de presentación para el relato La noche del eclipse, que presenta a la protagonista de la novela, Ana Magdalena Bach, detallando que se trata del “tercero de seis (cuentos) en los que Gabriel García Márquez trabajaba desde hace varios años durante las pausas de sus memorias”.
En principio, el propio Gabo no consideró su publicación, aunque trabajó varias versiones del mismo texto. Tras su muerte, la familia releyó la obra y cambió de parecer, con la idea de conmemorar los diez años del fallecimiento del escritor.
Para comprender la complejidad de este evento editorial hace falta adentrarse en los dilemas morales que rodean la decisión de compartir una obra que su creador consideraba inacabada. En el prólogo del volumen editado por Random House, escrito por sus hijos, se detalla que estos borradores tenían “muchísimos y muy disfrutables méritos y nada que impida gozar de lo más sobresaliente de la obra de Gabo: su capacidad de invención, la poesía del lenguaje, la narrativa cautivadora, su entendimiento del ser humano y su cariño por sus vivencias y sus desventuras, sobre todo en el amor”.
Una posición que, según un conocedor de la obra de Gabo, “puede ser cuestionable, inclusive moralmente”.
Nicolás Perret, historiador y estudioso del archivo de García Márquez, explica que esta situación “es interesante porque la propia novela trata sobre acciones que son moralmente cuestionables. Lo que hace la protagonista, y al tiempo la novela, es cuestionable, por su publicación misma; el autor no dio su aprobación a una versión final definitiva, pero esto no quiere decir que en los borradores la novela estuviese terminada; inclusive hay varias versiones de cada capítulo que son ligeramente diferentes, pero nunca sabremos cuál prefería García Márquez. Ese trabajo le quedó a su editor, Cristóbal Pera”.
En cuanto al texto, Orlando Oliveros, coordinador editorial de la Fundación Gabo, destaca la ambigüedad del género de la obra, que oscila entre el formato de cuentos y el de novela. Esta dualidad plantea un desafío a los lectores y críticos, dice, “pero lo importante es entender que se trata de un relato unificado en sus partes divididas, está unificado por el mismo personaje y por las aventuras y actos que desarrolla ese personaje en un mismo espacio geográfico, a través de un mismo detonante, un viaje que realiza cada mes de agosto”.
Oliveros detalla que la estructura de En agosto nos vemos, en efecto, se puede ver como varias historias vividas por el mismo personaje, Ana Magdalena Bach, quien viaja cada 16 de agosto a una isla del Caribe para visitar los restos de su madre en el cementerio.
“A partir de esas visitas, tiene encuentros eróticos, románticos y sexuales con hombres distintos cada vez… uno podría decir que en esa condición el libro es una novela, si bien cada capítulo es una historia distinta vivida por ese personaje”, agrega el experto.
El coordinador editorial de la Fundación Gabo reflexiona también sobre la inédita naturaleza de la obra, revelando que, si bien partes de ella se han divulgado en diversos medios a lo largo de los años, como una primera traducción al francés en Le Monde Diplomatique y adelantos que el propio Gabo leyó en público a finales de los años noventa, la versión definitiva es una selección cuidadosa de los múltiples borradores que García Márquez dejó atrás.
Pero la importancia histórica y simbólica de En agosto nos vemos va más allá de ser la obra póstuma de Gabo. Gonzalo Arango, periodista y estudioso de la obra de García Márquez, destaca cómo el final de la novela establece un vínculo con la icónica imagen de Rebeca en Cien años de soledad, subrayando la continuidad temática y estilística en la obra del autor.
Como pequeño spoiler del final del texto, al que tuvo acceso en el archivo en Estados Unidos, Arango recuerda que en Cien años de soledad “Rebeca llega a la casa de la familia Buendía con una bolsa en la que trae los huesos de sus padres. Pues la protagonista de esta novela, Ana Magdalena Bach, también decide desenterrar los huesos de su madre y llevárselos a casa. Es como si García Márquez en su última novela quisiera regresar a esa imagen tan fuerte, tan simbólica, que nos está recordando que cada uno de nosotros carga con sus muertos. Puede que no físicamente, pero sí simbólicamente”.
En agosto nos vemos llegó a librerías de todo el país este 6 de marzo a un precio de $ 65.000 en versión tapa dura y formato digital a $ 39.900.